Dentro del infinito universo del Hembrario, el cual espero llegar a abarcar completamente algún día, tenemos cosas tan curiosas como aquella de la cual quiero hablar hoy. No siempre han de ser los tipos relacionados con comportamientos sexuales y con más de veintidós anotaciones dedicadas al tema comienzo a hilar fino para encontrar esos nichos que pueden describir un tipo determinado de mujer. Os recuerdo que las diferentes categorías no son excluyentes, un putón verbenero puede ser una Jenny o una bosta puede estar desbaratada. Hoy quiero centrarme en las Marimandonas, un tipo que incluso está reconocido por el diccionario de la Lengua Española y que definen como mujer voluntariosa y autoritaria.
En realidad una Marimandona no existe como ser individual, nunca las veréis solas porque la misma esencia de su existencia está vinculada a otras mujeres. La marimandona aparece con el grupo y todo grupo tiene una y solo una. Cuando por alguna razón se juntan dos la situación se resuelve con una batalla de la que sólo puede sobrevivir una, la otra tendrá que buscar otro grupo y restablecer su poder. Hay hembras sumisas que pasan su vida saltando de marimandona en marimandona, aceptando que otras les indiquen lo que tienen que hacer o con quién pueden estar y ni se plantean el dudar de esa ficticia autoridad. Se someten sin mediar palabra. En algunos casos están bajo el control de múltiples marimandonas, una en el trabajo, otra en su círculo de amistades, otra en su familia y se amoldan perfectamente a lo que cada una de ellas impone.
Cómo y dónde surge una marimandona aún no ha podido ser explicado. Existen documentos que atestiguan que desde el principio de los tiempos han caminado junto a nosotros. Son las cancilleres que regulan la jerarquía en la manada, establecen y mantienen su poder mediante el chantaje, la lengua viperina y fundamentalmente el abuso y humillación de las otras. La marimandona tiene un don innato para detectar los puntos débiles de sus compañeras y lo usará para encauzar sus vidas. Les dirá lo que tienen que hacer y cómo hacerlo y cuando alguna de ellas se obstine y no le haga caso, actuará rápida y contundentemente para devolverla al redil sin escatimar saña alguna. La marimandona conoce perfectamente sus límites y se limita a ejercitar su poder con otras mujeres y niños, y jamás cruza la línea y trata de imponerse a los hombres. Es algo extraño y difícil de explicar y algunos expertos en la teoría femenina creen que este hecho está ligado a su propia supervivencia. Por supuesto que existen mujeres que controlan hombres pero esas no son Marimandonas, son ejecutivas agresivas, jefes competentes o buenas profesionales.
Recuerdo los años de escuela cuando una de las niñas, la marimandona oficial, controlaba todo el rebaño y hacía y deshacía a su antojo, rompiendo parejas, creando otras, estableciendo pactos con los machos circundantes y definiendo claramente las relaciones de poder en el colegio. Si alguien quería algo con alguna de las hembras de su manada, o pasaba por el aro y se la camelaba o mejor se pelaba el pirulí hasta sacarle punta porque no conseguiría nada del objeto de su deseo, era un prerrequisito el conseguir la aprobación de la marimandona.
También es de notar que NO existe el marimandón, esa palabra no está reconocida en el diccionario porque no existe un término para describir a un hombre autoritario que arrastre la carga despectiva que tiene el de marimandona.
La próxima vez que veáis un grupo de mujeres, miradlas bien, rebuscad en ese grupo alegre y dicharachero y observadlo. Pronto averiguareis cual de ellas es la marimandona por su forma de moverse, de hablar, de dar órdenes directas y si queréis entrarle a alguna de ellas, ya sabéis cual debe ser vuestra primera parada. La única forma de evitar su influencia es con una estrategia de aislamiento que separe a vuestro objetivo del resto del grupo y de esa forma la influencia de la marimandona no será tan decisiva, pero incluso en ese caso puede suceder y sucede que la marimandona no apruebe vuestra relación y hará lo imposible por acabarla y en sus manos está la autoestima de su subordinada.
Nunca me cansaré de repetirlo. Si quieres leer todas las anotaciones relacionadas con esta, entra en el Hembrario y que Dios reparta suerte