Su error crítico


Ayer por la tarde tenía clase de italiano, como casi todos los miércoles del curso escolar. Mi ruta a la escuela me lleva por las calles que rodean el Oudegracht, el canal principal de Utrecht y a la hora a la que voy, sobre las seis y media, suele estar lleno de gente volviendo a casa, gente paseando y la gente que entra y sale de los bares y restaurantes. La mayor parte del recorrido junto al canal, las bicicletas que van hacia el norte usan el lado derecho y las que bajan al sur van por el izquierdo, como los coches. Al llegar a la zona del viejo Ayuntamiento y la parte más céntrica, el lado izquierdo es puramente peatonal y las bicicletas van por el otro. En ese caso, cada uno circula lo más próximo a su derecha que puede, pero sin usar las aceras. Iba por ese tramo, el más concurrido porque también hay peatones caminando por la carretera ya que el único tráfico permitido es el de las bicis y veo que de frente vienen dos pavas, en paralelo y una de ellas ocupando básicamente mi zona. La chama me echó una mirada de desprecio absoluto, de esa de feminazi y ahí cometió su error crítico. Yo no modifiqué mi ruta ni un solo centímetro, me quedé correctamente en mi lado de la vía y como ella venía ocupándolo, siguió hablando con su amiga y odiándome mientras se acercaba y la distancia se reducía más y más. Finalmente, en su cara se comenzó a formar una expresión de horror cuando comprobó que su feminazismo no iba a poder conmigo, que por mí se puede meter por la pipa del coño su #mitú porque yo no voy a cederle ni un centímetro. Nos golpeamos en el hombro, con fuerza, con la diferencia que yo sujetaba mi volante con las dos manos y ella no. No me molesté en mirar hacia atrás pero por el sonido, entró en barrena, salió despedida hacia su compañera y las dos se dieron un hostión épico y legendario. Como además iban a todo meter por una calle con bastante tráfico peatonal a esa hora, el golpe fue significativo. Su error crítico fue creer que porque tiene un piporro, los demás debemos ser siempre los que cedemos.

La cosa es que pese al incidente, la chama no va a aprender, no es capaz de corregir el error y si la próxima vez frena un poco y se coloca retrasada detrás de su amiga, como debería haber hecho o en lugar de ocupar un carril entero entre las dos, van más pegadas a su derecha, no pasará nada. En esa calle no solo pasamos los tres, hay espacio hasta para un cuarto ciclista a mi lado, algo que ni diez segundos antes del encuentro con ella sucedió, ya que venía un grupo de estudiantes y pese a ir en columna de tres, en ningún momento estuvieron cerca de mi. La pava esa es un buen ejemplo de lo difícil que es para una inteligencia artificial aprender de sus errores, si una chama no puede hacerlo, no podemos esperar que un ordenador lo haga.


3 respuestas a “Su error crítico”

  1. Eso no tiene nada que ver con el feminismo ni con el metoo ni nada de eso, la tía era gilipollas y se iba saltando la norma, y punto. No nos metas a todas en ese saco, porque no.

  2. Ay! Qué pereza con las generalizaciones sólo respondo de mis pecados.y no por ser tú rarito , como dices (y qué conste que estás entre mis raritos preferidos) lo son todos los nacidos en Canarias.