Distorsiones

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  • Ikea y el Chino

    19 de octubre de 2005

    El otro día estuve ayudando al chino a montar su nuevo dormitorio de Ikea. Cuando me dijo que lo había comprado casi me desmayo de la impresión. Es la primera vez en la historia que el chino compra muebles nuevos. Se ha comprado la cama, el aparador y un armario monstruosamente grande. El chino casi no tiene ropa pero debe tener planes para comprar millones de cosas porque el armario es de 243 centímetros de alto, un metro veinte de ancho y sesenta centímetros de fondo. El techo de su casa tiene 244 centímetros así que queda escasamente un centímetro libre. Para ensamblar semejante mamotreto nos la vimos bien jodida. Yo soy uno de los cinco campeones de montaje de los muebles de esa empresa sueca, pero si mi compañero de curro jamás ha estado expuesto a dichos muebles es casi una misión imposible. El chino agitaba el cabezón y trataba de descubrir el lado oculto del dibujo que tiene un cacho de madera y tres tornillos y hay que ponerlos juntos. No hay más ciencia, hasta mis amigas canarias podrían hacerlo, pese a sus graves carencias intelectuales de todos bien sabidas. Sin embargo el asiático estudia el dibujo durante diez minutos para al final decir: Eso es lo que yo quería decir. Algo que podríamos haber hecho en un par de horas nos tomó siete. Con la cama fue la pesadilla máxima, yo frito por acabar y mi amigo dale que te pego a mirar y remirar el puto dibujo. Terminé por pasar de él y montarla yo solo. Para cuando acabó con las instrucciones yo ya la tenía hecha y sólo por ver su cara mereció la pena. Le pregunto por el colchón y me dice que no lo ha comprado porque piensa reutilizar el colchón que recibió en 1998 de otro chino y que ha usado desde esa época, aunque por no tener cama siempre lo tuvo en el suelo. El colchón tiene unos lamparones marrones de cuidado, pero yo todo sonrisas, que ya me conozco a la parroquia y si le digo algo terminamos en una de esas discusiones surrealistas.

    El colchón encima no terminaba de encajar con la cama, pero nada que no se pueda arreglar con un poco de presión aquí y allí. El chino es también agradecido y me invitó a cenar en un restaurante chino que tenemos en nuestro barrio. Según entramos nos dio mal rollo, porque nosotros para esto de la comida del Imperio Asiático somos muy exigentes. La camarera era china pero no entendía a mi amigo, lo que atribuimos a que era de la rama pobre de la raza y hablaba chino cantonés, en lugar del elitista y privilegiado chino mandarín. La tía parecía más tonta que una modelo. Le explicamos que no queríamos cubiertos, sino palillos y se le cruzó la compresa del susto. Se marchó, conferenció con los otros, volvió, se fue nuevamente y después de arduas gestiones consiguieron unos palillos para nosotros. Le explicamos que cuando se come con palillos no se usa plato sino un cuenco pero el concepto no terminó de cuajar y nos tuvimos que joder. Por esto perdieron veinte puntos. Cuando pedimos el menú en chino y nos dijeron que solo tenían menú en holandés perdieron cincuenta puntos más.

    La observación meticulosa del menú nos terminó de acojonar. Estaba pensado para incultos e insensibles rubios cabeza de queso sin conocimiento de una cultura milenaria. Optamos por una aproximación conservadora y pedimos un par de platos que conocemos. Para las bebidas nos fuimos al té chino, como hacemos siempre y la tía no tenía ni puta idea. Otro disgusto y diez puntos menos. Ya por ahí sabíamos que no iba a haber propina. La comida llegó pronto y he de decir y jurar y perjurar que no era muy buena. De mediocre tirando a mala, como la que se puede comer en cualquier chino de Gran Canaria, con esos platos atiborrados de salsa para tapar la carne de gato y de rata que usan. Por la comida les quitamos quince puntos más, así que concluimos que de cien posibles puntos consiguieron cinco. Jamás volveremos a pisar dicho local.

    Volvimos a casa de mi colega para continuar montando los muebles porque esto sucedió entre medias. Al día siguiente me dijo que durmió fatal porque la cama es muy alta ya que está acostumbrado a dormir a nivel del suelo y porque el somier le está matando. Me lo encontré en el tren ya que yo voy en bicicleta hasta la estación y el va en guagua, al menos hasta que se compre una bicicleta que pueda dejar en la estación (o sea, una nueva bicicleta de dudosa procedencia) o una que pueda doblar y llevar con él en el tren (como La Macarena de un servidor).

  • Mismamente yo

    18 de octubre de 2005

    Voy a aprovechar un comentario dejado en esta anotación para hablar un poco de mi página y de los engranajes que la mueven.

    ¿Cúanto tiempo le dedicas? Si asumimos que no veo la tele, que soy un borde y que por razones desconocidas las cosas más asombrosas suceden continuamente a mi alrededor, en total le estoy dedicando a esta bitácora más o menos una hora y media al día. El armazón es WordPress y lo cambio 4 veces al año, evento que me hace perder un domingo o quizás día y medio. O sea que no es mucho tiempo. Las historias tienen un 70% de realidad y un 30% de distorsión. El turco existe, igual que el chino, el holandés, er Dani y cualquier otra persona nombrada. Las cosas suceden sólo que yo las miro por el lado equivocado. Aquellos que tienen acceso completo a mi gigantesco archivo de fotos conocen la jeta del chino, del turco, de un servidor, de bleuge y de otros y otras. En el pasado, en la versión 1.0 de esta página, había una sección denominada El mito en la que tenía fotos con todos mis amigos y conocidos (siempre un servidor y …). Eliminé esa sección a comienzos del 2004, más que nada porque esto empezaba a ser visitado por gente que no sólo eran mis amigos y no quería problemas. ¿Hay fotos mías en Internet? Ciertamente. En la bitácora de Kike hay al menos una.

    ¿Vas a dejarlo? No tengo ni idea de lo que sucederá en el futuro, pero os aseguro que no hay ningún plan en mi cabeza para acabar con este entretenimiento y para aquellos que pierden el sueño por esto, decir que he pagado un año de alojamiento y dos de dominio así que hay distorsiones para rato. Igual que otros ven fútbol, escuchan reggaeton o se la cascan frente a sus ordenadores viendo fotos del padre Arpeles, yo escribo y me río con las cosas que hago. Por aquí pasan mi familia y amigos con cierta frecuencia. También se ha creado una pequeña comunidad del mambillo que comenta y crean parroquia. Con algunos hablo por el messenger de cuando en cuando. Con otros hablo por teléfono habitualmente. En esta página nunca hay descanso. Casi nunca publico en directo (hoy es una excepción), por lo general lo tengo escrito con al menos una o dos horas de antelación y en ocasiones con días. Si sé que no voy a estar el fin de semana, lo preparo unos días antes. En mi escritorio hay un fichero con frases que me recuerdan las historias que quiero contar y a veces salen después de un día y otras veces no salen o tardan, como es el caso del viaje a Nueva Orleans que me está tomando un año o como la historia der Dani, que sucedió realmente tal cual la estoy contando y de eso da fe alguno de los comentarios de mi amigo Sergio. El nombre de dicho fichero es kk.odt (extensión por defecto para documentos del OpenOffice)

    ¿Siempre acabas lo que empiezas? No. Entre las cosas que llevo macerando siglos y que no terminan de cuajar se encuentran los siguientes títulos: Frugoni es un nombre de tango, la fea del bar, las chochas de las ranas (con foto), el concurso del pub irlandés, las melopeas con el holandés, el friki con la rusa, especialista en cosmetología, el musical de LaMasmo, 4 libros que ya he leído, una película que me falta por comentar, minusválidas cerebrales, en fin, un montón de cosas que quiero contar y que no acaban de salir. Además de todo esto, cada día sucede algo especial a mi alrededor, algo que quizás otras personas no ven pero que a mí particularmente me llama la atención. Puede ser un puercoespín en el parque que hay detrás de mi casa como el que vi esta mañana, o un accidente de coche como el que presencié el otro día, o un intento de suicidio en el río Maas desde un puente de la ciudad de Maastricht como el que vi hace 3 años, siempre hay momentos que merece la pena retratar. Si consigo visualizar el lado divertido o ameno de esos momentos, entonces tengo una historia. Si no lo logro, pues acabarán como una línea de ese fichero de cosas inacabadas.

    Lo duro de escribir es comenzar. Una vez se adquiere el hábito es muy fácil seguir haciéndolo. Espero alcanzar algún día algo de calidad pero tampoco me agobio por este pequeño detalle. Mientras me divierta y sirva para que los míos sepan algo de mi no me detendré. El sábado discutía con mi amigo el turco sobre este tema. Todos los que me conocen y leen esto saben muchísimo de mi vida mientras que yo no sé casi nada de las suyas. Cuando viajo a España la gente me pregunta por el chino, por sus gárgaras, por los problemas sexuales del otomano, por mi reincidencia en películas malas, por esto o aquello que han leído y que les produjo algún tipo de sensación. Yo únicamente puedo extraer la información que ellos están dispuestos a darme y que generalmente no es mucha.

    ¿Hay una parte que no cuentas? Pues sí. Cuento lo que me parece y me cayo lo que creo conveniente. Regulo la cantidad de información que suministro al igual que hace todo el mundo. Protejo a las personas que no quieren que se hable de ellas y no cuento esas historias (y creerme, hay algunas fantásticas).

    ¿Siempre publicas a las mismas horas? Al menos lo intento, son las ventajas del diferido. En muchas ocasiones las cosas salen cuando estoy en el trabajo (por las mañanas) o por ahí de copas o en el cine.

    Y para aquellos que sienten algún tipo de curiosidad malsana, este ha sido mi día: me levanté a las siete, perdí la guagua y tuve que esperar diez minutos por la siguiente en la calle a ocho maravillosos grados de temperatura, a medio camino cortaron la calle para que salieran los coches de bomberos de su cuartelillo y por culpa de esto perdí el tren, lo cual me obligó a pasar otros quince minutos al fresco. El tren llegó tarde, la guagua para ir al trabajo salió antes de tiempo y tuve que coger otra que me dejó a cinco minutos andando. Tenía previsto dedicarme a verificar una aplicación de la que soy responsable de producto pero no pude porque aparecieron problemas en España, Dinamarca, Alemania y Austria en otro programa y tuve que ayudar a esa gente. A mediodía me fui a caminar con uno de mis colegas que no quiere que hable de él y después del paseo lidié con otra crisis internacional. Tuve un par de reuniones por la tarde, fui a mi médico a ponerme la vacuna contra la gripe y a las cinco me fui andando a la estación de tren y compré un billete para ir al aeropuerto a recoger a mis padres que llegaron esta tarde. Se les perdió una maleta así que tuve que esperarlos hasta que rellenaron todos los impresos. Después nos vinimos en tren a Utrecht y mi amigo el holandés nos recogió en la estación y nos trajo a casa. Estuvimos hablando y tomando cerveza hasta las nueve, que fue cuando cenamos y un poco más tarde mis padres se fueron a dormir, agotados. Ahora escribo esto y pronto yo también estaré entre sábanas.

  • Las dos semanas pasadas en Distorsiones

    18 de octubre de 2005

    Habemus casa. Ya han pasado diez días desde que me mudé a er Chumino, ese pedazo de vivienda ubicado en la histórica ciudad de Utrecht. He andado algo liado y por eso no he podido mandar el correo habitual. Aunque a un ritmo más pausado, Distorsiones, ese lugar en el que el universo gira descompasado ha seguido retorciendo sus líneas y avanzando hacia un cierto desastre. Sobre el tema de la casa se ha hablado bastante en Ya era hora, ahora me toca a mí, La firma y La mudanza, historias que han sido agrupadas en una nueva categoría denominada Mi casa. También hay un montón de Fotos sobre el tema: Salón vacío, Segundo dormitorio, Dormitorio principal, Puerta de la calle, Cagadas invertidas, Trastero bajo la escalera y Antes de la mudanza. La despedida de la vieja casa y de todos los recuerdos que encierra sucedió en Mi vida en Hilversum, un melancólico repaso a las fotos de la ciudad que han aparecido por aquí. Sobre mi nueva ciudad, Utrecht, podéis ver una Foto en El Dom desde la biblioteca.

    Pese a este empacho sobre la mudanza, algo que se veía venir, hubo tiempo para otras cosillas. El American Tour 2004 se acerca al final de la primera parte en el Capítulo noveno: Los isleños en el camino a Biloxi y hubo también alguna foto de este viaje, como Casas de esclavos y Cipreses en los pantanos.

    A comienzos del mes hice el repaso de las visitas del mes anterior en Los más populares de Septiembre , una forma de saber qué es lo que llama más la atención de esta página y aunque poco, hubo algo de Cine en New Police Story – San ging chaat goo si y Crash. De todos es sabido que un par de veces al año me sale una buena crónica de película. La correspondiente a este semestre es New Police Story – San ging chaat goo si, escrita con rabia y con saña, así que os sugiero que la leáis.

    Terminé de republicar la saga de Moby Dick, con los capítulos restantes: Moby Dick II y Moby Dick III. Ambos entran por méritos propios en la categoría de Grandes Historias.

    Además de todo esto, al fin conocimos El plan maestro del chino, que me descubrió en una visita a su nueva casa y también hubo un desvarío llamado El fondo de armario sobre los problemas de las hembras en estos tiempos modernos. El fin de semana pasado estuve por Ámsterdam y conté algo de ello en Sábado de otoño.

    Esto ha sido todo. En la banca rota más absoluta, os pongo los enlaces habituales a mis listas de deseos: 
    – Wishlist en Amazon UK
    – Wishlist en Amazon USA

  • Crash

    17 de octubre de 2005

     Salir del cine maravillado no es algo que suceda todos los días, de hecho se está convirtiendo en un evento extraordinario. Predominan las películas mediocres y faltan aquellas que alzan nuestros espíritus y los alimentan con un gozo indescriptible. Esto es exactamente lo que me sucedió con Crash, película que creo llegará a España el año que viene.

    Uno camina tranquilamente por la calle y sin querer le da un golpe a una señora, que por culpa de ese golpe tendrá que visitar a un doctor y mientras está en la consulta verá como asesinan a alguien y de la impresión perderá el tren y no podrá volver a casa y se tendrá que tragar su orgullo y llamar a su prima con la que no habla desde hace veinte años y descubrirá que su familia es maravillosa y tal y tal y tal.

    De esto y un millón de cosas distintas trata Crash. Del azar, de la casualidad, de la vida, de las interacciones aleatorias entre humanos y como todo parece formar parte de un plan maestro que nos lleva hacia algún lado aunque no sabemos muy bien cuál será ese destino final. Hay blancos y negros, todos hablando de racismo, hay latinos e iraníes, unos lloran, otros desahogan su rabia con violencia o yendo de compras o sencillamente son felices a su manera. Mientras te dejas llevar por el río de la historia te identificas con casi todos y con ninguno. Los comprendes y al mismo tiempo los odias. Salen emociones de dentro de uno que hacía tiempo que estaban durmiendo el sueño de los justos. Es una inmensa montaña rusa emocional en la que hay cabida para todo. Aunque por momentos parece que las múltiples historias están totalmente separadas, irán entretejiéndose hasta formar un único mosaico.

    Dos semanas después de haberla visto aún sigo pensando en los distintos personajes de la historia. ¿Habrá el policía afrontado su destino? ¿Será feliz la mujer del Fiscal? ¿Volverá a abrir la tienda el iraní? Son estas inquietudes las que te hacen valorar este juego mental en el que te metes una vez has aceptado el reto y pagado la entrada. No hay una trama sencilla y prácticamente digerida para que analfabetos y retrasados mentales puedan pasar noventa minutos en un recinto con aire acondicionado y volver a casa después de haber tirado un dineral en palomitas de maíz y bebidas tamaño gigante. Lo que hay es un guión trabajado hasta el infinito y escrito pensando en los actores y no en los efectos especiales. Nos encontramos una película de cine independiente en la que trabajaron un montón de famosos únicamente porque les gustó la historia y presintieron que de ese legajo de folios que les habían mandado podía surgir algo grande. No puedo nombrar a ninguno de ellos porque todos bordan sus papeles, todos colaboran de una forma coral en aras de un objetivo común, de contar una historia. No se roban planos unos a otros, nadie chupa cámara de manera obscena para mayor gloria de su ego. Es cine, eso que nos sigue moviendo a pisar una sala y reírnos o llorar o sentir miedo y que tan pocas veces sucede.

    Me descubro ante el director, ante los productores, guionistas, actores y actrices que participaron en esta gran joya. Recomiendo encarecidamente la película a todos aquellos que les gusta el cine y que son capaces de creer en la magia que puede suceder en una sala obscura y con una gran pantalla. Le doy la máxima clasificación posible en gallifantes.
    gallifantegallifantegallifantegallifantegallifante

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