Volviendo a ver las mismas estrellas


Ayer fui al cine a ver por segunda vez Bajo la misma estrella – The Fault in Our Stars. Con todo lo que me gusta el cine y sabiendo que ésta es la mejor película del 2014 para mí (hasta el día de hoy), he retrasado la visita al cine en multitud de ocasiones. Reservo la entrada y siempre encontraba buenas excusas para evitar el ir de nuevo. La razón es el dramote de la película, preciosa pero de esas que te revientan emocionalmente y te tienen llorando mucho tiempo. También he mantenido un perfil bajísimo con amigos y conocidos y hasta que no la quiten de la cartelera no diré nada y así evitaré que me chantajeen para que la vaya a ver con ellos. Ayer, un martes por la tarde, esperaba que el cine estuviese vacío y cuando vi la tropa, flipé en blanco y negro y colores brillantes. Todo la juventud de la ciudad está yendo a ver esta película, en enormes manadas con hembras y machos, lo cual me fascina aún más porque no estamos hablando de una película de acción o de una comedia sino de un drama, drama, sin prácticamente efectos especiales. Me alucinó aún más que muchísimos se habían leído el libro, una sencilla historia de amor entre dos jóvenes con los que se ha ensañado el destino. Yo arranqué con el pañuelito en el bolsillo para no mojarme todo cuando empieza la llorera.

Ver una película varias veces te permite apreciar cosas que la primera vez se te escaparon, detalles que estaban ahí y contribuyeron al conjunto pero que no supiste separar. Entre esos detalles, me gustó la banda sonora. Tienen una selección de canciones tristes y suaves fabulosa. Hay un par de canciones en el segmento que transcurre en Amsterdam geniales. También vi que su paso por la ciudad fue en otoño, justo en el momento perfecto, cuando las hojas de los árboles cambian de color antes de caer. Esa es mi época favorita en los Países Bajos. Estamos rodeados de verde, verde y más verde y un día los árboles deciden que ha llegado el momento y durante las siguientes dos semanas tenemos una explosión increíble de colores, muchas veces irreales. Ayuda la arquitectura floral urbanística, la exquisita selección de árboles que reparten por bosques y ciudades para conseguir el efecto ya que no es aleatorio, es algo querido. En esos días, en Holanda pasean por los bosques hasta los que odian la naturaleza ya que todos sabemos que a esa explosión fabulosa de color seguirán casi seis meses sin hojas y sin colores. En los momentos de la película en los que están en las calles de Amsterdam, la luz del otoño y los colores cálidos crean escenarios preciosos, que aprecio aún más porque camino por esas mismas calles y juraría que me he sentado hasta en el mismo banco.

Otro de los detalles que aprecié aún con más intensidad es lo buen actor que es Ansel Elgort. Creo que ya soy fans y se ha ganado que vaya a ver películas únicamente por su presencia, salvo que las dirija el capullo del Peter Jackson, que caga los masques con una frecuencia anual. Hay un instante en el que Ansel Elgort tumba todas mis barreras y sucede en el avión. Está mirando la película Aliens, mi película favorita desde siempre, LA película, la mejor obra de ciencia ficción hecha en la historia del cine. En la película, ponen el momento en el que Sigourney Weaver le dice a la rata alienígena Get Away From Her You Bitch, frase que en la versión doblada al español quedaba como truscoluña no es nación o algo parecido. Gran parte de los efectos especiales de la película los lleva este chaval, ya que aparece con una pierna amputada en varias escenas.

Otro de los actores que en el segundo pase pude apreciar mucho más es Willem Dafoe que se lo curra que no veas para que lo odiemos. Desde el primer segundo que aparece en pantalla destila un aura de mala persona que le garantiza el pasaporte truscolán y lo curioso es que cuando en un momento determinado parece tratar de redimirse y sacar su lado más humano, su sombra es tan grande y densa que no se lo permite. No hay muchos actores que puedan hacer algo así de una manera creíble.

Por último, esta película nos recuerda que la historia, el relato que nos quieren contar, es lo más importante a la hora de hacer buen cine. Te puedes gastar fortunas en efectos especiales, en pagar salarios de actores, en meter la mejor música pero si la historia no vale, el resultado será mediocre. En este caso todo gira en torno a una trama sencilla, el primer amor y a la fatalidad e injusticia del cáncer. No hay treinta y cinco tramas secundarias, no hay flashbacks, no hay nada. Hay un pequeño infinito que nos lleva por un corto periodo de tiempo y nos recuerda que hay que saber apreciar cada momento ya que incluso nuestras vidas infinitas tendrán un final.


4 respuestas a “Volviendo a ver las mismas estrellas”

  1. Por lo que cuentas (la masiva afluencia) me recuerda a El club de los poetas muertos. Sin querer entrar en comparaciones argumentales ni calidad fílmica. Simplemente que de repente todo dios quería ir a verla para llorar a moco tendido.

  2. A los jóvenes también les gustan los dramones para llorar a moco tendido y consolarse mutuamente cuando van en pareja…
    Salud

  3. Genín, no estamos hablando de parejas, sino de grupos de veinte o más adolescentes yendo juntos al cine a ver un dramote de que te cagas sin efectos especiales, ni transformers o comemieldas orcos y hobbits.

    La única pareja que detecté eran las dos lesbos que se sentaron detrás de mí y que al rato comenzaron con el frotamiento de la pipa, que hace ese ruido tan similar al de encender fuego con un palito como cuando vamos de campamento siendo menores.

  4. ¡Han progresado!
    Ahora se consuelan en grupos… 🙂
    Ese ruidito del frote de pipas, me gusta, sobre todo cuando lo produzco yo…. 🙂
    Salud