Salvo por la que robaron los ingleses antes del Brexit y que está en Londres, el resto de las cariátides del Erecteion están en el museo de la Acrópolis. Unas estatuas/columnas ancestrales que han sobrevivido más de dos mil años hasta llegar a nosotros y que básicamente, lo han visto todo en Europa. Pone la piel de gallina pararse frente a ellas y saber que quien quiera que las hizo, trabajó hace más de dos milenios para crear algo tan hermoso. Las estatuas son de más de dos metros de alto y las hicieron en mármol.
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San Miguel Lemon
En mi tercer viaje a las Filipinas me limité a tomar la cerveza San Miguel que me gusta y pasé de experimentos, excepto por aquel día en el que vi a una pava pidiendo una San Miguel Lemon y se me ocurrió pedir lo mismo. Cuando me la sirvieron descubrí varias cosas. El porcentaje de alcohol es del tres por ciento. Aquello no es cerveza, es más bien una bebida con gas y sabor a limón que tiene un lejano, pero lejanísimo parentesco con la cerveza. Provocó en mis interioridades el mismo rechazo que la aberración esa mejicana que dicen que lleva tequila. En el lado positivo, decir que al igual que cualquier otro refresco, sirve para calmar la sed con un calor extremo pero poco más, no es, ni será jamás de los jamases cerveza. Había otra con sabor creo que a manzana pero no tuve estómago para tomarla. Se puede equiparar a las claras que tanto gustan en algunos lugares de España, solo que hecha con algún tipo de refresco de limón.
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Sala dentro del Museo de la Acrópolis
Antes de lanzarnos a las fotos hechas por la noche tenemos un par de imágenes hechas en el museo de la Acrópolis. El museo está en un edificio de diseño moderno y que está a unos trescientos metros de la entrada de la Acrópolis. En este museo están refugiadas un montón de piezas que originalmente estaban en la Acrópolis y que ahora preservan aquí y en su lugar han puesto copias. El museo tiene unos salones enormes en las tres plantas que tiene y todo está muy bien expuesto. Vamos subiendo y al llegar a la superior tenemos unas cristaleras desde las que se puede ver la Acrópolis. La tercera planta está alineada con el Partenón.
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Enmascarado
Todos sabemos que en lo relativo a paranoia virtual yo soy uno de los Reyes del cotarro. Hace años que literalmente morí en el CaraCuloLibro, en el que antiguos compañeros de instituto cuyas vidas y milagros me la sudan no me encuentran y se temen lo peor, no tengo Tuiterota porque no necesito unirme a la manada cuando se lanzan todos a la yugular de algún pobre desgraciado que dice algo y en mi teléfono móvil la cantidad de contactos está limitada a veintiuno, número perfecto al ser el resultado de la multiplicación de dos primos tan bellos como son el tres y el siete. Cambio con cierta regularidad mi número de teléfono, aunque por primera vez en mi vida el actual parece que lo voy a conservar durante cuatro años pero eso no quiere decir que no haya gente bloqueada, que los hay, igual que jamás respondo llamadas de números que no están en mi lista de contactos o tengo un buzón de voz activado para que me dejen mensajes que no voy a escuchar. Todas estas barreras de protección no sirven de nada cuando alguien tiene acceso a tu nombre o a tu dirección de correo, sistema tan peligroso o más que los otros. Para ese escenario desde siempre he usado extensiones en mi Firefox que enmascaran mi nombre y crean direcciones de correo ficticias que uso y desecho. Es importante tener un buen nombre en la red y por eso yo, en mi versión digital, si me tengo que apuntar en algún sitio y no me fio de ellos, como puede ser un güifi gratuito en un aeropuerto español, el nombre es más que seguro que sea LaPolla, ChuPamela o MaMamela, nombres modestos y sencillos y que por razones que escapan a mi comprensión, no están en el santoral. Lo más terrible es que en lo relativo al primero de ellos, LaPolla, algún desgraciado con menos luces que un agujero negro creó una industria con ese nombre en los bastardos Unidos de América. Yo daría la más negra de las uñas de mis pies, esa que me sirve para agarrarme a una rama y no caerme y que macero con cuidado por conseguir una dirección de correo en @la polla puto com. Por ahora, me tengo que conformar con el nombre:
El cual es muy práctico para tener apellidos, como Gorda Venosa, Sabrosona, Mágica y cualquier otro que se me ocurra en el momento o escrito en otro idioma, ya que el truco en muchas veces es no ponerlo en el idioma del país. Detrás de esos datos casi siempre hay una dirección de correo con una vida de 10 minutos, o 1 hora o 1 día. Las uso y se destruyen, salvo excepciones como la del pantallazo anterior, dirección a la que me mandan todas las semanas un correo con los folletos nuevos de una serie de tiendas holandesas y que me permite seguir sus ofertas y planificar las compras y ahorrar guita.