San Andrés – San Andreas


El género del cine de catástrofes se ha convertido también en el del cine de despliegue de efectos especiales, ya que lo importante no es tener una buena y entretenida historia que contar sino asombrar repetidamente a los espectadores con secuencias más imposibles que las anteriores y procurar matar un puñado de personajes con los que se encariñen y que el héroe salve el unjiverso o a esa parte del mismo que forma su círculo de confianza y todo el mundo se emocione hasta las lágrimas de cocodrilo. Esa más o menos es la base sobre la que se asienta la película San Andreas, que en España se estrenó la semana pasada con el título de San Andrés.

Un julay que parece una folclórica deja que millones mueran para salvar a la pequeña que en su día chingó y a la sucia de su hija

Cuando llega un terremoto gigantesco a California, seguido de otro y aquello se convierte en un caos, un tipo que trabaja con un helicóptero salvará primero de morir a su ex, dejando que el resto del edificio mueran como perros y después se va con ella de belingo en el helicóptero hasta San Francisco para rescatar a su hija, que entre medias ha conocido y se ha encoñado instantáneamente de un británico y no ve la hora de que le ponga la pierna encima y se la endiñe hasta los pelos de los güevos.

Esto son efectos especiales y muchísimo y redundante TresDé. Imagino que la razón de poner esa superflua dimensión es para incrementar el precio de las entradas porque no hay más y ni siquiera creo que esté rodada con esa tecnología sino que se la añadieron más tarde y en algunos momentos se nota un montón. La historia es endeble y está llena de incongruencias y estupideces sentimentaloides. Más alucinante es que en ciudades con millones de julays, el colega este se da un garbeo y casualmente siempre pasa al lado de los que está buscando treinta segundos antes de que algo malísimo les vaya a suceder y lanza su gigantesca masa de músculos y su cerebro de jíbaro y los rescata. Por supuesto, algo así solo lo puede interpretar The Rock o Dwayne Johnson que es como lo llaman hoy en día. El colega se limita a pasear músculos y a usarlos, pero solo los del cuerpo y en la cara en ningún momento hay actividad. Tenemos a Paul Giamatti haciendo de científico aunque en realidad hacía de pobre desgraciado que necesitaba guita para llegar a fin de mes y firmó para esto. Hay una terrible competición por demostrar quien es el peor actor entre Alexandra Daddario y Hugo Johnstone-Burt. Desconozco cual fue el ganador pero les deseo todo lo peor … siempre.

Este es cine de palomitas para descerebrados y miembros del Clan de los Orcos. Es cómodo y no requiere llevar el cerebro al cine porque no lo usarás. Tampoco sucede nada si te la pierdes y unos años más tarde la vez en la tele mientras siesteas.


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