Roger Ebert, adiós


Yo amo el cine. Es un hecho. Incontestable. En los algo más de cuatro meses que llevamos del año 2013 he ido al cine en sesenta y una ocasiones. Desde el uno de enero del año 2007 hasta el domingo pasado he ido a ver novecientas cuarenta y tres películas. No tengo números de los años anteriores pero ciertamente son similares. El cine es mi droga de la misma manera que para otros puede ser el tabaco, el alcohol o el bingo. Yo voy al cine. Continuamente. Solo o con amigos, conocidos o con cualquiera que me lo proponga. Voy a verlo casi todo, ya sea cine infantil, películas de terror, comedias, dramas, bélicas, de acción, de ciencia ficción y hasta algunas de fantasía. Lo repito. Amo el cine. Y no solo veo películas. Las comento, las critico, las admiro, las vuelvo a ver y no me canso de escribir en mi pequeña bitácora sobre el cine. En este lugar en el que Nada es lo que parece, de las seis mil ciento treinta y siete anotaciones que hay publicadas incluyendo esta que estáis leyendo, mil ciento cinco han sido archivadas en la categoría de Cine. Son tantas que podría tener una bitácora paralela solo con ellas y sería una bitácora que no dejaría de crecer hasta el día de mi muerte. Para mí no hay nada más mágico que sentarme en la gran sala, esperar a que se apaguen las luces y entrar en una historia que alguien me cuenta y que si está bien hecha, me provocará alguna emoción fortísima y si está mal hecha, o consigue que me duerma o me enfurece tanto que nada más salir del cine he de sentarme a escribir sobre esa basura y sacarme la mala leche que ha conseguido provocarme. Amo el cine.

El jueves aparecía entre las fuentes de noticias e información que tengo en mi Netvibes el anuncio de la muerte de Roger Ebert y después del golpe inicial, me eché a llorar. El único crítico de cine que leo era este hombre, un maestro a la hora de decir lo que pensaba y expresarlo claramente. Si una película le gustaba, te explicaba las razones que lo llevaban a ello y si una película era mala, sabía poner los puntos sobre las íes y argumentar su crítica. Mi amor por el cine está muy ligado a sus críticas, referencia fundamental a la hora de elegir las películas que quiero ver. No estoy solo. Por todo el mundo, somos miles los que leíamos sus críticas, de nuevas y de viejas películas y aunque en ocasiones no coincidíamos, muchas veces leer su crítica tras ver la película me ayudaba a entender porqué había reaccionado de una u otra manera, me servía para poner palabras a la irracionalidad de las emociones. El jueves no fue la única vez que lloré. El viernes leyendo las reacciones de la gente en la oficina lloraba escondido detrás de mi monitor. Ayer miraba huérfano mi lista de contenido sindicado y me preguntaba qué pasaría con esa fuente. Hoy me atrevía a mirar lo que muchos han dicho o escrito sobre él y que está agrupado en el In Memoriam que han puesto en su página y volvía a llorar y a reír viendo algunos de los vídeos que hay allí enlazados. Para mí, las frases con las que lo despiden son mandamientos:

Roger Ebert amaba las películas.
Excepto por las que odiaba

El mundo del cine, tanto los que lo crean como los que lo consumimos ha perdido a su gran heraldo, el hombre que supo expresar con palabras un arte de consumo rápido y que nos afecta de manera directa e inmediata.

Nunca lo conocí, nunca cruzamos una palabra ni estuvimos juntos en una sala de cine esperando el comienzo de una película y sin embargo lo consideraba un amigo, alguien que siempre estaba ahí para darme su opinión. Lo voy a echar un montón de menos.

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3 respuestas a “Roger Ebert, adiós”

  1. Tranqui chaval, que descanse en paz, aunque no le conocía…
    Jamás he dudado que amabas el cine, lo has demostrado de mil maneras…
    Llevamos un par de días con un montón de muert@s insignes…
    Eso inevitablemente me hace pensar en que he consumido casi mi cuenta de crédito que es en realidad la vida, y no es que me acojone, no, me cabrea, coño!!!
    Salud

  2. Más conocido, menos conocido, o nada conocido: una muerte siempre deja a alguien con dolor.

  3. No lo conocía, y lo siento; por ti y por todo aquel que llore su pérdida. El asunto de la muerte es algo que me saca de mis casillas; lo encuentro tan ilógico, tan trágico y tan inútil, que no puedo entenderlo. Y no me estoy refiriendo a que tengamos que ser inmortales, no; lo que me enerva son las formas, las edades, los momentos, y cosas por el estilo.

    Y tu amor por el cine, está claríiiiiiiiiiiiiiisimo.