Sólo se me ocurre a mí pasar por Barajas


Soy plenamente consciente que me estoy dejando un viaje por contar pero va a tener que esperar a que pasen las fiestas. Después de tres años seguidos con dramas polares de todo tipo que me obligaban a ir al aeropuerto el día antes y sufrir y padecer con la incertidumbre de no saber sí llegaba a tiempo para la cena de Navidad este año opté por una solución distinta. Como yo no soy gandul como vosotros, nada más regresar de las vacaciones navideñas puse mis alertas en mis buscadores de billetes favoritos ya que hasta un tonto descerebrado sabe cuando volverá al país por Navidad. A principios de marzo uno de mis buscadores me avisó que ese día y comprando a través de cierta agencia conseguía un billete de ida y vuelta en las fechas que yo quería a Gran Canaria por 170 leuros. Lo compré ya que cumplía mi único requisito, que es que no sea con las Cutrelíneas Aéreas Rastreras y Ruinosas de España, también conocidos como LiBeria. Mi viaje de ida tenía la peculiaridad de salir en el último avión hacia Madrid y tener unas siete horas de transbordo con lo que cualquier drama o retraso tendría un colchón suficiente para compensarlo. Me olvidé del tema por completo hasta la semana en la que debía volar y más concretamente 36 horas antes del primer vuelo, momento en el que elegí asiento y saqué mi tarjeta de embarque.

El viernes trabaje desde mi casa y sobre las cinco de la tarde cogí mi maleta y mi mochila y abandoné la residencia oficial del Elegido para ir al aeropuerto. Fui en guagua a la estación de Utrecht y allí tomé el tren a Schiphol. Llegué sobrado de tiempo y subí a facturar mi maleta. En lugar de usar las máquinas de autoservicio me puse en la cola de las chamas ya que lo de las máquinas cuando un lerdo se agarra a una de ellas es como la historia interminable. Tras deshacerme de la maleta me di un gusto a mi mismo y creo que por primera y última vez este año me comí una hamburguesa whopper de esas que dicen que hacen a la parrilla y que tienen siempre la carne negra como suela de zapatos. Después vino el strip-tease de rigor para pasar el control de seguridad y una vez en la zona seguramente insegura deambulé sin rumbo fijo antes de acercarme a la puerta de embarque. El año en el que calculé el mayor riesgo posible no hubo hielo, nieve, temporales o nada parecido y los aviones iban sin retraso. A la hora especificada nos llamaron y nos lanzamos desesperados a ocupar nuestros asientos asignados ya que todo el mundo sabe que en los petados vuelos navideños, el último no encuentra lugar alguno para poner sus cosas. Como es habitual, me dio un jamacuyo y me quedé dormido hasta un rato después del despegue. El personal de cabina venía con la pitanza gratuita ya que KLM no es rastrera y miserable como otras aerolíneas nacionales y se me ocurre mirar por la ventana y veo que en ese preciso instante debajo está la ciudad de París y la torre Eiffel resplandece iluminada como un faro. Bueno, seguramente el hilo de pensamiento fue más del tipo: «la polla de kristo rey y jefe de los presuntos tocadores de niños». Después de doce años atravesando siempre los mismos corredores aéreos yo ya puedo recitar e identificar las ciudades que sobrevolamos con una precisión absoluta.

Este avistamiento casual disparó la conversación con mi compañero de fila, un hecho extraordinario y sin parangón ya que todos sabemos que no hablo con extraños. Resultó qué es arquitecto exiliado en China en donde lleva seis meses trabajando y en donde probablemente pasará unos años ya que Españislavia está petadísima de ladrillos. La hora y pico que nos faltaba la pasamos charlando y comparando culturas. Al parecer, salvo por dos compañeros, toda su promoción está en el extranjero lo cual nos sirve para ensalzar aún más la gloria de Españislavia, el único país que forma gente en las universidades y después los echa fuera de sus fronteras mientras acoge a millones sin cualificación laboral alguna. En fin, no me voy a extender más en el tema.

Llegamos sobre la medianoche a Madrid, la T1-2-3 estaba vacía, todo cerrado y allí nos despedimos. ?ramos varios los que íbamos dispuestos a pasar unas horas en el aeropuerto y nos repartimos por el mismo. En Españislavia el concepto de aeropuerto es similar al de catedral, espacio enorme, inútil y mal diseñado así que por supuesto nadie pensó en poner unas zonas de descanso con butacas, zonas para cargar dispositivos electrónicos o tener una cafetería que abra las 24 horas aunque sí que pensaron en poner anuncios cada 15 minutos a volumen máximo durante toda la noche para asegurarse que nadie duerma. Como además los hijosdelagranputa que trabajan en los locales de restauración del aeropuerto ha decidido hacer huelga en los días de más tráfico aéreo, todo estaba cerrado y además se preocuparon de anular y bloquear las máquinas para comprar bebidas y comida con lo que nos vimos abocados al agua del grifo. Pasé las horas viendo series y parando cada quince minutos porque no podía oír nada con el estruendo de los anuncios. La gente con niños estaba encantada y recordarán toda su vida esa noche y ahora comprenderán por fin por qué no hay un puto aeropuerto españislavo al qué los viajeros le den premios europeos o mundiales y como Schiphol gana año tras año siendo uno del frío norte pero donde se puede dormir en butacas, hay tres hoteles en su interior si quieres más calidad, varias cafeterías abiertas toda la noche y además te regalan una hora de Wifi por dispositivo. Añade una buena señalización y un diseño racional y ningún divo para diseñarlo y tienes una combinación ganadora.

Por la mañana, la gente entraba para coger los primeros aviones, se acercaba a las cafeterías y acababa cagándose en la puta que jiñó a los huelguistas. Como Barajas lo diseñó un lerdo, la cola para el vuelo que iba a Frankfurt estaba mal colocada y bloqueaba las entradas de los que iban a Bruselas y Gran Canaria con lo que cuando comenzó el embarque, nadie sabía muy bien en qué fila ponerse. El avión de Air Europa que nos llevaba era un Airbus A330, un cacharro enorme en el que caben doscientos setenta y pico julays así que tardaron un huevo en llenarlo y salimos con media hora de retraso. Ya en el aire me compre un donuts y un capuchino a precio de mamada de puta sin dientes y dormí prácticamente todo el viaje. A llegar a Gran Canaria mi maleta salió de las últimas (seguramente por haber llegado a Madrid de las primeras) y una vez fuera cogí un taxi y a las diez de la mañana llegaba a casa de mis padres.

Lección aprendida: si haces escala en Españislavia llévate comida contigo y no cuentes con las mierdas de cafeterías del aeropuerto ya que sus empleados no trabajan sino que hacen huelgas y es preferible que las cierren, los echen a todos a la puta calle y pongan tiendas.

En fin, dentro de unos días pasaré de nuevo por ese mismo aeropuerto solo que esta vez llevaré mi almuerzo conmigo.

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4 respuestas a “Sólo se me ocurre a mí pasar por Barajas”

  1. Estamos de acuerdo, los aeropuertos españoles están pensados para sacarle dinero al estado en la fase de construcción y joder a los usuarios en la de uso.

  2. La verdad es que tienes muchísima razón; como el aeropuerto de Schiphol, no hay ninguno. Además, y aunque no sea una cosa buena, por tener de todo…tiene hasta un bar para fumadores.
    Y cambiando de tema: ¿Cuáles son ésos buscadores de vuelos tan maravillosos?… A mí, los billetes, siempre me salen carísimos. Ya sé…soy inútil total; por eso pido ayuda.

  3. Siempre me fascinan tus peripecias por los aeropuertos. Supongo que será porque jamás me he montado en un avión. Y sí, efectivamente, soy un tipo raro que no ha salido de ‘la comarca’, aunque tenga el aeropuerto de Gerona a tiro de piedra.