Primavera nórdica


Estimadas amigas. El siguiente texto entra dentro de la categoría de Desvaríos. Puesto que os podéis sentir ofendidas y este año no tengo tiempo para responder a vuestros correos con quejas, sugerencias e insultos, os rogaría que vayáis a otros güebs donde hoy os atenderán mejor. ¿Aún seguís aquí? Os doy una última oportunidad. Ayer estuve en el Keukenhof y tomé la modesta cifra de 265 fotos de flores (sí, Yo, insensible como pocos, me pierdo cuando veo un tulipán). Dejad ahora mismo esta historia y marcharos a ver el álbum del Keukenhof.

Ya llegó la primavera, la primavera ya llegó. La primera vez siempre se recuerda. En esta ocasión me pasó mientras paseaba a la hora del almuerzo con un compañero del trabajo. Vamos hablando, discutiendo sobre como salvar al mundo, como siempre y al mirar al frente la vi a ella.
La bicicleta avanza a cámara lenta mientras su motor humano se esfuerza en generar la suficiente energía como para moverla. Las bielas que son los pies suben y bajan marcando el ritmo: uno, dos, arriba y abajo, tres cuatro, vete pal carajo, cinco, seis, ahora lo puedes ver ….
¡Emergencia ejecutiva! Se le veían los pelillos del coño gracias a la micro-falda que se ha ido retirando hacia la cintura por el vaivén de los pedales. No solo eso, en las entrenieblas de semejantes recovecos se podía visualizar/definir/delinear la forma del chumino pintada contra el pequeño y cruel triángulo de tela que lo separaba de nosotros.
Y un chichi de los de premio, rubio auténtico, con los pendejos arremolinados y saltando fuera de esas escasísimas prendas que diseñan ahora y que parece ser que son las sucesoras de las antiguamente conocidas como bragas.
Nos quedamos los dos quietos, mirando, esperando la siguiente combinación propicia para nuestro propósito. No tardó en producirse y otra y otra más. Un ritmo cadencioso que levantaba el miembro más tranquilo. Estuvimos allí quizás unos segundos que me parecieron horas. Casi al final ella se dio cuenta y trató de cubrirlo con la mano, aunque sin éxito. Nos echó una mirada terrible, a la que respondimos con una sonrisa abobada.
No tenía ningún sentido el tratar de salvar el mundo después de haber visto aquello. Seguimos andando en silencio. La primavera ha llegado en toda su gloria. ¡Loado sea el Señor!
Tendría que haber visto las señales antes, como cuando me cruzo por las mañanas con esas bandas de patos enfurecidos follando en la carretera como conejos. No habéis visto sexo violento hasta que no veáis a los patos fornicar. Se dan unas hostias entre ellos impresionantes y la pobre hembra a aguantar las embestidas de todo pato que se cruce por delante. Enfrente de mi trabajo hay un estanque enorme con patos, cisnes y gansos y hay que ver lo violento que se pone el charco en esta época, que paso con la bici y si me descuido me atacan.
Otra señal que no supe ver este año fue la de mi compañero transexual (o transvestido según mi amigo el turco). Ya ha comenzado a ponerse falditas, las mismas en las que se le nota ese pequeño apéndice que lo separa de la meta, ese pequeño detalle que aún nos permite cantarle en la máquina del café: I’m not a girl …. NOT YET a woman
Con un arranque de primavera como este, ahora solo queda esperar los chubascos repentinos a las seis de la tarde y cuando sucedan bajar a la puerta de mi casa y sentarme con una cerveza en la mano a disfrutar esos avistamientos.