La iglesia de Maria van Jesse en Delft está cerca de la plaza del mercado y es de estilo neogótico. Se construyó en el siglo XIX y es católica. Es la primera iglesia católica en el centro de la ciudad de Delft construida después del Reformismo. Sus dos torres son distintas, una está inspirada en la Vieja iglesia y la otra en la Nueva Iglesia. Como anécdota comentar que en el verano del año 2001 asistí a una boda de un indonesio que trabajaba conmigo en esa iglesia. Recuerdo que ese día aproveché y para optimizar el uso del traje (algo que odio), hice por la mañana una entrevista de trabajo en la empresa para la que trabajo hasta el día de hoy y después de la misma me recogió allí mi amigo el Rubio y fuimos a la boda. La ceremonia fue en holandés e indonesio, ese día la temperatura era de más de treinta grados y casi nos morimos en las dos horas que duró el servicio. El convite fue en el hotel Kurhaus en Scheveningen y no recuerdo si he contado esa historia pero os aseguro que fue increíble y posiblemente estoy en todas las fotos y videos porque nos sentaron en la mesa de los recién casados y yo estaba al lado del flamante esposo. Estos indonesios son gente rara, por ser extranjeros nos trataron como los super-invitados de honor.
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Johnny Loco – Dutch Delight
El otro día mientras paseaba a la hora del almuerzo me tropecé con esta Johnny Loco modelo Dutch Delight. La dueña estaba con sus niños jugando en un parque y cuando me vio hacer la foto me dijo que igual le debía pagar dinero por fotografiar esta preciosidad. Este tipo de bicicletas, como muchas de las que hemos visto hasta ahora permite el llevar a los niños y también la compra en la cesta delantera. De precio sale algo salada ya que vale alrededor de mil ochocientos euros. Es muy cómoda de conducir y me fascina su aspecto algo retro.
En el Álbum de fotos de bicicletas encontrarás un montón de bicis que he ido fotografiando a lo largo de los años
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Pibas
Cuando en diciembre del año 2005 escribí sobre los Arretrancos de oficina nunca pensé que se llegaría a convertir en una serie de más de treinta anotaciones repitiéndome una y otra vez y guardando en este pequeño rinconcito palabras que no quiero olvidar. Todas están en el Hembrario, esa pieza de más que dudosa calidad que me ha granjeado tantos enemigos y que a lo largo de los años ha contribuido enormemente a engrosar la lista de los más de doce mil comentarios que han sido eliminados. Hace ya un montón de meses que no me acercaba a este repositorio de palabras para dejar alguna y eso que tengo unas pocas anotadas en un cuadernillo. Para la palabra de hoy hay que entrar en una máquina del tiempo y viajar muy atrás hasta llegar a mi infancia, a los años en los que subía por la calle Rosiana cargando una maleta pesadísima llena de libros y libretas para ir a clase en el Colegio Público Galicia. Allí, entre aquellas paredes fue cuando escuché por primera vez referirse a una chica como una piba.
Las pibas eran las chicas del colegio, las de la calle, las que conocíamos y las que aún no nos habían presentado. Nosotros nunca hablábamos de chicas, de niñas o de chavalas. Hablábamos de pibas. La palabra carecía de masculino en la Isleta y no fue hasta mucho más tarde cuando me enteré que en Argentina, Bolivia y Uruguay un pibe era un chico. Yo siempre pensé que era parte del argot de la Isleta, de ese micro-idioma que se hablaba por allí. ?ramos chavales inocentes, llenos de malicia pero no malos que mirábamos a los elementos del sexo contrario con cierto miedo y nos defendíamos tras la palabra piba, la cual connotaba la exclusión de nuestro grupo y la pertenencia al sexo contrario. Las pibas lo eran todo, hablábamos de ellas, para bien o para mal, las mirábamos, las estudiábamos y siempre nos picaba el cuello cuando alguna desviaba la vista hacia nosotros y pensábamos que en realidad te estaba mirando a ti y solo a ti. No habían pibas en tu familia, eran mujeres de fuera, las hermanas de tus amigos, las vecinas o las compañeras de clase. Parecía existir una fina línea que protegía a nuestras hermanas y jamás nos referíamos a ellas como pibas aunque ni yo ni ninguno de mis colegas tenía el menor problema en tratar de piba a las hermanas de los ausentes.
En la Isleta había un montón de pibas, de todo tipo, color y condición social. Nosotros éramos pipiolos imberbes que estaban por descubrir el mundo y todas las retorcidas trampas que hay en el mismo y aunque en casa o en nuestra calle escuchábamos algunas de las otras palabras con las que se catalogaba a las mujeres, para nosotros las chicas eran un grupo homogéneo en el que todas eran pibas.
Con la adolescencia y las grandes revelaciones murió nuestra inocencia y dejamos de usar la palabra o quizás adquirimos otro tipo de vocabulario, más específico y adecuado para cada ocasión y para cada tipo de mujer.
Hecho de menos aquellos tiempos tan sencillos en los que todas eran pibas, sin ninguna carga negativa o vejatoria. Solo eso. Pibas. Espero que algún día la palabra vuelva a recuperar el lustro que tuvo.
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