Temporada de caza: El elegido


No se puede comprender esta historia sin haber pasado previamente por ese proceso de aprendizaje que es la lectura de Temporada de caza, la cual es el primer episodio de esta opereta. Ya sé que son muchas palabras sin sentido y que la pereza y la televisión os han convertido en minusválidos intelectuales incapaces de leer, pero quizás deberíais agotar vuestro crédito de palabras para el día de hoy y leeros ambas historias.

En su sempiterna búsqueda del coño fácil el turco no se detiene ante nada. Escala cotas estratosféricas o desciende a simas abisales incansable en su tarea de conseguir una nueva novia, una hembra que le de sentido a su vida y algo de uso a sus condones. Ya hemos sido testigos de esos primeros pasos en el difícil arte del ligoteo barato y ahora marcharemos junto a él en esta nueva etapa de su aprendizaje.

Tras observar su incapacidad para triunfar donde otros dan el paseillo, el turco decidió tomar medidas drásticas. Acudió a la Internet, esa fuerza imparable que todo lo contamina y buscando buscando encontró un servicio de citas a ciegas. Por la módica cantidad de veinticinco euros te garantizan cuatro citas con cuatro almas solitarias y el hombre se lo jugó todo a esta carta, convencido de sus grandes posibilidades una vez la hembra está en su corral. Entre las condiciones del servicio aparecía que son ellos los que eligen las parejas y aunque en el momento de la inscripción te enseñan unas fotos de unas chochas de la muerte, nunca se sabe lo que te puede tocar, algo que para Forrest Gump era un aliciente pero para el normal de los mortales es una preocupación.

Una vez acabó su perfil le comenzaron a llover correos de un sistema que parecía muy ocupado apañando su vida. Mi amigo se frotaba las manos y se pavoneaba jactándose de lo pronto que dejaría de estar soltero y pasaría a formar parte del club de los puretas muertos y acabados. Su salario, su formación, su currículum, su coche, su apartamento de lujo, todas estas cosas seguro que atraerían a las féminas que al contrario que el macho, que solo mira las tetas, miran más los accesorios de consumo. Leer lo que puso el hombre era dar un paseo por las marcas de moda más caras. No mentía completamente, porque yo puedo dar fe que el colega está podrido en dinero, que tiene un sueldo de agárrate a la pared para que no te caigas y también puedo confirmar que si el empleado de una tienda es lo suficientemente maricón, es capaz de endiñarle ropa de más de trescientos euros sin mucha dificultad, únicamente con la ayuda de la lisonja barata.

Un día más tarde de su entrada en el universo de las citas cibernéticas organizadas con el programa FO-YA-MÁS, recibió una llamada en su móvil. Una chica de voz melosa comenzó a hablarle en holandés y soltarle un rollo enlatado. El otomano la placó en seco y la puso de nuevo en ruta, explicándole que pese a tener un diploma del gobierno certificando su perfecto dominio de esta lengua bárbara, prefería el uso del aséptico inglés internacional, ese que hablamos todos los ciudadanos del mundo salvo los ingleses y americanos. La joven conmutó sin más problemas y entonces pudo saber que había sido elegido para un proyecto especial del programa FO-YA-MÁS. Le dijo que era muy afortunado, que en una base de datos de miles de millones de individuos, él era el elegido, The chosen one como se dice en la lengua de los tejanos. Esta suerte tan grande le podía conducir a la fama y al estrellato mediático.

La joven le dijo que no le podía contar nada más hasta que aceptara las condiciones, que hasta allí podía leer. Una vez aceptadas se enteraría de los detalles. Por descontado, no se puede echar atrás una vez dice que si y para evitar su escapada, estaban grabando la conversación y dicha cinta podría ser usada en su contra en cualquier tribunal de tres al cuarto con algún juez amargado por no tener casos de verdad. Le repitió esta información dos veces y le dijo que tendría que decir claramente YO ACEPTO LAS CONDICIONES antes de recibir la información secreta y confidencial que cambiaría su vida por siempre jamás. Mi amigo el turco, que estaba conduciendo su BMW al recibir la llamada, se tuvo que salir a la mediana en la autopista porque la emoción que le embargaba era tan grande que le impedia conducir y seguir la conversación. Temblaba convulsivamente de puro gusto ante la idea. La chica se quedó en silencio para que se lo pensara y ese silencio se pudo medir con unidades normalizadas. Fueron exactamente medio millón de microsegundos los que le tomó el formular el juramento: YO ACEPTO LAS CONDICIONES. Entiendo que a veces leen estas torcidas líneas personas que no prestaron atención en el colegio y que quizás no sepan que medio millón de microsegundos es lo que ellos llaman medio segundo, lo cual me sirve para recordaros que siempre hay una medida que hace parecer las cosas monstruosamente grandes o pequeñas y si no que se lo digan a todos mis amigos que se miden sus respectivos miembros en milímetros para embobar a las chochas, que quedan fascinadas por semejantes cantidades y desconocen aunque jamás lo reconocerán la unidad que están usando. Esas mismas chochas suelen salir muy decepcionadas de sus experiencias sexuales, ya que en su retorcida imaginación se veían empitonadas hasta el infinito y más allá y en la práctica no llegan a sentir más que un ligero cosquilleo vaginal.

Volviendo a nuestra historia, una vez juró y prometió aceptar las condiciones, se procedió a la explicación. El programa FO-YA-MÁS, el cual ha sido codificado en colaboración con la Universidad del Chimpún Nórdico, tras intensas búsquedas en su base de datos había extraído cuatro nombres de santos varones. Tras cambiar las cintas de cassette y poner las de las chicas, el programa había vuelto a echar humo hasta conseguir otros cuatro nombres de hembras. Ahora que los ocho estaban seleccionados, se organizarían cuatro citas de cada bestia de sexo masculino con los correspondientes animales del sexo femenino. Las citas tendrían lugar a una por día, comenzando en lunes y terminando en jueves. Una vez concluido cada uno de estos eventos, las jóvenes y solamente las jóvenes tendrían que llenar un extenso formulario en el que darían cuenta de las horas pasadas junto al candidato. Terminadas las cuatro citas, el programa FO-YA-MÁS procesaría los resultados y elegiría a uno de los machos, el cual acudiría el viernes a un programa en la televisión y se enfrentaría a las cuatro chicas. Allí, ese ganador potencial, terminaría eligiendo a una de ellas y podría continuar profundizando en la relación o al menos intentando mojar más y mejor.

Era como música para los oídos de nuestro príncipe rubio y turco. Se veía coronado entre el sexo femenino, con todo un estadio de tías calientes como burras en celo rebuznando su nombre mientras le tiraban al escenario bragas, sujetadores, condones y similares. Toda su vida se había preparado para esto y sabía que no podía fallar porque él era el elegido. La ronda de citas comenzaría la semana siguiente el lunes. Recibiría la información sobre el lugar y la hora del encuentro por la mañana de cada día. ?l decidía a donde llevaba a la joven para impresionarla y era él quien estaba al mando de la aventura. La ruleta de las citas a ciega se pondría a girar y el azar le llevaría de la mano hacia el éxito y la culminación de sus aspiraciones sexuales.

Cuando acabó la conversación telefónica nuestro amigo estaba en estado de éxtasis absoluto. Resulta difícil describir como se sentía, pero estoy convencido que muchas santas y beatas que supuestamente han tenido experiencias divinas no han gozado ni la mitad de lo que pasó mi amigo. Lo primero que hizo fue llamar para contarme la buena nueva. Yo tuve que representar el papel que su adormecida conciencia no había sido capaz de representar y le pregunté sobre lo que pasaría cuando en su empresa lo vieran por la tele rodeado de Jennys de clase baja explicando las guarrerías sexuales que quizás llegaría a cometer. ?l no había pensado en esa pequeña mancha de su plan maestro y decidió no tenerla en cuenta.

Ahora que su vida parecía estar en las vías del tranvía del amor, encarrilada hacia un futuro de pasión verdadera, todo le parecía hermoso y cualquier tontería lo hacía feliz. Pasó los días restantes de la semana planificando sus citas y reservando restaurantes.

En los próximos episodios veremos como le va con las chicas. Ya sé que me odiáis por partir las historias pero quiero recordaros que yo soy el que se tiene que sentar a exprimir su escasa masa cerebral para modificar un suceso real y adornarlo de manera que al menos una sola persona tenga las agallas de decirme que le ha gustado. Como sé que sois impacientes, os diré que la idea es repartir las citas con las chicas entre uno o dos episodios más. En el peor de los casos serán cuatro historias, a una por chica.

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7 respuestas a “Temporada de caza: El elegido”

  1. Como siempre una historia buenísima, a ver como nos sorprendes con las siguientes. Aunque «conociéndote» a tí y sabiendo como se las trae el turco miedo me da…

  2. Gracias a todos. Ya tengo el cabezón trabajando a destajo para el siguiente capítulo. si consigo juntar las piezas saldrá hoy mismo.

  3. Si sé que va a causar tanto impacto, lo parto en cuatro cachos y vivo de las rentas el resto de la semana. Ahora me voy a tener que joder y currar la continuación.