El otro día estaba escuchando un podcast de cine y los críticos se deshacían en elogios para una nueva película de animación y la ponían como el clásico que iba a dominar este 2011. Lo curioso es que no venía de la mano de los estudios Disney o Pixar y tocaba el género del Western, uno que recientemente hemos podido ver gracias a otra película. La historia se llama Rango y se ha estrenado mundialmente este fin de semana.

Un julay de raticulín llega a una barriada periférica y monta un pitote entre los poligoneros

Un camaleón se cae del coche en el que viaja con sus dueños y se encuentra en una carretera en el medio de la nada. Llega a una ciudad del oeste poblada por otros animales y allí acabará convertido en el Shérif de la misma y tendrá que protegerla de unos villanos que como suele ser habitual, son muy malos.

De alguna forma esta historia no cuajó en mí. Por más que la voz sea la de Johnny Depp y que se lo hayan currado mucho, no terminé de identificarme con el relato y me pasé gran parte de la película mirando la hora para saber cuánto quedaba para marcharnos. Las películas del oeste solían tener una serie de tópicos obligatorios y en esta parece que los han incorporado todos, lo cual no estaría mal si la trama fuera más entretenida pero como a media película pierde fuelle y se queda a la espera del gran final que todos sabemos cual será, lo que uno recuerda es que es otra historia más del montón, una que quiso pero no pudo llegar a cruzar la línea que separa las grandes de las normales.

La animación no es nada del otro mundo y en algunos planos generales con muchos animales no llega a los niveles de calidad a los que nos ha malacostumbrado Pixar.

En fin, que pudo haber sido mucho más de lo que es. Imagino que tiene su público y que habrá gente a la que le encante. No es mi caso.