Recuperamos otra de las antiguas historias que vienen de tiempos inmemoriales y que se perdieron con el cambio de hace cosa de un mes. En esta ocasión se trata de hechos i-rreales que sucedieron en Hilversum. Espero que la disfrutéis
Un sábado cualquiera de fin de verano en Holanda, con temperaturas altas, por encima de los 25 grados, quedo con mi amigo turco para irnos de copas al centro y aprovechar los estertores finales del verano al aire libre, con una cerveza fresca en la mano.
Nos plantamos en nuestro bar favorito, uno que en su puerta indica explícitamente que no aceptan menores de 18 años, y precisamente por eso está siempre lleno de chochillos adolescentes desbordantes de vitalidad. Visto el buen tiempo, optamos por sentarnos en la terraza, y disfrutar de las vistas.
Mientras admiramos el panorama, con toda la chiquillería del pueblo pasando frente a nuestras narices, aparece una limusina espectacular, se para frente al bar, y de ella se bajan dos diosas holandesas en micro bikini y un holandés con un tanguilla. En el minúsculo trapo que tapa sus impudicias ondeaba el logo de Camel, o sea el camello de la marca de cigarrillos. Se dedicaban a acercarse a los viandantes y ofrecer cigarrillos. Inmediatamente se convirtieron en el centro de atención, sobre todo de los fumadores, que se lanzaban a por los cigarros gratis como hienas sobre carne muerta. Obviamente, habían sido elegidos por la percha, porque las tías se la ponían dura hasta a Boris Izaguirre, y si estas fallaban, el adonis que las acompañaba lo conseguiría, con músculos moldeados hasta en las pestañas, y un paquete como una caja de cerveza.
Además de regalar, vendían, y al rato nos abordaron las dos viciosillas, para ofrecernos por la módica cantidad de cinco euros hacernos una foto, vendernos un paquete de cigarros, y regalarnos un mechero. El turco, con tal de oler un coño acepta hasta ir al infierno, así que la guarrilla nos hizo la foto y avitualló a mi amigo musulmán de cigarros, ¡aunque él no fuma!
El chaval lo intentó por activa y por pasiva, pero no hubo forma, y aquel témpano exquisitamente formado y probablemente rubio hasta los pelos del chichi marchó a abordar a otro par de primos.
Más tarde observamos un grupo de chicas que abordan al adonis, lo acorralan y el se pone como un gallito a repartir cigarros. En esto que una de las chavalas va por detrás de él y le baja el tanga. ¡Argh! ¡Era todo relleno! La florecilla que surgió no llenaba semejante copa de talla 100, y había usado relleno para completar el bulto. Se montó la marimorena, con todo el populacho cambao de la risa, y el colega que de la vergüenza se encendió hasta las raíces del pelo. Para que veáis que no es oro todo lo que reluce. Tuvieron que recoger sus bártulos y salir por patas, porque en aquella zona lo único que se oían eran pullas al rubio.
Andábamos en este éxtasis, mirando nuestra recién adquirida caja de cigarrillos y preguntándonos que hacer con ellos, cuando en la mesa de al lado se sientan tres chicas y un chaval. Las chicas iban con el uniforme estándar de arretranquillo. Pantalones con pata por encima del tobillo, zapatillas arco iris, con unos cientos de colores en los mismos, y top minúsculo que a duras penas cubre los tetones, y deja el ombliguillo con piercing al aire. Para completar el efecto, ojos totalmente bordeados de negro, con un efecto de MI MARIDO ME PEGGGGAAAA en la cara, que parece que las han sacado del programa de desgracias en TVE (Gente). En seguida se pone al ralentí el turco, siempre al ojo de poder plantar su semilla en lo que sea. A las chavalas las acompaña un figurín de cuidado. El colega, con unas zapatillas deportivas de estas nuevas con un diseño exótico, que te hace aparentar amariconado, acompañadas de vaqueros en fase terminal, más deshilachados que otra cosa, y culminados por camisa arrugada cubierta con un pedazo de chupa de cuero, que sudábamos de verlo y que por supuesto llevaba abrochada. Cubría su pelo con un gorrito rapero.
Tenemos tanta suerte que hablan en inglés, así que nos centramos en los vecinos, y pronto logramos averiguar que el sudoroso ha conocido por internet a una de las viciosillas, la que parece controlar el cotarro, y ha venido a pasar el fin de semana desde Francia para conocerla. Su inglés es pésimo tirando a patético, aunque el trata de camuflarlo con su aire afrancesado y su parafernalia romántica. La holandesa, por otra parte, tiene ideas diferentes, y está lanzando claros mensajes de cuales son sus intenciones. Tan explícitos son sus mensajes, que el turco entra en modo turbo, y sale disparado para el baño a aliviar el pajarito (según él), actividad en la que emplea una anormal cantidad de tiempo. Mientras tanto la colega sigue a lo suyo, marcando y mostrando pezones, moviendo los pechos como si fueran molinillos de vientos, agitando el pelo, picando ojos, magreándose la barriga, tocándose el piercing, y el francés, ciego o gilipollas, porque no parece darse cuenta y sigue con su cutre historia ajeno del todo a aquel despliegue de puterío, dale que te pego con su filosofía barata. El turco vuelve a tiempo de ver la cruzada de piernas a lo instinto básico, en la que pudimos confirmar que era rubia auténtica, con una minúscula banda de tela que tapaba lo justo, y un melenón rubio, que ya quisiera para sí Camilo Sesto. Tras el cruce, el turco emigra de nuevo pa?l baño, a aliviarse nuevamente, sudando como un cochino, el francés en Babia, y Yo, allí, sufriendo por vosotros, para poder narrarlo.
Tras dos cervezas e intentos múltiples ella se rinde y se apaga totalmente. El francés aprovecha para ir al baño, y ella monta un conclave con sus amigas, a consecuencia del cual, estas desaparecen, dejándola sola. Nosotros, como la reunión fue en Holandés, suponemos que se trata de una nueva estrategia, pero cuando vuelve el oscuro objeto del deseo, ella sigue apática, y él continúa su rollo en donde lo había dejado. Mira que el tío era pesado. Dale que te pego, en una mezcla de francés e inglés, contando su historia desde la época de Nerón hasta nuestros días. Y bla bla bla
Andábamos nosotros ya también desinteresados cuando retornan las expedicionarias acompañadas de un M-A-R-I-Q-U-I-T-A. No hace falta tener muchas luces para identificarlo, porque la mancha de aceite en la calle hablaba por sí misma. El sarasa reinventaba la palabra hortera con un pantalón de lycra totalmente pegado al cuerpo en multiples colores, y en el que se marcaban hasta las venas de la polla y una camisilla que no cubría más allá de los sobacos.
Cede su sitio la decepcionada hembra al recién llegado, y este se lanza como un catalán sobre un billete de 10 euros. Le faltaban manos al colega para sobar al otro. Era todo remolino, hablando y moviendo manos y tocando aquí y allí y allá y acullá. El francés reacciona finalmente, respondiendo por fin a mis dudas sobre si tenía sangre en el cuerpo, y rehuye aterrorizado el ataque de semejante terremoto. Lo placa como puede, lucha valerosamente, aunque cada vez que detiene una mano, la otra entra por un sitio diferente. Nosotros estábamos muertos de risa, como las amigas de la colega, mientras el gabacho trataba de detener las embestidas y la otra lo miraba fascinado.
En un receso del atacante, el francés pregunta a la instigadora de semejante ataque por qué le han traído a semejante pajarón y se lo han echado encima, y esta responde que puesto que no respondía a sus claras intenciones, era obvio que él era GAY.
Estalló la bomba en el centro de Hilversum. ¡Maricón Yo! ¡Yo, Gay! Pero tú que te has creído zorra de miiieeeeeeeeeerdaaaaaa, puta asquerosa. Yo soy muy macho, yo soy francés, nosotros inventamos el amorrrrrrrrrrrrrrrr, a mí me gustan las mujeres más que una hostia a un cura [todo esto a grito pelado, así que si queréis darle realismo, leerlo en voz bien alta].
Yo ya no cabía en mí de gozo. Ha sido el mejor espectáculo que he visto en mucho tiempo.
Cuando el mariquita vio que allí no pintaban bastos, salió a escape, con el rabo sobre las piernas, bien marcadito, y las amigas, las Veneno, optaron por emigrar, mientras la temperatura seguía subiendo a nuestro lado, con el tipo sudando como un cochino de la rabia, tan caliente que hasta la gorra se le descolocó, y la tía que ya ni se molestaba en disculparse después de que la llamara de todo menos bonita.
Continuaron discutiendo por un rato, y finalmente ella decidió que él dormiría en casa de una de sus amigas, porque ya no era posible devolverlo a su país de mierda. Tras culminar la reyerta, arrancaron y se fueron.
En definitiva, uno de los mejores espectáculos deportivos que he visto en directo, y una tarde memorable. Aún hablamos de ello cuando nos sentamos en esa terraza.