Un fin de semana más


Estoy reventado. Literalmente. Reventado emocional, física, intelectual, y eucarísticamente. Cuarenta y ocho horas de trote te dejan tocado, hundido y de la peor forma posible para afrontar la nueva semana que encima empezará mañana a las 6:30 cuando me levante porque quiero llegar temprano al trabajo.

Comencé el viernes cocinando para los eventos del fin de semana. Hice flan de huevo y pimientos asados e intenté hacer suspiros de Moya pero fracasé en el intento y terminé tirándolos. El sábado me levanté a las ocho de la mañana para ir al mercado a comprar calamares y algunas verduras. Aproveché para hacerme con un bolso grande y con ruedas que llevaré a Estados Unidos y a las once de la mañana me vino a buscar mi amigo el Rubio. Nos fuimos a una de esas mega-ferreterías en las que hay de todo. A las mujeres les gusta ir de compras a tiendas de ropa. A nosotros los hombres nos gustan las tiendas de electrónica y las ferreterías. Tiramos el dinero y nos volvemos locos. Me compré unas estanterías metálicas para el cuarto de debajo de la escalera, una forma de llevar el orden a un rincón caótico de mi casa en donde el desorden campa a sus anchas. Después de dejar el paquete y coger algo de la comida cocinada nos fuimos a su casa en donde pasamos la tarde pintando. Era la primera vez en mi vida que pintaba. Nos lo pasamos muy bien. Teníamos que sincronizar el trabajo con la siesta de sus dos hijos y después intentar distraerlos para terminar. Fue duro pero conseguimos nuestro objetivo y yo me revelé como la sensación con rodillo. Seguro que en una vida anterior fui artista porque ese dominio de la herramienta y esas eses en las paredes son magníficas. Después de cenar nos dedicamos al negocio habitual, es decir, bebimos como cosacos. Primero cervezas Erdinger, luego Grolsch y cuando se acabó toda (y fue mucha) tuvimos que pasarnos a la cerveza casera de mi amigo, un brebaje diabólico que tumba a cualquiera. A las cuatro de la mañana se dormía con el vaso en la mano y optamos por dar por concluida la reunión. Yo me fui a mi propio dormitorio en esa casa, la habitación que su hija ha bautizado como el dormitorio de Sulaco. A las ocho de la mañana se despertó la chiquilla y se vino directa a mi cama, a jugar conmigo. No hubo forma de seguir durmiendo. Los padres encantados porque gracias a eso ganaron hora y media de sueño. La resaca no era de las legendarias pero sí me mantuvo con un perfil bajo y procurando no agitarme en exceso. Pasado el mediodía me marché para mi casa. Llegué con el tiempo justo para limpiar un poco el salón y la cocina y ponerme a preparar la comida para la cena. Me acabo de dar cuenta que debería haber hecho fotos para poner las recetas por aquí. Cociné Lentejas con chorizo de primero y Calamares en salsa de plato principal. De alguna forma logré terminar con los preparativos a tiempo y la comida transcurrió sin problemas. Como siempre creo que me he pasado con las cantidades. No sé como acabaron los demás pero yo estoy a punto de explotar. Tengo la barriga enorme, parece un grano monstruoso. Me temo que la digestión durará horas y horas.

Y así llegamos a este momento. Sé que no podré dormirme pero me tengo que acostar inmediatamente si quiero levantarme temprano y recuperar al menos algo del sueño perdido. Se avecinan dos semanas con el tren a toda máquina. Espero no descarrilar.

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11 respuestas a “Un fin de semana más”

  1. Que sobro y no me dijeron nada????
    Yo me puse como una foca, pero hubiera seguido comiendo.
    Mi gula no tiene limites, y menos antes manjares tan deliciosos.

  2. Virtuditas, aquí arriba somos cuatro gatos pero bien avenidos. Si algún día pasas de visita por Holanda te organizo un ágape de órdago con comida holandesa e invito a toda la blogosfera española en el país para que los conozcas.

  3. Me quedo con eso, pero solo para comer, eh? que tus rutas maratonianas de visitas no son para mi, tú te encargas de la comida holandesa y yo llevo un jamoncito serrano, hace? 🙂

  4. Hecho. Mejor que jamón chorizos gallegos que ya se me acabaron los kilos que me traje cuando estuve en Galicia en el 2004.

  5. He hecho varias veces Suspiros. A la segunda vez me salieron curiosones, hace falta un buen horno para que se hinchen bien y no se quemen demasiado.