La semana pasada toda mi empresa recibió un correo un tanto atípico. Uno de los compañeros nos pedía que trajéramos flores para regalarle a otro compañero por su sesenta cumpleaños. En holandés hay una expresión para la gente que se retira que es que se ponen/están/esconden detrás de los geranios. En realidad la cosa viene, según me explicaron seguramente de manera incorrecta, en aquellos maravillosos años que decía la canción la gente al cumplir los sesenta se retiraba y pasaba a criar geranios en casa, trabajar en su jardín y morirse pronto. La expresión achter de geraniums ha quedado para gente ya mayor y retirada, solo que ahora claro, como no nos retiramos hasta los ochenta años, pues hay que traer los geranios a la oficina. El lunes le comenzamos a llenar el despacho con las plantas que trajo la gente, no necesariamente geranios ya que aquí en invierno como que no se dan. Poco a poco la fueron llenando y daba gusto pasar junto a su despacho y oler todas esas flores y plantas.
Le hicimos un fiestorro como mandan los cánones, le organizamos un evento de estos para recordar mientras se come la papilla y choca sus encías sin dientes como los dos viejitos del teatro de los teleñecos y como es la costumbre en la empresa, yo ejercí de fotógrafo e hice un montón de imágenes incluyendo algunas de mi jefa con una pinta horrible y horrorosa que por descontadísimo pondré en mi CaraCuloLibro para que los amigos de verdad, de verdad, las vean.
Lo he repetido por activa y por pasiva, por aquí se celebra todo. Esta gente supuestamente tan fría y no hay día en el que no me invitan para comer una tarta aquí o me regalan un trozo de pastel allá o se monta la parranda en el despacho de zutanito. Incluso los salvajes de los desarrolladores, esos seres cortados con el patrón de los frikis que hablan de lenguajes absurdos mientras toman café y ven números unos y ceros por todos lados, incluso ellos tienen al Señor de las Galletas, el cual elige cada viernes a uno que tendrá que comprar galletas para todos los desarrolladores. Yo estoy dos plantas más arriba, un universo y medio más allá y seguramente en otra galaxia pero incluso así, me invitan, algo que ninguno de ellos se puede explicar porque yo ni soy cejijunto, ni friki, ni programador, pero como mi bondad se mide en términos absolutamente legendarios y mi aura y carisma parece abarcar amplios territorios, se sienten inclinados a añadirme al grupo y así poder compartir esos momentos de calidad con ellos. A fuerza de comer tanta cosa en el trabajo y como yo no quiero embolicharme como otros que no quiero nombrar, me veo abocado a hacerme un Leididí cada dos por tres.