Supongo que nunca pudimos imaginar que al final nos comunicaríamos con sistemas tan sofisticados como una bitácora. Al menos yo no lo habría creído si alguien me lo cuenta hace una década. Tampoco es que seamos muchos en este negocio. Los que generan contenido son una minoría. Los que consumen son muchos más. Para dar el salto hace falta algo que no todo el mundo tiene, sobre todo cuando se trata de bitácoras personales. Es muy fácil crear una página que replica noticias y vídeos. Eso lo puede hacer hasta un trozo de carne con ojos. Estamos siendo bombardeados por información, la cual se multiplica tanto que nos aturde. Hace ya tres años que dejé de leer los correos que me llegaban con divertidas presentaciones que no podía perderme, listas para salvar a esta o a aquel de una muerte segura o de una dolorosa ablación y comencé a practicar el bloqueo a destajo de todos los que me bombardean con esa basura.
No puedo hablar por otras personas que mantienen sus propios mundos pero en mi caso este es un lugar muy conocido entre familia, amigos, compañeros de trabajo y colegas de todo tipo. Nunca lo he ocultado, no me he creado un universo paralelo en el que nadie me conoce y en donde puedo decir cosas que en la vida real no podría. Elijo cuidadosamente lo que quiero contar de mi vida y la forma en la que lo quiero hacer y os aseguro que la información se puede interpretar en múltiples niveles. Aquellos que me conocen son capaces de extraer mucho más que los lectores casuales o recurrentes que no conocen mi historia. Imagino que para todos esos que siempre pensaron saberlo todo de mí estos años compartiendo secretillos no han sido sorprendentes aunque sí divertidos. Lo habitual era que yo fuera el que se interesaba por conocer casi todo de los demás y ahora es al contrario, me he vuelto tan ególatra que no dejo de hablar de mí mismo. Y aunque yo lo olvido casi inmediatamente mis amigos cuando me ven se refieren a sucesos que he contado y de los que ya no me acuerdo. Me sucede continuamente y he terminado por aceptarlo. Forma parte del juego. Yo os bombardeo con información sobre mi y vosotros usáis la que queréis y de la forma en que os place.
Todo esto viene a cuento de algo sobre lo que reflexionaba el otro día. Comparaba las relaciones con el círculo de amigos que están en el núcleo de mi mundo y la conclusión es que en mi caso tener una bitácora es algo muy positivo y que ha contribuido a enriquecerlas. Les descubro pequeños rincones que posiblemente no conocían y cada uno entra y lee lo que quiere y cuando le apetece. El sistema funciona muy bien y lo complementamos con conversaciones telefónicas, correos y charlas a través del Messenger. No todo es información digital. Los viejos sistemas siguen funcionando. Mi amigo el Rubio se niega a visitar la página porque dice que no escribo en inglés o en holandés y me obliga a comunicarme con él casi a diario para compartir secretos y mentiras. Como él hay otro montón de gente que son los que hacen que mi vida social sea tan intensa y no pare en casa. A través de la bitácora he conocido a un montón de gente interesante y no estoy hablando de conocimiento virtual sino real. Si alguien queda atrapado en las redes de Distorsiones siempre cabe la posibilidad de que nuestros caminos se crucen.
También hay riesgos y la exposición a desconocidos te trae algunos días en los que te gustaría tener una pistola láser y vaporizar a algunos pero por lo general el balance es muy positivo. Así que al final de todo este rollo lo que queda claro es que seguiré con mi pequeña linterna apuntando a este o aquel rincón y espero que aquellos que lo leen sigan pasándoselo bien y por favor, no le sopléis a más nadie que este lugar existe porque ya somos demasiados.