Reabasteciendo el congelador


Hay veces en las que alguna palabra desaparece de mi tremendo cabezón por falta de uso y cuando la encuentro tras buscarla durante minutos, horas o días, procuro grabarla a fuego para no olvidarla. Es el caso de reabastecer, palabra que ha estado tan escondida en mi cabeza que he tardado casi cuatro días en encontrarla y después me quedó la duda de su existencia porque no estaba en el RAE, aunque por suerte es una palabra derivada y sabía que de existir la original, la hija se podía construir sin miedo. Cuando pensaba en reabastecer no llegaba más allá de rellenar, que también puede definir perfectamente lo que he hecho este fin de semana. Tras un par de meses vaciando el congelador y comiéndome todo lo que estaba en el mismo desde la última Edad de hielo, decidí comenzar a reabastecer mi despensa y rellenarla con cosillas cocinadas para así tener una dieta variada. El fin de semana se presentaba más que perfecto porque me habían invitado a dos cumpleaños y me excusé en cada uno de ellos con el otro para así no aparecer ya que el mayor castigo que te puede caer en este mundo es que te salga un familiar o pariente truscolán o te inviten a un cumpleaños holandés, eventos con menos alegría que los velorios en España. Desde el jueves había planeado más o menos lo que quería hacer, tenía mi lista de la compra, había revisado mi despensa para confirmar ingredientes y así el sábado, tras el homenaje de chocolate con Churros me acerqué al supermercado, compré los elementos perdidos y por la tarde después de regresar a casa tras ir al cine, me puse manos a la obra con dos de las cosillas.

En realidad comencé a hacer los Bollos de miel y yogur antes de ir al cine y dejé la masa macerando en la nevera. Quería tener panecillos congelados para esos días en los que el plato se presta a mojar miga ya que no suelo comprar pan. Hice unos quince, me comí algunos y el resto los congelé en bolsitas con dos de ellos.

Después de regresar a casa con los dos últimos ingredientes, hice Lumpiang Shanghai o Rollitos de primavera estilo Filipino, los cuales saqué de uno de mis blogs favoritos de comida asiática y que sigo con atención. Además, es una tailandesa que vive en España y es un privilegio tener las recetas en español, con sus vídeos y muy bien explicadas. Hice diez, me comí cuatro y congelé el resto para otras ocasiones y la próxima vez (y repetiré) creo que prepararé treinta o cuarenta y así mantengo una cantidad suficiente para sobrevivir un tiempo. Son fáciles de hacer y están deliciosos. Era una de esas cosas que en las Filipinas, el año pasado, si veía en los restaurantes la pedía como entrante y que volveré a comer allí cuando vaya en algo más de un mes.

Ahí lo dejé el sábado y el domingo tras el desayuno de campeones con unos Pannenkoeken hechos con harina integral que estaban del quince, me puse a cocinar.

Por la mañana me centré en hacer wontón para comerlo en sopas. Siempre me da pereza hacer esta receta porque se tarda un tiempo en ir poniendo la carne en la masa y doblar y aún más tiempo cuando como yo, incremento las cantidades para conseguir más wontón. El resultado fueron ocho porciones con ocho unidades en cada una.

Mientras se enfriaban en el congelador para poder ponerlos en sus bolsitas, hice la masa de unas Croquetas dejando la sartén en el jardín para que se enfriara y endureciera, un privilegio de tener en la calle cinco grados que hay que aprovechar mientras se pueda. Por supuesto, sellé con plástico la parte superior de la sartén, le puse una tapa y lo cubrí todo con un paño por si algún pájaro sentía curiosidad.

Antes de salir para el cine, preparé la masa para unas Albóndigas suecas y las freí en mantequilla, dejando el acabado de la receta para la cena.

Al volver del cine, la textura de la masa de las Croquetas era perfecta y en un rato largo, preparé cuarenta, que terminé agrupando en cinco porciones de seis unidades y dos porciones con cinco. Es un trabajo tedioso, primero creando las croquetas (o la cantidad que quieres que tenga cada una) y después pasando por harina, dándoles forma, luego por huevo y finalmente por pan rallado.

No freí ninguna de las croquetas ya que las quería para aprovisionar y mi atención regresó a las Albóndigas suecas. Hice la salsa, acabé el plato y esa fue mi cena. Después, con las que sobraron, las dividí en cuatro porciones y junto con las albóndigas, congelé una cuarta parte de la salsa en bolsitas de plástico para tener unas cenas en el futuro. El objetivo del fin de semana, el reabastecimiento fue un éxito completo. Tengo seis bolsitas con Bollos de miel y yogur, dos con tres rollitos de primavera estilo filipino cada una, ocho porciones de wontón para hacer sopa, cuatro porciones de Albóndigas suecas con su salsita y ocho porciones de Croquetas de taquitos de jamón serrano y puerro. Mi congelador vuelve a ser un lugar lleno de cosas deliciosas que da gusto mirar y los cruasanes ya no están solos.

Lo he dicho un montón de veces y lo vuelvo a repetir. Mi mundo lo mueve fundamentalmente la comida, no esa que compras en un supermercado y lanzas dentro del microondas para calentar sino aquella que creo con mis manos y mi esfuerzo, mientras escucho un audiolibro y tarareo una canción.

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4 respuestas a “Reabasteciendo el congelador”

  1. ¡Ves como me recordaban a los rollitos de primavera! Con razón! Esas croquetas también te han quedado bonitas. En mi casa no suele sobrar comida, intento hacer cantidades bastante ajustadas, así que en mi congelador solo hay crudos. Este fin de semana de visita en el pueblo ese donde compartimos familia me ha reabastecido a mí y a mi congelador de pescadito rico. Suelo sacar las porciones necesarias a descongelar por las mañanas al venir al trabajo, y cuando llego a mediodía están perfectas para cocinar. Como diría Dora, Delicious!

  2. Creo que mi madre va a hacer los rollitos. Ayer vi paksoi en el supermercado y me entró antojo de Pollo al curry verde y acabé con tres porciones del mentado en el congelador. A partir de hoy y hasta que regrese de las vacaciones en Gran Canaria, espero limitarme a cosas con azúcar y dejar de producir comida para congelar

  3. Ay, qué cansado es cocinar, con lo que me gusta comer. Mejor pedir a mi madre que me haga comiditas, je, je.

  4. Lo cansado es encochinarte sin haber cocinado. Gracias al tiempo que pasé cocinando el fin de semana, me escuché un audiolibro y hasta bajé peso con tanto ejercicio.