Siempre hay un motivo


En los últimos quince días he tenido dos conversaciones muy interesantes relativas a la forma en la que nos relacionamos y cómo está cambiando rápidamente. Bueno, una era más bien sobre ese tema y la otra era algo distinta. El primer asunto comenzó cuando una amiga me pidió que le escribiese una carta para mandar al ayuntamiento con una queja y que además la hiciese de manera irónica y mordaz. Me mandó un montón de información y se rebotó cuando le dije que no podía hacerlo. Mis razones para la negativa son varias. La ironía es una burla fina y disimulada y la mordacidad es una critica con acritud o malignidad no carentes de ingenio. Como mi amiga no lee mi bitácora a lo mejor no se ha dado cuenta pero hasta yo sé que ni soy irónico ni mordaz. Lo mío es más bien cinismo, el cual es la impudencia u obscenidad descarada y la verdulería, que es la ordinariez y vulgaridad. Son dos cualidades también muy interesantes pero no apropiadas cuando lo que se quiere es solicitar algo de forma irónica. Yo prefiero cagarme en la zorra que cagó al alcalde y en su adicción a las redes sociales y así liquido el tema de tal manera que lo que quiera que mi amiga está pidiendo, se lo deniegan durante diez cadenas perpetuas o quizás más. Lo segundo es algo que parece que no le entra a la gente en la cabeza. Yo no escribo a la carta, a mí no me sientan delante de un teclado, me dan un tema y lo elaboro en un rato. No funciona así y nunca lo ha hecho. Mis ideas se maceran durante días y surgen cuando y como quieren y si no estoy cerca de algo en lo que pueda escribir, se pierden y no vuelvo a recordarlas. Esta anotación por ejemplo se ha ido cocinando desde que hablé con ella hasta hoy y tiene varias horas en su cocción incluyendo algunas de esta tarde y algunas de las cosas que pensé escribir se perderán porque no las voy a recordar.

Muchos creerán que a mí lo de las redacciones se me daba muy bien pero no es así. En mis clases de neerlandés la única prueba que me da pánico es esa en la que te dan un tema o una frase y tienes que construir una historia coherente de ciento cincuenta o doscientas palabras. Me quedo en blanco, me bloqueo y no se me ocurre nada. Si pudiese escribir de esa forma, ahora mismo iría por mi novela número quince y aunque dudo que ninguna acabara publicada, eso no me detendría. Por el contrario, como no puedo escribir sobre un tema forzado y me conformo con la bitácora, no he hecho ninguna novela y es algo que se me plantea como una misión imposible ya que todos y cada uno de mis intentos han fracasado (y creedme, lo he intentado). Por descontado, mi amiga prefiere la más sencilla explicación de que no me sale de los cojones hacerlo y está convencida de que mi maldad es la que hace que no le haga el favor. Ya se lo he tratado de explicar dos veces y como fracase en la tercera ocasión, la borro de la lista de contactos de mi teléfono y corto con el problema de raíz.

El segundo tema y que considero más interesante llegó en una conversación con mi amigo el Niño que tuvimos ayer mientras cenábamos juntos. Fuimos a ver una sesión doble al cine y entre las películas nos tomamos un par de cervezas en The Three Sisters y tras el cine nos fuimos al Luxembourg a cenar. Pese a que nos llevamos un montón de años, somos muy amigos y si me piden que nombre a mis tres mejores amigos, el Niño está en esa lista sin dudarlo. Normalmente hablamos de un montón de temas variados y me cuenta sus batallitas, las cuales son antológicas. Desde el comienzo quedó claro que las puedo usar como quiera y que soy libre de escribir sobre las mismas. En los casi tres años que nos conocemos he sido testigo de nuevas e increíbles aventuras que complementan las pasadas que también me ha contado. Al parecer él daba por supuesto que yo he ido relatándolas y cuando hablábamos sobre el tema le confirmé que no lo he hecho, lo cual le molestó un poco. Desde su punto de vista, es como si lo valorara menos que a mi amigo el Turco o al Chino, de los que hay un montón de literatura en esta la mejor bitácora sin premios en castellano. Lo cierto es que la razón es totalmente distinta.

El auge del CaraCuloLibro o eso que muchos conocen como Feisbuc ha sido inversamente proporcional a mi aprensión a dejar información en la red. Por primera vez en la historia de Internet, hay un jardín cerrado que mancilla y perturba la interacción en la red. El CaraCuloLibro no es un lugar abierto, es un sitio creado para captar la información de la gente y usarla sin su permiso. Lo ves claramente en la película que se ha hecho recientemente o incluso en el libro en el que se basa y que imagino que soy el único que se lo ha leído. Lo ves también si te molestas en leer las condiciones de uso, las cuales cambian continuamente en un juego parecido al del ratón y el gato. La última revisión, en base a lo que leí ayer, es del 4 de octubre de este año, hace algo menos de un mes y medio y es increíblemente distinta de la del año pasado. Por desgracia ninguno de los que tienen cuenta ahí se las han leído y si lo hicieron, no saben como han ido cambiando. Todos y cada uno de los que me conocían y abrieron una cuenta en ese lugar, importaron sus contactos y suministraron mi nombre, mis apellidos, mi número de teléfono y un montón de información privada adicional sin mi permiso para que ese sistema la use a su antojo. Lo tuve clarísimo cuando después de recibir docenas de invitaciones que borraba descubrí que en el mismo correo había un enlace al final del mismo para optar a no recibir nunca más ese tipo de correos en el que te venían a decir que marcarían la información que tienen de ti con una señal para que no recibas ese tipo de mensaje. La marcarían pero no la iban a borrar. La diferencia es sutil pero significativa porque ya están recopilando información sobre mí y lo único es que intentarán no molestarme mientras esperan que yo acuda a ellos. La única defensa que tenemos es cambiarnos el nombre, los apellidos y renunciar a nuestra cuenta de correo electrónico. Yo me niego a esto así que he optado por algo menos radical. Cuando alguien de mi entorno crea una cuenta en ese lugar, está indicándome que las direcciones en las que nos movemos divergen significativamente. Por tanto, añado a esa persona a mi filtro de correo basura y corto limpiamente, lo cual se puede traducir como un cese unilateral e instantáneo de la comunicación entre ambas partes. La única información de valor que pueden tener sobre mí es el número de teléfono y como este es más fácil de cambiar, he comenzado un ciclo anual en el que mi número de teléfono caduca a los doce meses y consigo uno nuevo. De esa manera, cualquiera que tenga el número, lo perderá con facilidad y entre eso y el filtro de correo, es como si nunca hubiesen existido. En la actualidad el número de personas con mi número de teléfono se reduce a dieciséis. El número de contactos en mi correo es de setenta y de esos, hay un montón que están ahí por pura inercia y también los puedo borrar sin problemas, entre los que se encuentran el dentista, el médico de familia, la señora de la limpieza, mis vecinos y otros que llenan la lista y que no forman parte de mi red social. De toda esta paranoia lo más positivo es que a día de hoy, mi carpeta de correo basura contiene unos trescientos mensajes de eso que denominamos spam y que han sido recibidos en los últimos treinta días, una cifra mucho menor que los mil quinientos que recibía hace tres años, época en la que mis contactos estaban en una cifra cercana a los doscientos.

Ya he desbarrado y me he salido del tema aunque era algo que quería tocar. La razón por la que no escribo las aventuras del Niño está en la mera existencia de ese jardín cerrado llamado CaraCuloLibro. Hasta que comenzó a crecer, la red era abierta y si alguien copiaba información tuya y la usaba, lo descubrías fácilmente. Te encontrabas con las fotos que robaban de tu página, con los textos que robaban y podías decirle a la cara al ladrón lo hijoputa que es. Esto ha cambiado. Ahora alguien puede robar una foto tuya, ponerla en su CaraCuloLibro y además indicar que la persona que aparece ahí eres tú, con tu nombre y apellidos. Puede robar un texto, subirlo a su red y apropiarse del mismo sin que te llegues a enterar nunca. Por eso mismo he ido cambiando hacia una bitácora en la que no solo me protejo de la información que hay rondando sobre mí, también protejo a los míos y me guardo las aventuras que me cuentan. Las escribo, pero no las publico ya que en mi caso el placer está en escribir y no en obtener un reconocimiento por haberlo hecho así que las dejo en el lugar en el que reposan muchas de las cosas que he ido escribiendo durante los años y que son únicamente para mis ojos. Cada vez tengo más cuidado con el botón de publicar y me pienso dos veces aquello que quiero contar. Si pudiera dar marcha atrás, las historias del Turco tampoco estarían ahí. No las quito porque no tiene sentido, Internet tiene una memoria pegajosa y resistente y no funcionaría. Conozco a una chica que lleva cinco años tratando de eliminar de su pasado una noticia falsa que apareció publicada en un periódico y que cualquiera que busque su nombre en la red puede leer y no lo ha conseguido. La eliminaron del periódico pero ya se había replicado y no ha logrado que desaparezca pese a todos sus intentos.

Para concluir, un aviso a navegantes. Igual ahora no andas buscando trabajo pero en un futuro quizás tengas que hacerlo y la persona que lea tu currículo, estará muy interesada en encontrarte en el CaraCuloLibro y otras redes sociales y tratará de mirar tus contactos, los grupos a los que te has adherido, la huella que has dejado en Internet en forma de fotos que tus amigos han puesto en la red, mensajes que has dejado y cualquier otro tipo de información relevante. Esto sucede hoy en día. En la multinacional para la que trabajo, los de Recursos inHumanos han desechado candidatos perfectamente válidos y no lo han hecho por su raza, por su religión, color o aspecto. Lo han hecho por su red social, porque han visto en ella cosas que no les gustaban.

Si recordáis la novela 1984 de George Orwell o alguna de las películas que se han inspirado en la misma veréis que ese futuro ya está llegando y que lo más terrorífico es que la gente entrega la información voluntariamente. Yo he elegido el bando de la Resistencia.

Actualización: No resulta muy difícil adivinar qué nuevo proveedor de correo electrónico tiene desde ya mismo un filtro en mi correo electrónico que borra los mensajes que llegan desde ese lugar sin más contemplaciones. Por suerte en mi empresa opinan lo mismo y los tienen también bloqueados. Y como una imagen vale tanto como mil palabras, un pequeño pantallazo:
El filtro de correo


7 respuestas a “Siempre hay un motivo”

  1. Joder, a veces me alegro de ir a cumplir 70 años el próximo Mayo, si llego, no me gusta como está este puto mundo y no tardaré en bajarme de el…
    Salud

  2. Lo de marcarlos pero no borrarlos pasaría exactamente igual si Facebook fuera española. Aquí cuando tienes los datos de alguien y esa persona solicita la cancelación de acuerdo a la LOPD, legalmente no los puedes borrar, hay que marcarlos para que no sean usados pero dejarlos disponibles por si la AGPD te hiciera una revisión. Aún así pienso de manera bastante similar con el tema de los datos, la de pasta que se mueve vendiendo información personal ajena (y Telefónica/Movistar la primera).

  3. Creo que has dicho algo para analizarlo y no olvidarlo:
    «El CaraCuloLibro no es un lugar abierto, es un sitio creado para captar la información de la gente y usarla sin su permiso

    Creo que la gente no es consciente de ello.

  4. Jc, yo no les he dado mis datos así que no los pueden tener, con lo que los han robado de algún sitio o de algún soplapollas de mierda que debería no haber nacido y que se los ha entregado sin ni siquiera saberlo. Por eso he optado por refrescar la lista de amistades y bloquear a indeseables. A largo plazo, solo te van a aportar disgustos. He tenido la suerte de encontrar un montón de gente que piensa como yo y esos son mis amigos.

  5. Yo no tengo cuenta en el Facebook y creo que voy a seguir por ese camino, pero debo confesar que uso el Twister. Mea culpa.

  6. En eso tienes razón, si tienen tus datos sin habérselos dado tú ni sacarlos de fuentes públicas hasta entraría en lo denunciable. Raro es que nadie lo haya hecho…