Pegando la oreja


El sábado me levanté cerca de las diez de la mañana. Seguro que eso para el resto de los mortales es algo normal pero para mí, lo habitual es estar a las ocho de la mañana preparándome mi chocolate con churros para desayunar. Tuve que hacer todo lo que tenía pensado al trote porque ese día iba a Amsterdam para ver un par de películas en el cine, o sea, lo típico y lo que hacemos todos el fin de semana, pasear por Amsterdam, reírnos de los turistas e ir al cine. Me senté en la parte delantera del tren, en el vagón de silencio. Después de que ganamos la guerra a los fumadores y los exiliamos de los trenes, la compañía ferroviaria holandesa estuvo probando distintas cosas y parece que acabaron decidiéndose por vagones en los que vas en silencio. El mensaje está indicado por todos lados con dos palabras: Stilte o Silence, una en neerlandés y la otra en inglés. En las raras ocasiones en las que no se respeta ese silencio, suelen ser españoles o marroquíes, razas superiores a las que la orden de silencio se la suda enormemente. Ese día los que hablaban en el vagón eran cuatro españoles. Yo jugaba al Subway Surf sin sonido y queriendo, me puse a espiar su conversación, o eso que en inglés se denomina eavesdropping y para lo que en español no tenemos palabra, pero que básicamente es escuchar una conversación privada y ajena empapándote de lo que dicen. El tema era la inmigración. Aquellos cuatro iban a la capital del reino a pasar el día y todos llevaban en el país al menos un año. Son exiliados de las grandes políticas de ZaPatazos y la Mariana, el fruto del milagro españó. Hablaban de fulanito y zutanita, dos julays que vinieron, se estamparon y se fueron. Al parecer fulanito ni se molestó en acabar su formación educativa. Jamás terminó el graduado porque pronto se hizo albañil y comenzó a ganar dinero a espuertas. Le iba tan bien que hasta montó su propia empresa y ganaba aún más dinero porque todo el mundo pagaba lo que pedía por sus chapuzas. Todo un triunfador sin estudios. Después algún desgraciado pinchó la burbuja, su empresa se arruinó, lo perdió todo, no consiguió trabajo, no tenía estudios y decidió que lo obvio era meterlo todo en una manta y venirse con la beba a Holanda. Llegó aquí, sin dinero y se encontró que no hay trabajo para los que carecen de formación, que el mundillo de la construcción ya está petado de hijos de marroquíes y orcos locales, que todo es más caro y que todas las puertas se le cerraban porque ni habla holandés, ni habla inglés y el español es un idioma inútil en este lado del universo. Perdieron lo poco que traían de dinero y se granjearon el odio de sus amigos. Al parecer fulanito y zutanita se metieron de okupas en la casa de uno de ellos. Llegaron para unos días y estuvieron unos meses, viviendo de gorra, mamando todo lo que podían y sin que les faltara un solo momento para quejarse porque el país es una mierda, porque en Españislavia hay más calidad de vida, porque allí se vive mejor, porque esta gente son raros y todo, todo, todo, lo veían en negativo. Cuando al colega se le acabó la paciencia los mandó de vuelta y perdió un amigo. O no. Si un amigo te hace eso, seguramente no lo es. Una de las bebas le dijo que esa era una diferencia brutal con los holandeses, que cuando tú llegas a España o cuando empiezas a trabajar en una nueva empresa, todo el mundo te ayuda, todo el mundo te quiere y te adora y se quieren convertir inmediatamente en tus más-mejores-amigos. La otra beba matizó y le dijo que quizás la gente era más abierta e incluso se iban contigo de copas para conocerte, pero con la misma facilidad conque lo hacían, te daban la espalda, te clavaban el puñal y aquí paz y en el cielo presuntos tocadores de niños católicos. Yo lo comparaba con mis vivencias, tanto en Españislavia como por aquí. Recuerdo que en la empresa para la que trabajaba (con contrato fijo y de por vida y bla bla bla…), cuando llegaba uno nuevo la gente en seguida se lo llevaba de copas y tapas. Se trataba de encontrarle la pata de la que cojea para poder eliminar la competencia. Eso jamás se hacía con los sudamericanos o los sudacas, que era la jerga usada en la compañía para referirse a ellos y que traía toda la carga despectiva que se podía condensar en la palabra. Eran seres inferiores sí o sí. Cuando llegué a Holanda, a mí también me chocó lo fría que parecía la gente, lo distantes que eran, como te podían tratar con el mayor respeto, ayudarte en todo lo que podían, estar hombro con hombro contigo y al terminar la jornada laboral se despedían y se iban a casa. Su mundo social no se hace entre colegas del trabajo, está desacoplado del mismo. Con mi limitada inteligencia ya que por desgracia en los tests de la susodicha nunca superé los ciento veintidós puntos y ando más cerca de los tontos que otra cosa, yo noté como funcionaba el asunto y modifiqué mi aproximación a los holandeses para hacer amigos. El Rubio fue el primero y hoy en día sigue siendo mi más-mejor-amigo y prácticamente somos como hermanos. El resto de las amistades me tomó mucho menos esfuerzos y por ejemplo con la pareja neerlandesa que cruzó su camino conmigo en Indonesia, estaban en el saco en dos ratos y seguro que todavía se preguntan cómo pudo haber sucedido. Yo también viví el drama de los okupas. Un joputa cabezudo koreano de mierda que estudió conmigo se me metió en mi casa por unos días. Lo eché cuando se cumplió el mes. En ese tiempo me mintió todo lo que pudo, se colgó de mi para que comprara la comida que le gustara, para que cocinara, para que le lavara la ropa y hasta pretendió que se la planchara. Todo porque no tenía pasta, o eso me decía. Después descubrí que la empresa para la que estaba trabajando le ofrecieron pagarle un hotel el primer mes o darle cuatro mil euros y él pilló el dinero, no me dijo nada y abusó de mi buena voluntad todo lo que pudo. Pese a su pasaporte españislavo, yo creo que la maldad le venía del cabezón como un barreño y de pertenecer a la raza humana más cercana a las ratas. En la última semana de estancia en mi casa básicamente yo andaba de prestado en casa de los amigos y cuando se fue me regaló una última mentira diciéndole a algunos que me había dejado la nevera llena de comida. La foto que yo le hice a la nevera vacía parecía no darle la razón. Fue la última vez que acepté a alguien en mi casa y ahora solo permito visitas turísticas, con billete de vuelta y estancias inferiores a la semana para amigos y familiares. La letra con sangre entra, que se decía en la época en la que los profesores y maestros no tenían ningún reparo en darte un tortazo.

Volviendo a los españoles del tren, pronto comenzaron la letanía de lamentos por la desidia de las amistades en Españislavia. La gente que supuestamente era como uña y carne, cada vez les mandaban menos mensajes, cada vez les hablaba menos y cuando van a Españislavia de visita, nadie parece tener demasiado interés por verlos. Otra canción que me sonaba conocida. Yo sigo viendo a un grupito muy reducido. Quedo con ellos para cenar o merendar y pasamos un rato juntos y todos nos llamamos amigos aunque yo traduzco la palabra en mi cabezón por conocidos. Como estaba espiando su conversación no les quise decir que dentro de dos años, ellos tampoco se hablarán demasiado, sus caminos seguirán rutas distintas. Los que tengan la oportunidad y consigan trabajo en Españislavia, regresarán y lo primero que harán será olvidarse de los que dejan aquí. Los que se queden, aprenderán que las amistades esas no valen nada y duran muy poco y optarán por romper el cifrado de las amistades holandesas y empezar a hacer amigos que les duren más tiempo. En el tren de vuelta novelerié en otra conversación ajena, una en holandés, pero esa es una historia para otro día.

… más tarde … me acabo de dar cuenta que ayer se cumplieron trece años de mi llegada a los Países Bajos. Hay que ver lo rápido que pasa el tiempo.


6 respuestas a “Pegando la oreja”

  1. Una vez me vi obligada a ir yo de okupa a casa de alguien. Se quejaba de que no me veía el pelo ni para desayunar (yo me levantaba antes y hacía todas las comidas fuera) y que la única vez que me vió en la casa fue limpiando (tengo que reconocer que me daba bastante asquete ducharme en aquel cuarto de baño que no había visto la bayeta en dos meses por lo menos). Tardé una semana en aburrirme de limpiar la casa de otra persona y largarme, eso si, no podrá decir que le cogí ni un café. Y encima le dejé las zonas comunes empatenadas de limpias. Le tuve que poner una excusa para irme, porque por supuesto, no quería. Hay okupas igual que gente, de todas clases!!!

  2. Qué gusto, vagón de tren en silencio, sin nadie que hable con el móvil a gritos, ni te ponga la película para verla y escucharla él y todo el vagón, sin nadie que haga caso omiso de la recomendación de hablar por el móvil en las plataformas, etc, etc.. Yo quiero eso, quiero eso, es tan dificil. Por cierto, me he montado antes en algún vagón de estos y como no estoy acostumbrada a semejante dispendio no me dí cuenta hasta un rato después, menos mal que no soy muy habladora, que si no me la cargo y con razón. ¿No les llamaron la atención?. Por cierto, una pregunta sin acritud, por qué la humanidad en cuanto se monta en un transporte público y tiene el sillón de enfrente vacío pone los piés, sus piés no tocan el suelo y no se llenan de mierdas, escupitajos, etc. Qué asco, me compro una isla desierta, en cuanto pueda.

  3. Pedazo de vomitada texto para hablar de los ‘amijos’, los españislavos y los okupas. Ahora también entiendo tu animadversión hacia los coreanos.

    Pero veo que no vas a hablar de algo realmente excepcional que sucedió en tu país, concretamente en el circuito de Assen, donde el españislavo, Jorge Lorenzo, quedó 5º tras disputar la carrera de motociclismo 48 horas después de ser operado de una rotura de clavícula. No pudo operarse de inmediato en Holanda (sí, ese país tercermundista) porque no había ningún quirófano disponible por lo que tuvo que viajar a Barcelona y se operó a las 2 de la madrugada. Disputar una carrera con la clavícula rota sujeta con 8 tornillos ha supuesto un hito que nunca había sucedido gracias a la casta de un profesional y un equipo médico excelente.

    Con todo esto lo que quiero decir es que aunque el número de gente solvente por volumen de habitantes en Holanda pueda ser superior al de Españislavia, lo que si es seguro es que cuando hablamos de gente excepcional, ya sea artista, deportista, cocinero, intelectual, etc, los españislavos somos de los mejores. De hecho ahora no me viene a la cabeza ningún ‘comequesos’ excepcional a nivel internacional.

    De hecho, tras leer un reciente post, parece ser que hay un ex-españislavo excepcional en tu empresa que viene a corroborar lo que he descrito. Una persona que por lo que parece todos quieren ser su ‘amijo’. Por cierto ¿hay algún otro españislavo en tu empresa?

    Atención!!! Nota de la redacción. Se comunica al resto de asíduos a este garito que no me estoy metiendo con el autor, al artista hay que provocarlo, incentivarlo para que salga de su letanía y dé lo mejor de sí mismo.

  4. En fútbol tienes una purriada, de hecho ha habido épocas en los que los dos equipos españoles eran prácticamente selecciones holandesas con entrenadores de este país. Matahari también era del barrio o DJ Tiesto. Y entre los muertos, el mayor pintor de todos los tiempos, Rembrandt, al que los españislavos incentivásteis quemándole el molino al padre.

    Suerte que el Lorenzo no tiene que pasar controles contra el dopaje porque seguro que en la carrera meaba química pura y dura.

  5. A Jorge Lorenzo le hicieron pruebas para poder correr y una de ellas era comprobar que efectivamente había eliminado todo rastro de anestesia en su cuerpo. Eso sí, salió infiltrado.

    En cuanto al fútbol te equivocas, sólo fue el Barça. En el Madrid sólo tuvo éxito Leo Beenhakker y gracias a que tuvo a sus ordenes una generación de excelentes jugadores expañislavos, la quinta del buitre

  6. ¡Cómo te entiendo Darliz!… La humanidad, para mí, lleva muchísimo tiempo perdiendo parte de sus letras; ahora mismo, si le dejo la «hu…» estoy siendo muy generosa.

    Lo del vagón del silencio se debería implantar por obligación en todos los países. Y no solo en los trenes; todos los transportes y todos los sitios públicos, deberían tener un espacio de silencio. Sé que es una utopía…pero me gusta imaginarlo de vez en cuando.

    Y respecto a los amigos: Da igual en qué país estemos; cuando podemos, de verdad, considerar a alguien “amigo”…no ocurrirá nada de lo que cuentas (ni okupas, ni olvidos, ni reproches, ni abusos, ni nada de todo eso). Esas cosas solo pasan cuando nos tomamos a la ligera la palabra “amistad”, y la usamos sin tener idea de lo que eso significa.