Como colofón a la serie de fotos de las águilas marinas de cola blanca acabamos con este recorte de una foto que ya habíamos visto anteriormente.
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Cosillas sobre los amarillos
Al hilo de lo que decía ayer y de los comentarios que han quedado en la anotación de Cerdas niponas, aparte de la sensación que los japoneses son algo (o bastante guarros) y que pierden pendejos como si fueran árboles de hoja caduca en otoño, hay más cosillas que a lo largo de estos años he ido añadiendo a mi lista personal sobre esta gente. En mi empresa, puedes recorrer todas las plantas del edificio y preguntar aleatoriamente y todo el mundo tendrá algo malo que decir sobre esta gente y creo que muy pocos se decantarán por las cosas buenas.
En mi selección particular tenemos:
- Son incapaces de decir que no aunque saben que no lo harán
- Son misóginos y no les gusta tratar con mujeres que desempeñen puestos de relevancia
- Son rudos y maleducados con los europeos
- Se quedan en su puesto de trabajo hasta que se marcha su jefe aunque no hagan nada, solo por una cuestión jerárquica
- Son incapaces de cumplir sus propios compromisos sobre fechas
- No tienen ni puta idea de como funcionan las cosas en Europa
- O en los Estados Unidos
- Hablan entre ellos en japonés en las reuniones para que nadie los entienda. Esto que puede parecer banal es algo que los holandeses no hacen jamás cuando están reunidos con ellos
- Sus respuestas nunca son claras. La semana pasada le pregunté a un vicepresidente si podía informar a una empresa de un asunto y su respuesta fue un debes hacer lo que debes hacer que yo entiendo como un sí pero mi jefa asume como un no
- Desprecian a los que están por debajo suyo en el escalafón
- Duermen en las reuniones
- Acuden en masa a las reuniones. La mayor parte nunca dice nada en las mismas y solo están allí para dar apoyo emocional a uno de ellos (o eso creemos nosotros)
- Si dicen que sí es probable que no sea aquello que tú has preguntado
- Si dicen que lo estudiarán en realidad están diciendo que NO
- Si dicen que comprenden lo que les estás diciendo, en realidad es un NO
- Si dicen que te han entendido, no lo han hecho. Explícalo de nuevo tres veces más
- No se integran
- No desconectan. Hablan siempre sobre el trabajo. La empresa es su vida
- Quieren controlarlo todo y por culpa de eso la compañía es como un dinosaurio incapaz de reaccionar con rapidez
- No entienden nuestro sentido del humor
- Ni nosotros el de ellos
- Para esa gente la jerarquía lo es todo
- Los que dicen que hablan inglés en realidad no lo hacen
- Los que no lo dicen pero lo hablan sí que lo hablan más o menos bien
- Los que no hablan pero vienen a las reuniones no hablan inglés, holandés, español, alemán, francés, italiano o cualquier otro idioma con el que podamos entablar una conversación con ellos
- Son crueles y vengativos
- No parecen saber como alcanzar un consenso
- A veces da la impresión que solo la amenaza y el chantaje hace que hagan aquello que les pides
- Si no quieres perder el tiempo, solicita lo que quieres directamente al jefe y sáltate a todos los mandos intermedios. Te odiarán pero lo harán sin rechistar
Seguro que mañana se me ocurren otras que ahora mismo no recuerdo. Triste pero cierto, hay muy poco bueno que se pueda decir de esta gente, al menos cuando trabajas en una empresa que les pertenece.
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Salchichas con vino blanco en el club de las 500
Hace más de tres años y medio que vimos por primera vez esta foto en la anotación de Salchichas con vino blanco. Mucho ha llovido y nevado desde entonces y yo he seguido cocinándolas porque desde que las probé por primera vez en el año 2001 en Nuremberg, se convirtieron en uno de mis platos favoritos. El año que viene visitaré esa ciudad de nuevo con mi amigo el Rubio para celebrar la primera década de amistad y seguro que repetiremos en los mismos locales en los que nos emborrachamos y cenamos hace tanto tiempo.
Hoy le damos a esta foto la bienvenida al Club de las 500.
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Cerdas niponas
El uno de abril se cumplirán cinco años desde que el accionista mayoritario de la multinacional en la que trabajó cambió y en lugar de ser una de las mayores empresas electrónicas europeas se convirtió en una de las mayores empresas electrónicas japonesas. Todavía quedan flequillos accionariales europeos que desaparecerán el uno de abril de este año cuando seamos propiedad cien por cien japonesa.
En estos cinco años de aventura amarilla, los cambios y la percepción del país del sol naciente de todos los que trabajamos allí han sido considerables. Hasta el momento en el que desembarcó el primero, yo siempre creí que esta gente eran grandes trabajadores, eficientes, rápidos y que habían llevado a su país al lugar en el que está por esas y otras ventajas. Con lo que nos encontramos fue conque son jodidamente burocráticos, su incapacidad para decir NO lastra cualquier toma de decisiones en la que no estén de acuerdo y necesitas diez de ellos para hacer lo que aquí puede hacer uno y en media jornada. Tienen unas jerarquías absurdas que no te puedes saltar y cada correo lleva un historial jerárquico en la lista de personas que reciben una copia. El mito se fue erosionando y hoy por hoy no le deseo a nadie el trabajar para japoneses. A todo lo anterior se une la continua e imparable desaparición de las mujeres en el entorno laboral. Salvo por las secretarias y las recepcionistas, los amarillos parecen considerar que el tener un chocho entre las piernas es un impedimento aún mayor que ser subnormal y se deshacen de las mujeres a la primera de cambio. Las tratan como a seres inferiores y a veces me da la impresión que preferirían tirarse por un barranco a tener que asumir que su jefe es una mujer.
En mis primeros dos años no los sufrí y salvo por un curso de cultura japonesa que me obligaron a seguir ni sabía que existían. En dicho curso escuché la mayor sarta de estupideces y paridas que recuerdo en una presentación antológicamente patética realizada por un vicepresidente amarillo al que se asignó la tarea de recorrer todos los países en los que tenemos presencia para enseñar a los empleados las ventajas de pertenecer a la cultura empresarial nipona. El tipo se hizo Europa por la cara y cobrando dietas diciendo unas chorradas increíbles.
Cuando en la última reorganización reubicaron el pequeño departamento en el que trabajo y nos colgaron del vicepresidente con más poder dentro de la compañía, lo primero que hicieron fue organizar nuestra mudanza a la planta de Gerencia, la más alta del edificio en el que está la sede de la compañía. Allí nos tocó un despacho a cuatro puertas escasas del Presidente. Yo venía de la zona en la que se encuentra la gente de Servicio al cliente, empleados campechanos y alegres que siempre se apuntan a un sarao y acabé en el nivel de los encorbatados y los chacales que andan siempre buscando la forma de clavarte la garra en la espalda y tumbarte. Yo no cambié. Seguí llevando mis politos y camisetas de los lugares que he visitado, seguí cocinando mis magdalenas y tratando con mis amigos de la empresa como si nunca me hubieran cambiado de planta.
Con el cambio de despacho hubo otro cambio que me llamó la atención. Pasé de una zona libre de amarillos al lugar con la mayor concentración de los mismos. Para mí todos son más o menos iguales y ya he aprendido a ignorarlos y devolver el saludo solo cuando ellos te saludan. No hablan nunca con los demás y aunque parecen muy ocupados, lo cierto es que más bien entorpecen el trabajo de otros.
El gran cambio lo noté en el baño. Aún recuerdo la primera vez que entré a mear en el baño de la planta de gerencia. Me acerqué al urinal y lo noté sucio, no en el sentido de no estar limpio o con orina atascada sino en el sentido que estaba lleno de unos pelos como cerdas que colgaban del borde del urinal.
Decidí no darle más importancia pero la segunda vez que entré en el baño de nuevo noté que en los urinales había una fauna de cerdas asquerosas que de alguna forma se habían quedado allí. Esto se repitió en cada nueva visita y salvo que entres en el baño inmediatamente después que la señora de la limpieza haya acabado su trabajo, el lugar se llena bien pronto de esos pelos gruesos, negros y extraños. Son los pelos de los huevos de los japoneses, o eso creo.
Lo comenté con algunos compañeros y todos me dijeron que lo habían notado, que bajaban a otras plantas para orinar porque el único sitio en el que crece esa fauna es por allí. Así nació la leyenda de las cerdas que cuenta que los cara amarilla son tan pequeños que no llegan a los urinales pero como se niegan a reconocerlo, plantan sus huevos peludos sobre la cerámica del recipiente y en el esfuerzo tan grande que han de hacer para mear en esa posición tan poco natural acaban dejándose parte de la pelambrera en la misma. O eso, o se arrancan los pelos de los huevos por culpa del stress o se la sacuden con tanta fuerza que se dejan la melena en el lugar.
Como mis compañeros, yo también desistí de usar el baño más cercano a mi despacho y aproveché mis visitas a los niveles inferiores para descargar lastre sin tener que sentir asco al acercarme al urinal. Hoy fui sin darme cuenta y cuando entré me encontré esa colección de serpientes negras que parecen estar esperando para saltar sobre uno y acabé por darme la vuelta, aguantarme y esperar a estar en el tren para echar la meada. Al menos allí no hay japoneses y encima flipas dirigiendo tu agüita amarilla hacia las vías del tren.