Todos salvo Doverinto saben que en la semana en la que regresé de Málaga el lunes por la tarde, viajaba para Gran Canaria el viernes por la tarde, con lo que laboralmente fue una semana de tres días y medio, ya que el viernes me hice media jornada por la mañana y fui a correr y hasta eché el jiñote, que me dio tiempo para todo, incluyendo un buen desayuno con pannenkoek con beicon, que yo no soy un joputa-terrorista-islámico y La carne de cochino me mola mazo. Esta vez, como el viaje anterior a Gran Canaria, voy con Transavia, que parece ser la aerolínea económica para ir a Gran Canaria en el 2025, recuerdo que el año pasado ese título lo tenía TUI, que este año tienen los precios más caros. De nuevo elegí salir el viernes por la tarde y regresar el domingo por la mañana. Cuando me mandaron el correo anunciando que se podía facturar onDEline, lo hice y conseguí asiento de ventana por el lado izquierdo, que por suerte Transavia aún no te cobra por elegir asiento al final del todo y para pillar los buenos, hay que estar al loro y hacer la facturación en el mismísimo momento que lo permiten. Como había comprado lo de llevar maleta en cabina, además de la mochila debajo del asiento, me pusieron en Prioridad, como la gente rica y como yo conozco la página secreta para reservar hora en el aeropuerto para el control de seguridad, que es gratis total si la conoces, también tenía reservado ese instante crucial en la vida de una persona.
Salí de mi keli con la cutre-bici y la dejé en la estación de tren del barrio, llegué a la de Utrecht Centraal y supuestamente tenía que esperar unos trece minutos, pero resultó que el tren anterior hacía el aeropuerto seguía en el andén cuando llegué al susodicho, cerró la puerta según me subí y así sin quererlo, ya iba con un cuarto de hora de adelanto al aeropuerto. La gente es tonta, acarajotada y definitivamente con significativos retrasos y bajan con maletas enormes a la zona de pasajeros, o suben, que esos bagones tienen doble planta y yo me quedo en los asientos que hay junto a la puerta tan a gustito y los veo a ellos pasar arrastrando maletas de cuarenta kilos de peso y lo mejor es que a donde van, ya está lleno y ellos, estúpidos a conciencia, no miran antes de bajar o subir y para cuando llegan al lugar, lo único que pueden hacer es regresar al punto de partida, porque además, es que quieren para dos personas al menos cuatro asientos, aunque preferiblemente ocho, lo cual no sucede y si lo intentan y viene el revisor, les da un único aviso para que quiten su morralla de los asientos o les explica que les pondrá una multa, que su equipaje no ha pagado billete y los asientos son para los pasajeros y no sus cachivaches. El viaje al aeropuerto fue rápido y sin más incidencias. Una vez llegamos a la estación, veo a todo el mundo apelotonándose en el lado izquierdo para salir, pero si hubieran mirado las pantallas y conocen la distribución de andenes de la estación de Schiphol, salíamos por la derecha, así que para cuando se dieron cuenta de su cagada, yo ya estaba afuera.
Iba bien de tiempo y subí relajado para pasar el control de INseguridad, escanearon mi código QueRre y entré por la zona de prioridad y en un par de minutos ya estaba dentro. Mi avión salía de la zona en la que suelen estar los del Transavia y por el camino llené mi recipiente de agua potable. En Transavia todavía creen que los viejos y la gente con niños tienen que embarcar primero y por culpa de ambos grupos, cuando entran los demás han colapsado los pasillos y los embarques son interminables. Básicamente sucedió eso, que entre los cuatro con silla de ruedas, las dieciséis con bebés y niños que según ellas tenían menos de dos años, aunque yo creo que si les miran los pelos en los güevos descubrirán que son enanos. Yo había elegido asiento al final del avión para que el ala no me joda el vídeo y como era un Airbus A321NEO, esos son larguísimos y me puse para atrás. El chófer dijo que teníamos que esperar quince minutos para despegar y pasado el tiempo, quitó el freno de mano, puso la primera y tiramos pa’lante. Hice un buen vídeo de despegue en el que no se ven tulipanes porque no es la época, que mira que hay retrasados en el universo que piensan que en los Países Bajos hay campos de tulipanes todo el año y sí, pueden encontrarse todo el año, pero son de invernadero, no criados al natural.
Después del despegue enfilamos hacia el sur y ya entré en modo de ver episodios de series de telelevisión para pasar el rato y como había comprado comida y tenía agua, pasé del zoco que montan Las azafatas vendiendo productos a precios escandalosos. Unas filas por delante de mí iba un grupo de holandeses que seguramente venían para una despedida de solteros y esos se bebieron toda la Cerveza que les vendieron. Detrás de ellos iba un italiano que no hablaba ningún otro idioma que no fuera el italiano y que se estaba poniendo de los nervios con los gritos y la juerga de los borrachos, que estaban borrachos. En estos casos, igual se monta un pitote en el avión, aterrizamos en algún otro lado y al final culpan a los pasajeros y no a la aerolinea y a los bares del aeropuerto que no tuvieron problema alguno con venderles el alcohol. Por suerte no hubo problemas.
Cuando llegamos a Gran Canaria y el chófer se alineó con la pista de aterrizaje, hice mi vídeo que veremos algún día en un futuro probablemente lejano, que seguimos un orden cronológico estricto con Los vídeos y ahoritita mismo estamos con los de buceo en Guraidhoo. Una vez el chófer aparcó, tuve que esperar un rato por ir atrás, pero una vez afuera, yo voy con ventaja porque conozco el territorio, salí, subí a la parada de guaguas y pillé una que salía en ese instante, pero como iba al parque Santa Catalinas, preferí quedarme en San Telmo y cambiar allí a las guaguas municipales que me llevan más cerca de la keli de mi madre y así, sin incidencias a reseñar, llegué a Gran Canaria.