Por los alrededores de Kampot


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Al parecer yo era el único primo que se levantó temprano para hacer alguna actividad y a las siete y media los chicos del restaurante de la pensión en la que me quedo me servían mi copioso desayuno. Ya comienzo a echar de menos el vasito de café con leche que me tomo cada mañana en mi casa pero también sé que cuando vuelva añoraré el estar de vacaciones. A las ocho de la mañana me encontraba en la puerta con el que sería mi guía durante todo el día, Armel, un chico que trabaja en la pensión y que sería mi conductor de tuk-tuk.

Lo primero fue casi una hora conduciendo para llegar a la cueva de Phnom Chhnork. No creo que sean muchos kilómetros pero cuando has salido unos cinco kilómetros de la ciudad te sales de la carretera general, esa que supuestamente es una de las principales arterias del país y que en España sería considerada como una carretera de barriada periférica del extrarradio y sin mantenimiento y tomamos por una pista de tierra, un camino increíble en el que parecía que habían caído bombas por los cráteres que tenía y en los que el tuk-tuk literalmente volaba. Cruzamos por dos poblaciones y en un tramo las mujeres estaban en las puertas de sus casas, sobre pequeñas montañas de gravilla que estaban picando. Aluciné. Yo siempre pensé que la gravilla la hacían con máquinas supersofisticadas como esas que salen en el Discovery Channel y va a resultar que en estos países, le das un martillo a tu mujer y un montón de piedras y la tienes unas cuantas horas al día picando piedras en la puerta de tu casa para hacer gravilla que después vendes. Imagino que la cantidad que les pagan es minúscula. Un rato más tarde nos cruzamos con dos bueyes que tiraban de un carro lleno de rocas, supongo que el repartidor de materia prima.

El acceso a la cueva es a través de un templo en el que dejas el tuk-tuk y después hay que caminar más o menos un kilómetro. Un grupo de niños comenzó a seguirnos. Jamás me perdonaré no haberle hecho una foto al cartel que informaba que la zona estaba limpia de minas personales. Yo por si acaso no me separé ni un solo milímetro del camino pero me reía socarronamente pensando en Virtuditas completamente ida por los nervios o en Waiting en plan reinona con los zapatos de tacón de aguja caminando por allí y cagándose en todos mis muertos por las ideas turísticas que se me ocurren. En un punto determinado nos adelantó una moto y un poco más tarde descubrí que ese era el guardián y cobrador de la cueva. La entrada vale un dólar para los turistas. Un grupo de americanos les donó el dinero para hacer unas escaleras y ahora no hay que trepar por el interior de la cueva, un sitio lleno de murciélagos y oscuro. Subimos las escalinatas, las cuales te dejan agotado por culpa de la humedad del 100 por cien y de los treinta y pico grados y al final llegamos a la cueva principal, en la que el agua ha creado formas curiosas y se puede ver perfectamente la figura de un elefante pequeño y otro grande. En el techo está la forma de un cocodrilo y en otra parte de la caverna se ve una cabra y una tortuga. El pequeño templo hinduista tenía una columna creada a través de los milenios por el agua, una gigantesca estalactita y estalagmita que se habían unido. Por desgracia, el monje o lo que quiera que sea que guarda el templo la golpeaba con algo para crear música para los turistas y los que venían a rezar y terminó por partirla y ahora tendrán que pasar unos tres mil años antes de que se vuelvan a unir la estalactita y la estalagmita.

A esa cueva vienen muchos enfermos que creen que van a morir, después se recuperan y lo achacan a los milagros que hace el Dios que hay allí y después vuelven a agradecérselo. Ya sabéis, lo típico de supersticiones y supercherías solo que no se follan niños como los católicos pero básicamente es la misma bobería. Por encima de nosotros un montón de murciélagos gritando, cagando y moviéndose todo el tiempo. El guía me ofreció bajar por la caverna pero los murciélagos quedaban a menos de un metro de nuestras cabezas y eso no me mola nada así que preferí regresar por las escalinatas, menos aventurero pero más seguro. En la base de las mismas me encontré con el australiano con el que estuve hablando durante la cena del día anterior y cruzamos unas palabras.

Después vino otro palizón en tuk-tuk parando para hacer algunas fotos a las vías del tren y tras lo que se me antojó como una eternidad llegamos a la finca en la que se cultiva la pimienta. Fue una visita fascinante. De Kampot salen algunas de las mejores pimientas del mundo. Todavía no me puedo creer que de la misma planta se produzcan cinco tipos de pimienta. Yo creía hasta el día de hoy que la pimienta blanca y la pimienta negra vienen de plantas distintas pero no, es la misma planta y depende del momento de la recolección. Según la época del año en la que la recogen tienes pimienta blanca, negra, roja, verde o pimienta de pájaros, al parecer la más cara y que se produce cuando algunos pájaros se comen la pimienta, la digieren y la cagan. No creo que llegue jamás a probar esta última.

Armel me contó que los jemeres rojos estuvieron en esa zona hasta 1999 con un gobierno paralelo y la gente incluso para casarse tenía que ir a pedirles permiso y hacerles una ofrenda o ellos se vengaban matando a alguno de los contrayentes o a sus familiares. Los jemeres usaban la pimienta para conseguir armas chinas y cuando se tuvieron que rendir quemaron todas las plantaciones. De nuevo no hay palabras para describir a esos hijosdeputa de mierda, que se llenaban la boca con su ideología comunista y se dedicaron a matar millones de personas de su propio país y a eliminar cualquier posibilidad de progreso.

Después de salir de la finca fuimos a Kep, un villorrio que se está reconvirtiendo en zona turística y desde allí tomamos un bote para ir a la isla conejo (Koh Tonsay), un viaje que toma una media hora en cada sentido para llegar a ese lugar en el que viven 7 familias y en donde han instalado bungalós para los turistas, aunque tras tan fantástico nombre se esconden unas cabañas cochambrosas sin ventilador, aire acondicionado o baño, sin red mosquitera y que según Armel por la noche el que se queda las pasa canutas luchando contra esas bestias chupópteras que te atacarán sin misericordia. En el lado positivo, la noche vale 5 dólares. El lugar tiene una playa curiosa aunque para mi gusto no muy bonita porque el agua es turbia con ganas y uno nunca sabe si está al lado de un tiburón o alguno de los cangrejos de la zona te quiere apuntar un dedo.

Al regresar a tierra fuimos a la parte de Kep en la que está el mercado y Armel me indicó cual era el mejor restaurante de los existentes para una bacanal de cangrejos. Lo invité a almorzar y en la siguiente hora y media nos pusimos tibios a cangrejos, increíbles de sabor y con una carne deliciosa. Los míos estaban fritos con salsa de pimienta negra, con las ramas de pimienta de las mismas matas que visité por la mañana. Este ha sido uno de los mejores almuerzos de los últimos cinco años. Después nos quedamos de tertulia y al salir dimos un garbeo por Kep pero es que no hay mucho más que ver. Sobre las cinco regresábamos al hotel y nos despedíamos, aunque más tarde volví a encontrarme con el guía en el restaurante en donde les estaba contando a sus colegas lo que habíamos hecho. El tipo de turista que suele venir por aquí son mochileros que no están dispuestos a gastarse dinero y que ni de coña comen cangrejos.

Haciendo un inciso aprovecho y explico los tres tipos de turistas que hay por este país. Por un lado tenemos los que vienen en grupos, con todo pago y preparado, se quedan en hoteles fastuosos y los llevan en guaguas con aire acondicionado y super modernas a los sitios. Esos ven una fracción de lo que hay que ver y raramente se empapan de la cultura y el mundo camboyano. Después tenemos los mochileros, el grupo más numeroso, gente que viaja durante periodos más o menos largos de tiempo y con muy poco dinero. Van de país en país y su tema de conversación favorito es el precio de las cosas, donde conseguirlas más baratas, como ahorrar y cuales son los pubs con happy hour para poder beber más. Son gente que busca el sitio para comer que cuesta menos, se queda a dormir en la pensión más sandunguera y en lo único que parecen gastar dinero es en alcohol y cigarros. Hacen turismo (aunque no todos) y algunos parecen seguir una ruta de fiestas y saltan de una a otra. El tercer grupo son los mochileros de corta duración, generalmente gente con un buen trabajo en Europa, Estados Unidos o Australia que se puede en muchos casos permitir el tour organizado pero prefieren ir por su cuenta. Buscan lugares para quedarse más decente, hacen excursiones a todos lados y se gastan el dinero comiendo bien y descubriendo el país. En lugar de un cuarto por cinco dólares pagan 25 y tienen un sitio limpio y mucho más agradable. Al final tampoco es que esto sea tan caro, con un puñado de dólares (o de euros) por día te montas unas vacaciones de leyenda. Yo estoy en este último grupo. He comido auténticas delicias, mi criterio para buscar pensiones es elegir en el top 10 de Tripadvisor para el lugar al que voy y si es posible en el top 3 y para comer siempre busco los sitios en los que se puede comer buena comida típica de calidad y con garantías de no acabar con diarreas.

Y regresando al relato, por la tarde me quedé en la terraza de la pensión disfrutando de la buena temperatura y charlando con la gente y tras una cena copiosa y deliciosa me retiré para acostarme temprano ya que al día siguiente me esperaba una caminata de varias horas en la jungla para llegar a la cima de la montaña Bokor en el parque nacional de Bokor.

El relato continúa en Excursión al parque Nacional de Bokor


9 respuestas a “Por los alrededores de Kampot”

  1. Yo me he quedado con un par de curiosidades, una es que no has descrito la parte sexual de la bacanal de cangrejos y por mas que trato de imaginarla, siempre hace daño y no mola…jajajaja
    Y la otra es cual fue la mejor comida anterior a cinco años y en que consistió, eso si que me lo puedo imaginar sin daño alguno…jajaja
    Salud

  2. Ves como te acuerdas de nosotros??? jeje (y si, estaría ida de los nervios, o lo que es peor, tratando de adoptar a todos esos niños imitando a la Jolie).
    Y a mi me encanta tu manera de hacer turismo, pero has de reconocer, que para poder permitirse ese tipo de turismo hay que reunir demasiadas condiciones previas (no grupos- buenos ingresos- que te de igual perderte- o acabar agotado aunque estés de vacaciones…y seguro que alguna más se me ocurre).
    Recogiste caca de murciélago? dicen que vale una pasta…

  3. Genín, no sé como comes tú los cangrejos pero yo uso la herramienta que te dan para triturar su exoesqueleto y poder sacar la carne fácilmente. Todas las grandes comidas de estos años suelen estar relacionadas con marisco. En Baton Rouge me di un banquete de morirse y en Nueva Orleans estuve en un restaurante con el que todavía sueño. El año pasado en Malasia también me inflé en un sitio y en Galicia siempre que voy me pongo tibio.
    Virtuditas, mi presupuesto para las vacaciones ha sido mucho más bajo de lo que te imaginas y si lo engordé, fue por la opción de hoteles porque paso de seguir amasando dinero. No recogí mierda de ratas voladoras.

  4. Lo de la pimienta debe ser como las aceitunas, que son del mismo árbol, pero unas verdes y otras negras, dependiendo del tiempo o si se dejan secar. Ya no recuerdo bien.

  5. Aliena, vivir casi en el polo norte, rodeado de gente rubia que habla escupiendo y casi siempre por debajo del nivel del mar tiene que tener sus ventajas y una de ellas es que aquí los mileuristas no existen. Mis múltiples cuentas bancarias están muy saneadas y podría sobrevivir sin pasar hambre ni miseria probablemente un lustro si fuera necesario.

  6. Si te molesta o te pesa esa cantidad de pasta gentilmente me hago yo cargo eh? no te preocupes que enseguidita la redistribuyo!

  7. No te preocupes que no me molesta en absoluto. Y que conste que disfruto con vacaciones y demás, que no soy el Tío Gilito o como el Scrooge del puto cuento de Navidad ese del que hacen una película cada año.