Vamos a la playa …


Aquí arriba estamos en medio de una ola de calor. Es maravilloso. Después de todo el frío, toda la lluvia, los días negros y los colores neutros, el clima ha despertado el gigante dormido. Treinta grados de temperatura, cientos de millones de mosquitos, las plantas generando polen a toneladas, las flores reventando por doquier con colores extravagantes, las tías enseñando el potorro en las bicis día sí y día también hasta que el hastío hace que ni las mires, los julandrones paseándose en bicicleta con pantalones demasiado cortos que dejan escapar sus huevos y las moras pasándolas putas con todos esos trapos de fregadero que se ponen encima. Desde que llegó el buen tiempo vivo en la calle, como todo el mundo. El sábado me levanté pronto, fui al supermercado a avituallarme y después de eso me puse el bañador, me metí en el tren y me fui a pasar el día a Zandvoort, una playa cercana a Amsterdam a donde se puede ir en tren, que te deja a doscientos metros del mar. Es sencillamente perfecto.

En años anteriores la compañía de ferrocarriles nos torturaba con el Bangalore express, un tren de los más viejos, sin aire acondicionado y sin ventanas en el que sudábamos la gota gorda y las pasabas canutas. Tenía su gracia. Te metías allí dentro a cincuenta grados o más oliendo el sudor de cien mortales y pensabas que te morías y que no sobrevivirías al viaje hasta el momento en el que una vieja se desplomaba y todos nos partíamos la polla de risa. Aquello era un prueba de supervivencia en toda regla. Por desgracia la gente se debe haber quejado lo suficiente porque nos han puesto unos trenes estilosos con todos los lujos y comodidades posible y ahora con el aire acondicionado ya no es lo mismo. Le han quitado gracia al asunto.

En mi sangre hay algún vestigio de gitanerismo y por ahorrarme cuatro euros me compré billetes separados entre Utrecht y Amsterdam y entre esta última y Zandvoort. Como en uno de los tramos no me lo revisaron al día siguiente pude reutilizar el billete y mi cuenta corriente se engordó con un dineral. Para el resto presentaré una queja de devolución de dinero por retraso y recupero la mitad. Este es el tipo de cosas que se aprende de los amigos holandeses. Serán rubios, altos, bellísimos y todo lo que queráis pero a la hora del ahorro y de los chanchullos no hay color y no existe ninguna otra raza en el mundo que los supere.

Ya en la playa me posicioné junto al chiringuito diecinueve, un lugar al que llevo yendo unos años. El primer día no hubo nada que reseñar pero el segundo día la cosa estuvo más amena. Ese día jugaba la selección holandesa en el mundial y la gente iba vestida de naranja. A la hora de comenzar el partido la mitad de la gente se dirigió a los chiringuitos y supimos como iba el juego por los gritos que daban. Cuando Holanda marcó el gol de la victoria se oyó un rugido que recorrió toda la playa y la gente comenzó a bailar, saltar y gritar. Sobre las cinco de la tarde aparecieron un montón de barcas de los equipos de salvamento y empujaron a la gente para que saliera del agua en la zona en la que me encontraba yo. Primero pensé que habían avistado un tiburón o algo parecido porque daban pasadas por el agua sin razón aparente. Después me enteré que una de las panolis que estaba distraída viendo el mundial había perdido a su hijo y como estaba en el agua quizás se había ahogado. Lo buscaron como media hora y al final se marcharon sin resultados aparentes. Imagino que alguien devolvió al chiquillo en algún otro lugar. La madre lloraba como un alma en pena pero más le habría valido no despistarse cuando su hijo estaba en el agua.

Fijándome en los vigilantes de la playa me di cuenta de lo falsa que era aquella serie que me obnubiló en mis años mozos. Aquello sí que eran vigilantes. Unas tías con silicona hasta la pipa del coño, con unos cutis perfectos, un pelo perfectamente cuidado, un maquillaje que no se caía jamás y que siempre corrían con aquel vibrador rojo enorme en las manos y se tiraban a salvar al gilipollas de turno que siempre se ahogaba a dos metros de la orilla porque aquellos ángeles no sabían nadar y de lo que se trataba era de verlas correr con esas tetas bamboleantes y luego disfrutar de la visión de su salida del agua con esos pezones que se marcaban hasta romper el bañador y encender nuestras calenturientas imaginaciones. Lo que teníamos en la playa era una panda de barrigudos rubios que posiblemente flotarán con esas tripas y que dudo mucho que puedan correr ni diez metros.

Después del espectáculo recogí mis cosas y volví a casa deteniéndome por el camino en Amsterdam Bijlmer para ir al cine. Esa parada está junto al estadio Amsterdam Arena, templo legendario para los amantes del fútbol y que seguro que todos conocen. La zona es la parte sur de la ciudad de Amsterdam y hay que decir que aquello es una mierda de barriada. Es de los pocos lugares en los que paso miedo de verdad. Por la calle avanzan hacia uno unas bandas de marroquíes que si te pillan solo te dan la extrema unción. Conozco a un colega al que le robaron la cartera y todo lo que llevaba encima por allí. Después del cine la estación de tren estaba totalmente desierta y como no me apetecía para nada quedarme allí veinte minutos haciendo de blanco perfecto me fui en metro a la parada anterior y cogí el tren allí. La estación de Duivendrecht es un oasis de calma en aquel lugar.

Al llegar a mi casa mi vena creativa estaba palpitando y para calmarla cociné champiñones rellenos de chorizo pero para esa receta tendréis que esperar a otra ocasión.


5 respuestas a “Vamos a la playa …”

  1. Los hombres de esa serie si que estaban totalmente masticables… ñam ñam. El problema es llegar a las playas de verdad y encontrarte a tu vecino, esquelético, lleno de granos y lo peor, aburrido y con ganas de cháchara, paseando con el supositorio ese en la mano, que encima te mira toda la playa (curiosidad enfermiza humana) para saber si te estará echando la bronca por algo. El día que encuentre a un Mitch Buchanan, me monto un campamento playero y que me vigile lo que quiera.

  2. Parece mentira,Sulaco, que cayeras en la trampa de Los Vigilantes. Se trataba de hacer famosas a unas actrices de tres al cuarto que, en algunos casos, habían jugado a las becarias con el Mitch, que producía la serie, ¿por qué será?.
    En fín, veo que estás cogiendo la temperatura adecuada en el cuerpo, ya estabas demasiado tiempo frío interior con mucho calor mental.

  3. Era una serie muy carnal, la ponían por la tarde a muy buena hora, y todo el mundo vestía con colores muy vivos que hacen que mantengas la atención. Además era todo tetas.

  4. Mitch Buchanan. Me encuentro yo a ése y me monto un iglú en Mongolia, bien lejos de él.

  5. El Mitch debe ser el hijoputa que se ponía delante de las tías cuando estaban mojadas y lo único que queríamos era verles las domingas.