Hoy tenía pensado escribir de cine pero creo que lo dejo para otro día.
Esta tarde estaba sentado en uno de esas aburridas reuniones a las que tengo que atender, mirando como los otros 13 asistentes se aburrían hasta el infinito mientras mi jefe nos arengaba, agitando los resultados de la semana cuando lo escuché. Fue un sonido indiscutiblemente claro, nítido, algo que puedo reconocer inmediatamente. Fue una sintonía corta pero intensa, algo que agitó mi amodorramiento y me puso en guardia.
Fue un peo (pedo para los peninsulares), una ventosidad que se expele del vientre por el ano (según la Real Academia de la Lengua Española) de al menos un segundo de duración. Sonó nítidamente solapándose a la voz del jefe. De inmediato miro hacia el lugar de origen y veo que uno de los holandeses se está poniendo rojo aunque no puede disimular el sonreír.
Mi cerebro, que funciona en modo cine en estos casos, conmutó al modo Matrix. La acción transcurría lentamente.
Podía escuchar el sonido de la arenga mientras veía como el elemento con el escape cerraba la boca y contenía el aire. Yo comencé a reírme, lo que motivó a mi jefe más, pues pensó que me reía de lo buena que era su argumentación.
Los dos holandeses que lindaban con el pedorrero comenzaron a alejar lentamente sus sillas hacia los lados, mientras por educación, o por vergüenza, trataban de simular que allí no había pasado nada. El otro, continuaba con la boca cerrada, conteniendo el aire. Veía la danza de estos tres elementos, dos huyendo y uno conteniéndose, tornándose cada vez más rojo, mientras el resto de la gente o no oyó, cosa que no me puedo creer porque yo estaba situado en el lado opuesto de la mesa, o no quisieron oir (algo que sí me podría creer de esta gente).
Mientras tanto por toda la sala comenzó a extenderse un olor peculiar, un aroma nuevo, una fragancia interesante. Mi compañero travestido (termino que mi amigo turco prefiere que utilice porque técnicamente aún tiene tiburón, aunque yo creo que lo de transexual puede ser válido porque según la RAE es la persona que se siente del otro sexo y adopta sus atuendos y comportamientos y este viene a trabajar todos los días vestido de maruja) que no se muerde la lengua para nada, suelta la frase épica: aquí huele a mierda.
Se montó el belén en la sala. Yo no podía parar de reírme, mi jefe no se daba cuenta de nada, los elementos fronterizos del individuo estaban en franca desbandada, tratando de alejarse lo más posible y este último, agotado el aire en los pulmones, no pudo contenerse más y tomó una bocanada de su propia medicina. Tras respirar el aire contaminado, le entró la risa compulsiva a él también y no paramos hasta que terminó la reunión.
Mi jefe anduvo toda la tarde tratando de hablar conmigo a solas, seguro que para preguntarme por el motivo de nuestra risa, pero yo sé más que él y no me dejé acorralar en toda la tarde. Con suerte mañana no se acuerda 😀