Traición


Yo crecí en la Isleta, un lugar que hace parecer esos barrios que se ven en la grandiosa saga del Padrino como un jardín de infancia. En la Isleta se juntaba lo más desgranado de nuestra suciedad. En mi calle había gente normal conviviendo con expresidiarios, la mayorías de vacaciones en el exterior hasta la siguiente fechoría, chaperos, putas, drogadictos y demás. No cuento a las alcahuetas porque eran pandémicas. Cuando uno madura en un ambiente de ese tipo se curte en la vida y está dispuesto a todo.

Cambiando de tercio y tirando pa’l monte, hoy quiero hablar de traición, de la traición de mi amigo el Chino. El mamón nos la jugó y lo ha pagado mil veces. Todo comenzó la semana antes de las vacaciones navideñas. Yo envié un correo al grupo de elegidos para organizar una cena navideña. Salir juntos, tomarnos unas birras, cenar y pasarlo bien. Solo los elegidos, aquellos que son merecedores de tal honor. No fue nada secreto, todo el mundo sabía que lo había organizado yo y los que no fueron invitados tampoco se molestaron, que la cultura holandesa es muy liberal en estos temas y la gente no se encabrona con uno para los restos, algo que sí sucedería en este país si te dejas a alguien sin invitar.

Entre los que recibieron la invitación estaba el Chino. ?l fue el primero en aceptarla y Yo no esperaba menos. Los demás también respondieron cortésmente y en menos tiempo del que tarda la Veneno en cambiarse la compresa ya teníamos organizad la comunidad del arbolillo. Fijamos la fecha de dicho evento para el martes, justo después del brindis navideño de la empresa, el cual nos podía servir de precalentamiento gratuito además de alternar con el resto de los colegas y beber en grupo. Fue además el día que nos dieron el regalo de Navidad y el día que Dios me obligó a cumplir el undécimo mandamiento.

Retrocediendo en el tiempo, unos días antes el Chino mandó un nuevo correo diciendo que había aceptado otra invitación y conminándonos a cambiar nuestro encuentro. Hay pocas cosas que puedan ser consideradas más sacrílegas en la cultura neerlandesa. La respuesta de todos fue fulminante. Cancela lo otro y ven con nosotros. Nuestra cita era anterior y por tanto tiene mayor prioridad. El Chino no entró en razón y se mantuvo en sus treces. Tuvimos que organizar una reunión de emergencia de toda la comunidad del arbolillo para decidir cual sería nuestro plan de acción. Optamos por una soterrada guerrilla que le mostrara nuestra desaprobación. Se declaraba abierta la veda del chino y en nuestro particular coto de caza el asiático sería la pieza a conseguir.

Llegamos al gran día. Todos dejamos de responder a intentos de comunicación del Chino. En el brindis de la empresa no tuvo cojones para aparecer, aunque lo esperamos con ansia para hacerle unos cuantos feos. Desde el Cartouche acordamos enviarle un mensaje diciéndole que le echábamos de menos y que debería venir. Se lo mandamos desde todos los teléfonos al unísono. No hubo respuesta. Allí mismo se condenó. Nos había traicionado y debería pagar por ello aún más de lo que había hecho. Si hubiere mandado una respuesta lo habríamos perdonado y acogido con los brazos abiertos entre nosotros, imbuidos como estábamos por el espíritu alcohólico navideño. Al no hacerlo, esos perversos instintos que mucha gente mantiene soterrados y yo aireo siempre que puedo salieron a la luz.

Desde la mañana siguiente se suspendieron todo tipo de actividades diplomáticas con ese paria. Dado que nuestro correo funciona con Lotus Notes y la mierda esa cuando envías algún mensaje con confirmación de lectura no hay forma de impedir que la mande, optamos por no tocar sus correos y dejarlos sin leer. Cuando llamaba, hacíamos uso de una de las ventajas de nuestros maravillosos teléfonos DECT, los cuales vienen equipados con un botón que permite Silenciar una llamada en primer lugar y con un segundo toque Rechazarla. El Chino trató de contactar con todos y nosotros al unísono le rechazamos sus llamadas, ninguneamos sus correos y lo esquivamos por los pasillos, algo fácil porque ?l trabaja en otro edificio.

Después de tres horas teníamos al colega al borde de un ataque de nervios. Elementos externos y no pertenecientes a la comunidad del arbolillo nos tantearon para averiguar si sucedía algo, enviados por el Chino. Nosotros les explicábamos la situación y pedíamos algo de colaboración para enseñar esta dolorosa lección a nuestro amigo. Funcionó. Sus sondas volvían tan vacías como habían partido. El Chino envió una oferta de paz: Colegas, ¿Por qué no en MARZO quedar para algo tomar y comer? Su mensaje llegó a través del correo interno, ese amable señor que pasa dos veces por todos los despachos repartiendo y recogiendo el correo tradicional. En la historia de las Tierras Bajas jamás hubo un insulto similar a un colectivo. No solo no se disculpaba sino que pretendía arreglar el asunto tres meses más tarde. Algo inaudito y totalmente inaceptable. Sólo un miembro de la comunidad del arbolillo respondió a su provocación. Fue el de mayor edad y lo hizo con un mensaje aún más claro: NO. Esa misma noche el Chino intentó una aproximación tangencial viniendo a mi casa por la noche. Por suerte para mí yo tenía un nuevo ágape con fiestorro y volví tarde y borracho. Sube que había estado allí por la nota que me encontré en el buzón. El hombre se lo debió de tomar fatal porque el segundo día de nuestro boicot apareció en nuestro edificio en plan coleguita.

Habló con uno de los holandeses porque a mí no pudo encontrarme, ya que lo creáis o no, en muchas ocasiones trabajo y más si es mi último día antes de las merecidas y esperadas vacaciones de Navidad. El holandés le explicó que habiendo rechazado una invitación previamente aceptada y proponiendo un nuevo encuentro para el brindis navideño en Marzo nos había dejado bien claras sus lealtades y lo importante que éramos para él. Nosotros, como ente pluricelular dotado de conciencia malévola respondíamos a su envite y lo degradábamos a la categoría de conocido con derecho a compartir ocasionalmente un café. Simple y claro.

Esa tarde, antes de marcharme definitivamente a casa de mi amigo Holandés donde tenía prevista la última juerga hablé con el Chino y además de desearle una Feliz Navidad le recordé lo decepcionados que estábamos con él, ya que no nos dejó tirados por acudir al encuentro de un chichi dispuesto a despatarrarse o por alguna otra causa perdonable, nos desechó por acudir a una fiesta de un gerente al que le quiso hacer la pelota y en donde por lo que nos contaron lo tuvieron toda la velada en un rincón sin prestarle atención.

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7 respuestas a “Traición”

  1. Si es que es verdad. Todos los chinos son iguales, muy de guardar las apariencias ante los estratos poderosos.

  2. Bleuge: ya dijo sulaco que si hubiese sido una mujer u otro excusa poderosa hubiese suavizado el dolor de la traición. Guerra al Chino por arrastrado baboso.

  3. Hay amigo mio… deberias sentirte dichoso de haber crecido en la isleta.. piensa que pocos han vivido esa experiencia emocionante y didactica. [solo comparada con los periodistas de guerra y el documentalista ese que mete la cabeza entre los dientes de cualquier que encuentra]