Un nuevo regreso a Holanda


La frontera para definir el momento en el que comienza el viaje es algo difusa, sobre todo cuando tu avión sale a las seis de la mañana, has de estar en el aeropuerto alrededor de las cuatro y la noche anterior quedas para ir a cenar y no te acuestas antes de las doce y media. Dormí unas dos horas, si es que a eso se le puede llamar dormir, ya que hacía un montón de calor y a las tres y media me duchaba para salir para el aeropuerto. Acabé de hacer la maleta, básicamente metiendo todo lo que tenía en la nevera en la misma y el taxi llegó a mi casa a la hora acordada. En lugar de dejarme en la parte del aeropuerto en donde están los mostradores de facturación de Ryanair, en la planta baja, me dejó en la terminal de salidas para así poder pesar mi maleta en alguno de los mostradores que hay allí. Tenía dieciséis kilos y había pagado por quince, así que moví un queso a la mochila y bajé a facturar.

Algún día alguien tiene que explicar como es posible que a las compañías tradicionales les toma media vida facturar a una persona y Ryanair lo hace en cuestión de micro-segundos. El empleado comprobó que mi maleta no tenía más kilos de los abonados y me devolvió los papeles. Subí a pasar el control de seguridad y como aún tenía algo más de una hora y cuarto hasta el momento del embarque, fui al único bar abierto a tomarme un capuchino y comerme la ensaimada que llevaba en mi mochila. Me compré una botella de agua y una vez abrieron las tiendas compré una de vino para regalarsela al Rubio.

A la hora prevista comenzó el embarque y como tenía prioridad pasé de los primeros. Nos llevaron hasta el túnel de acceso al avión (o la pasarela de embarque o el finger o como lo queráis llamar) y la puerta del avión estaba cerrada. Tuvimos que esperar veinte minutos hasta que apareció la tripulación, con el túnel petado de gente. La gente comenzaba a revolverse inquieta porque aquello no era normal cuando aparecieron, abrieron la puerta y en cuestión de segundos comenzábamos a entrar. Me senté en la primera fila, junto a la puerta. Para aquellos que aprobaron matemáticas con requeteque-matrícula de deshonor, un avión de Ryanair tiene dieciocho asientos especiales repartidos en tres filas. Están en la primera y en las filas dieciséis y diecisiete que es en donde están las salidas de emergencia sobre las alas. La gente entraba y entraba y entraba y muchos se quejaban al azafato que estaba en la puerta porque ellos habían comprado Prioridad en el embarque. La respuesta de él era siempre la misma, que todavía seguía entrando la gente con ese tipo de tarjeta y que eran muchos. Cuando acabó el embarque, la chica que comprobaba las tarjetas de embarque en el aeropuerto les dijo que aquel era su récord, que habían pasado OCHENTA personas con prioridad, lo nunca visto por ella. Con esas cantidades, solo dieciocho pillamos los sitios guapos y el resto lo único que lograron fue conseguir elegir fila. En el avión íbamos ciento ochenta personas.

Una mujer intentó meterse a mear cuando cerraron las puertas y comenzamos a movernos y el azafato la mandó a freír berenjenas a su asiento. Como se sentó delante mío y creían que los tres que estábamos allí éramos holandeses, disfruté de una conversación muy interesante en la que discutían sobre lo miserable que es la compañía y los pocos escrúpulos que tiene a la hora de vender prioridades y como la culpa del retraso la tenía el piloto por haber llegado veinte minutos tarde y que eso les jodía la planificación y por supuesto, lo pondrían en los partes que tienen que rellenar. Después pasaron a criticar a compañeros y lo mejor fue cuando uno dijo que la semana anterior había pillado a dos FOLLANDO en la parte trasera del avión, no en el baño sino en la zona en donde tienen toda la morralla que venden. Por supuesto no los delató aunque dijo que si están tan calientes como un conejo, que lo hagan en su casa antes de salir.

Despegamos y como siempre, me despedí de Gran Canaria viendo desde el aire la casa de mis padres y la isla. Creo que en once años, solo en un par de ocasiones me he sentado en la parte derecha del avión, siempre voy en el lado izquierdo para ver la isla. Cuando fuimos seres aéreos comenzó el típico mercadeo de Ryanair, vendiéndote lo habido y por haber, aunque antes de eso y mientras aún no se podía levantar la gente se levantó un tío y se acercó al baño para usarlo y se rebotó con el azafato cuando este lo devolvió a su asiento. El vuelo lo pasé usando ese dispositivo mágico que los cabezudos coreanos copian descaradamente. Me eché unas cuantas partidas al Zombie Gunship, un juego gratuito al que estoy enganchado y también al Zombie Highway, otro juego que hoy por hoy es gratis. Escuché algo de música y leí la novela corta The Lifecycle of Software Objects, escrita por Ted Chiang y que acaba de ganar el premio Hugo y también ganó el Locus.

Como lo de las turbulencias es una leyenda urbana o al menos yo no me he cruzado con ellas en mi vida, el vuelo transcurrió sin más y cuatro horas más tarde nos preparábamos para aterrizar. Cuando los azafatos se sentaron delante mío hablaban que la escalera de la puerta delantera estaba rota y no la habían arreglado en las Palmas porque la persona de mantenimiento de esa compañía tenía el día libre y solo hay una, así que tendrían que avisar para que trajeran una pero el piloto no quería. El azafato y la azafata estaban de mala leche porque no había manera de salir en hora y llegarían a casa tarde. Al aterrizar, aparcamos y el azafato trató de sacar la escalera sin éxito. Pidió al piloto que avisara para que mandaran una pero este no le hizo caso y vino a comprobarlo por sí mismo. Lo intentó repetidamente y tras un par de minutos decidió que había que llamar, pero lo hizo como si se lo descontaran de su sueldo. Al poco llegó una escalera, la conectaron al avión y salimos. Nada más llegar a la terminal vi mi maleta saliendo, la cogí, me dirigí al autobús 401 y allí había una pelotera con la gente tratando de comprar los billetes en las máquinas que hay afuera. Yo pasé sin problemas porque tengo mi tarjeta OV para el transporte público en Holanda y comencé a enviar y recibir mensajes con los amigotes.

En la estación de Eindhoven me compré un billete para el tren y una hora más tarde llegaba a mi casa. Así acabó este viaje, que comenzó bien temprano y acabó alrededor de la una y media de la tarde. Mi próxima visita a Gran Canaria será haciendo escala en Suiza ??

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5 respuestas a “Un nuevo regreso a Holanda”

  1. Lo tengo claro, por 5 miserables euros, yo tambien pagaría prioridad en el embarque, es una miseria total lo de andar regateando asiento, o ver a la gente correr como loca dandose empujones como en las rebajas del Lidl, muy cutre. Ahora, reconozco que directamente, si puedo evitarlo, no vuelo con Ryanair, incluso aunque tenga alguna escala, a no ser que la diferencia de precio sea insultante. Lo mejor de tu viaje, la conversación marujil del azafato, no se te escapó ni media sonrisilla?

  2. Entre Holanda y Gran Canaria, o Ryanair barato y eficiente, o Transavia caro y no tan eficiente o Iberia y KLM/Air Europa con parada en Madrid y un día de viaje, así que opto por Ryanair. En el pasado también volaba Martinair pero esos están a punto de desaparecer y ya solo van al Caribe y Sudamérica desde Holanda. Por supuesto con Ryanair, casi siempre cojo la prioridad para entrar de los primeros.

  3. Yo no vuelo con Cutrenair, en tu caso lo entiendo porque vuela directo, pero aun asi yo me lo pensaria…. Un beso.

  4. Yo dudaría con Vueling si operaran esa ruta, ya que esa compañía parece que ha adoptado como norma el cancelar tres de cada dos vuelos y te dejan tirado sin que hayan huracanes, cenizas, hielo o nieve.

    Tengo con ellos un billete comprado para navidades y estoy casi seguro que lo cancelarán.