Ha llegado. Le ha costado pero al final lo ha conseguido. La nieve ha llegado a los Países Bajos. Uno vive para estos momentos. No os podéis ni imaginar lo bonito que es esto cuando está todo blanco. Ahora mismo mientras escribo la nieve cae reposadamente. Y no veas la nevada que cayó esta mañana. Nevaba sin parar. Lo malo es que como la temperatura es muy alta (2 o 3 grados) no se asienta y desaparece. Pero da igual. Lo bonito es verla caer.
También tiene sus peligros, no os creáis. Suelen poner sal en las calles y en los carriles bici para evitar la formación de hielo, pero a veces se dejan algún rincón atrás y zás, hostia al canto. Esta mañana cuando iba hacia el trabajo, escuchando mi audiolibro (estoy escuchando DUNE de Frank Herbert, probablemente la mejor novela de ciencia ficción de todos los tiempos), veo que la bicicleta que va delante de mí reduce velocidad. En frente tenemos un anciano (viejo vulgaris) que anda en su silla de rueda eléctrica y ha decidido cruzar la calle en cualquier sitio. Su capacidad de decisión fue tan certera que se paró justo en la zona en la que no habían podido echar la sal y una espesa capa de agua nieve campaba a sus anchas. La bici que iba delante de mí comienza a frenar, pero por culpa del aquaplaning se desliza peligrosamente. Yo hago lo propio y también me deslizo hacia el desastre. Pongo los pies en el suelo para hacer el trípode e incrementar la velocidad de frenado. El viejo mira hacia atrás, nos ve venir, y del pánico para la puta moto eléctrica. Yo pensé que nos lo comíamos, porque nos bloqueó el camino, pero al final ambos conseguimos frenar a tiempo y el que iba delante se dio el lujo de decirle un par de cosas al abuelote en su propio idioma. Yo, que aún no me había recuperado del susto y no quería perder el hilo argumental de la historia que iba escuchando decidí no decirle nada al puto gilipollas.