Arroyo de la miel


Me bajo a España. Desde hoy hasta el domingo estaré por Málaga (o para ser más precisos en Benalmádena Costa y Arroyo de la miel) tratando de encontrar a mi musa, que esta bitácora anda muy de capa caída últimamente. A la vuelta, pilas recargadas y un nuevo barrigón que volver a perder, lo que se está convirtiendo en un hábito. Llevo desde navidades ganando y perdiendo embarazos. Me sale un tripón de la hostia y después a base de sacrificio, hambre y miseria lo pierdo. Hoy sin ir más lejos me han invitado a tarta de frutas del bosque en la oficina y con lágrimas en los ojos y un hilo de babilla colgándome del labio he tenido que decir que no.

No me llevo el portátil pero he dejado escrito todo lo de la semana, para que no se diga. Ya os adelanto que habrá una anotación de esas que me colocan en el lado ordinario y vulgar de la balanza, pero que se le va a hacer, tiene que haber gente en ambas partes, digo yo. En caso de que en Málaga tenga acceso a la red y tenga ganas es posible que emita en directo, pero si no, tendréis que conformaros con el diferido. Como siempre, estaré con los ojos bien abiertos en los viajes, tanto de ida como de vuelta, que los aeropuertos y los aviones son fuente infinita de inspiración. En esta ocasión repito compañía y viajo con Transavia, que por cuatro duros y dos perras gordas se consigue billete al sur de España cuando ponen buenas ofertas.

Esta semana ha resultado muy dura e intensa en el trabajo. En dos días y medio de trabajo me he hecho veinteseis horas de curro. Al menos el esfuerzo ha merecido la pena y estoy convencido de que se verá premiado.

Bueno, corto aquí que siempre me enrollo como una persiana. A cuidarse mucho y no me seáis malos.