The Chronicles of Narnia: The Lion, the Witch and the Wardrobe


Hay clásicos de la literatura inglesa que han pasado casi sin pena ni gloria por la lengua española, o quizás es que les ha de tomar un tiempo aún mayor hasta que lleguen a ser apreciados. Ahora que la literatura infantil está en el candelabro gracias a Harry Potter y su exitosa saga, alguien decidió que era hora de llevar a la pantalla otra legendaria serie de libros, que posiblemente no han llegado a tener el relumbrón que se merecen porque su objetivo son niños de alrededor de nueve años y a esas edades en España no se lee, se ve televisión y se embrutece a los chiquillos para que en el futuro puedan ser la vergüenza de Europa.

No ha mucho que hablé de los libros sobre las Crónicas de Narnia en esta página, así que mejor nos centramos en la película que abre esta serie. No han elegido adaptar el primer tomo según la cronología de Narnia sino que han optado por el primero que fue escrito. Supongo que en el futuro, si llegan a hacer todas las películas se tendrán que inventar algún retorcido giro argumental para justificar esa vuelta atrás. Comenzamos no por el principio sino cuando ya Narnia es un lugar con problemas y la bruja blanca hace de las suyas. Dicha señora seguramente pertenece al selecto club de las putas sucias y rastreras, aunque hay que reconocerle que es guapa de morirse y que tiene muy buen gusto con los trapillos que se pone. Una chiquilla encuentra una puerta para cruzar desde nuestro mundo a ese otro lugar en el que los animales hablan y las cosas son tan distintas y esto nos da pie a la aventura. La niña viaja acompañada por sus tres hermanos y allí vivirán una gran aventura.

Narnia bebe de las fuentes del cristianismo y son esos valores los que se reflejan en la forma de pensar y actuar de todos. Ahora que nuestra sociedad trata de reinventarse y renegar de aquello que nos ha formado y llevado a donde estamos tras dos mil años, es interesante el ver como alguien tiene las agallas de reclamar a tgravés del lenguaje cinematográfico la vuelta a dichos valores, los mismos que moldearon Europa y han permitido la creación de las sociedades occidentales que disfrutamos en la actualidad. En Narnia todos los caracteres son bastante extremos y siempre hay lugar para el perdón y la redención. Casi todos los malos son conscientes de que obran mal y que tendrán que pagar por ello.

De alguna forma estiraron una historia corta para convertirla en una película de más de dos horas y ese es quizás el mayor fallo que se les puede achacar. No hacía falta alargar escenas hasta el infinito, no hacía falta contar tantas subtramas que no nos aportan nada y definitivamente, si su objetivo es que los niños pequeños vayan al cine con sus padres, la duración debería ser de unos cien minutos para que los chiquillos no pierdan el interés. Durante la proyección se convirtió en habitual el ver madres saliendo con los chiquillos de la sala para llevarlos al baño, padres que tenían que ir a comprar más provisiones para que sus vástagos aguantaran y similares. Narnia es una buena película infantil que peca de querer ser grandiosa. No les hacía falta emular sagas similares. Aún así el viento de la suerte les ha soplado de cara y han conseguido una joya que perdurará en el tiempo y que nos deja con hambre de ver las siguientes secuelas.

Algo que la mayoría no sabrá puesto que intuyo que aquí soy el único que se leyó los siete libros es que los protagonistas de las historias no siempre son los mismos. Diferentes grupos de niños acuden a Narnia para vivir sus aventuras. Es un mundo al que sólo alguien con el corazón de un niño puede llegar pero no es un sitio exclusivo de cuatro estrellones. Esto al menos permitirá que cada dos o tres años, cuando llegue el siguiente episodio, los niños estén tan frescos como estos.

Resaltar lo absolutamente increíble que resulta Aslan, el león. Es perfecto, es totalmente digital y con él se ha rozado el Valhala de la animación por ordenador. El resto del mundo también resulta impactante y la música majestuosa ayuda a crear ambiente. Los chiquillos están sobrados y hacen de esta historia un deber absoluto para una de estas tardes de domingo en la que la pereza os puede y sentís la tentación de quedaros en casa rascándoos el ombligo.

Si alguien quiere hacer las cosas bien hechas, corred a comprar el libro e ir después a ver la peli, pero si no sois de los que le pegan a lo de la letra impresa, comprad el mayor cubo de roscas, el refresco gigante, la bolsa de chocolatinas y gominolas, id al baño y meteos en la sala a disfrutar del cine.
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