Un regreso con problemas


Este relato comenzó en Un nuevo viaje a Gran Canaria

Siempre que llego al final de un viaje me entran unas ganas enormes por volver a casa y saltarme ese capítulo. Si la tecnología hubiese avanzado como nos prometían hace unas décadas, ahora nos teletransportaríamos en segundos de un lugar del mundo a otro sin más problemas. O eso o volaríamos en aviones que irían a velocidades superiores a la del sonido y estaríamos en nuestra casa en un rato largo. Ninguna de estas opciones es posible y seguimos usando el mismo medio de transporte que hace treinta años, igual de lento y ahora más incómodo.

El regreso comenzó con madrugón para llegar al aeropuerto temprano. Nuestro avión salía a las nueve y media pero queríamos estar allí antes para intentar conseguir asientos en las puertas de emergencia y así tener más espacio, algo que para mí no es necesario pero el Niño con sus cerca de dos metros va poco menos que embalado en los asientos normales. La misión fue todo un éxito y logramos apalancarnos en la fila más deseada del avión. Al pasar el control de seguridad pitaron mis zapatos (siempre sucede en España) y aproveché que estaban relajados y la del control de seguridad me enseñó que tienen una placa de metal en la suela. Los arcos de seguridad de España son distintos a los de otros países porque solo me pitan cuando paso por ahí. Como teníamos tiempo de sobra aprovechamos para desayunar y después nos apalancamos en un rincón a dormitar.

A la hora estipulada entramos al avión, el cual viajaba en primer lugar a la ciudad holandesa de Groningen (Groninga en español) y desde allí un vuelo de risa hasta Eindhoven, más al sur. El avión no se llenó del todo pero había bastante gente y muy pocos niños así que fue un vuelo tranquilo en el que pude echar una cabezadita y aprovechar para ver un par de series.

La pista de aterrizaje del aeropuerto de Groningen no es muy larga y la experiencia de tomar tierra es de esas que se recuerdan, con el piloto frenando como loco y la gente revolviéndose inquieta en sus asientos y sujetados por los cinturones de seguridad para ver como el avión se detiene a pocos metros de un bosque. En esta parada no nos permiten bajarnos del aparato y durante los tres cuartos de hora que dura lo único que se puede hacer es reírte de los fumadores (a los que no dejan salir y que después de cuatro horas muestran los mismos síntomas que cualquier drogadicto de mierda con su respectivo mono) y aprovechar que estamos en los Países Bajos para usar de nuevo la red 3G de nuestros respectivos operadores. En esta escala se bajaron unas treinta personas y subieron al avión cinco. También se produjo el cambio de tripulación y a la cabina entraron tres, algo raro porque lo normal es volar con dos. Cuando estábamos listos, cerraron las puertas y el piloto anunció que salíamos. Las azafatas hicieron una versión reducida del espectáculo de los cinturones y se ahorraron los chalecos salvavidas ya que no iríamos en ningún momento sobre el mar y el piloto volvió a confirmar que íbamos a despegar …. y no paso nada. Estuvimos diez minutos esperando sin que se oyera un ruido hasta que el hombre descubrió la llave de contacto o lo que quiera que tienen los aviones y arrancó los motores. Fue algo que nos dejó mosqueados. Después, nos dirijimos a la misma pista en la que habíamos aterrizado y pisó el freno con ganas para coger potencia y nos lanzamos en una carrera loca para no comernos el bosque en el despegue.

El vuelo desde Groningen a Eindhoven es de doscientos kilómetros y el avión no toma demasiada altura ni velocidad con lo que si no hubiese estado nublado podríamos haber visto el país desde el aire. Cuando comenzaron las maniobras de aterrizaje noté algo raro pero no dije nada. Yo he volado un montón de veces desde el aeropuerto de Eindhoven y es uno que conozco bien y me daba la impresión que algo iba mal. Íbamos bajando con los ruidos habituales, los flaps en las alas, las ruedas fuera y le comenté al Niño que el avión estaba demasiado alto y la pista estaba cerca así que tendríamos que descender bruscamente. Fue decirlo y vemos pasar la cabecera de pista por debajo de nosotros y seguimos como a veinte o treinta metros de altura. El piloto hizo un amago de bajar, cambió de opinión, aceleró los motores al máximo y ABORT? el aterrizaje. Son tres palabras nada más pero hay que vivirlo. El avión se empezó a menear, a hacer ruidos, la gente gritando, el equipaje en los compartimientos superiores que se daba golpes por el súbito cambio de rumbo y yo que vi el túnel ese que tiene un montón de luz al final y pensé que de esa no escapábamos. Por suerte no saltaron las mascarillas porque si no, más de uno se mea de miedo allí. Comenzamos a tomar altura, recogieron el tren de aterrizaje y nadie decía nada pero la cara blanca de las azafatas era información más que suficiente. Tuvimos que dar un rodeo larguísimo para volver a enfilar la pista y después el piloto se excusó diciendo que en la pista había un vehículo pero todos sabíamos que era mentira, que eso no fue lo que sucedió.

En el segundo intento de aterrizaje si hubiéramos sido católicos de verdad hubiésemos rezado pero como ni el Niño ni un servidor gustan de dejarse tocar por curillas de mierda y ambos hemos renegado de ese Dios tan pervertido hace mucho tiempo, cruzamos los dedos y nos leímos de nuevo las instrucciones por si había que abrir la puerta de emergencia que teníamos a nuestro lado. Este ha sido el aterrizaje más tenso de toda mi vida, con todo el avión sin fe ninguna en el piloto y con una tensión que se podía respirar (o quizás eran los gallumbos de más de unos marcados con la tensión tan grande que vivieron).

Según se abrieron las puertas salimos a escape y les deseamos suerte a los cinco que tenían que sobrevivir a otro vuelo con el mismo piloto (o con el mismo trío de pilotos) y corrimos a recoger nuestras maletas, las cuales tuvimos que esperar un gran rato porque en ese momento llegaron tres aviones de Ryanair y esa compañía tiene algún tipo de acuerdo con el aeropuerto para que les den preferencia y así poder salir por patas más rápidamente. Tomamos el autobús que nos llevó a la estación de tren de Eindhoven y allí un intercity hacia Utrecht y Amsterdam (para el Niño) y con este viaje que pudo dejar a la mejor bitácora sin premios en castellano sin su autor, así acabaron estas vacaciones.

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15 respuestas a “Un regreso con problemas”

  1. Tres pilotos serían los dos oficiales y el becario. Ya sabes cuál de los tres fue el encargado de aterrizar. 🙂

  2. Por cierto, igual te interesa ésto para ahorrar equipaje en tus viajes y evitar sablazos en las líneas aéreas de bajo coste.

  3. Uffff con el pánico que tiene la gente en el momento de aterrizar no me quiero imaginar el panorama después de abortar el primer intento!

    Toco madera para la próxima vez que tenga que coger un avión!

  4. Con lo que me cuesta coger un avión si me pasa algo así creo que los proximos destinos de mis vacaciones serían los que pudiera ir en bus o en tren.

  5. Yo lo único que lamento es no recordar el nombre del piloto para poder echarle un mal de ojo y que se cague en todos sus muertos. Esto dicho sin acritud y con mucho talante de ese de las Alianzas de las Civilizaciones.

    JC, yo ya hago algo parecido con mi chaqueta de invierno que tiene bolsillos por todos lados. Meto todos los cargadores, escondo la cámara bajo la misma, me pongo los objetivos colgados del cinturón y cuando estoy en el mostrador de facturación, sudo como un cochino y oculto quince kilos en el cuerpo. En esos momentos me siento camello.

  6. Tu tienes todos tus papeles arreglaos por si te pasa algo?
    bromas aparte, yo he volado en un ATR con alerta naraja de temporal y por la noche: es inolvidable, las sacudidas eran como de 50 metros en todas las direcciones y el atterizaje fue como el que deja caer a un ladrillo.

  7. Y lo peor es que pensaba que me harían la cremación y la mamona de mi amiga Waiting no estaría porque dejó Europa y ya no quiere volver. Te juro que te persigo como fantasma por lo menos cien años ?? y me enmascaro con el careto horroroso del marico hechicero de Ginebra.

  8. Lo del fantasma ya es malo, pero con ese careto…. uf… eso es tortura! 😉
    Me alegro de que al final sobrevivieses y sigas escribiendo cuando vuelva de MIS vacaciones, el 1 de septiembre, porque es más que probable que la que suscribe desaparezca este mes de la red de redes. Que siga todo igual por aquí, buen verano a todos!
    PD- Si, os echaré un poquito de menos, pero nunca lo reconoceré.

  9. No me las perderé, solo las atrasaré, porque cuando vuelva me las leo todas en la primera semana, que no se os puede dejar solos! 😛

  10. Dios MIO, eso es una amenaza y lo demas es cuento, me ha dado de todo de imaginarme que eso pudiera pasar… Eres tan malo que eres capaz de morirte con tal de hacer que vuelva a Europa antes de que termine mi periodo de vacaciones largas larguisimas. Igual te quiero. Y SI, volveria por tu funeral que sino la gente que lee esta bitacora y ha visto esta amenaza se darian cuenta que soy una mala persona.
    Besos.