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    14 de marzo de 2024

    Esto, aunque suene a ciencia ficción total y tal y tal, es más verídico que la vida misma y le sucedió al Scelto esta mismísima semana. Junto con un colega neerlandés, yo juego a la lotería nacional neerlandesa todos los meses, apoquinamos quince leuros cada uno y con eso nos dan un décimo o varias porciones variadas de décimos, nunca me ha quedado claro el sistema, solo que todos los meses, en los primeros días del susodicho, me llega un correo con el número o los números del mes, que yo ni me molesto en abrir y el día diez del mes, sucede el sorteo. El lunes por la mañana, cuando me levanté, miro mi correo y tengo uno en el que los de la lotería nacional neerlandesa me informan que por la gloria de Mambrú, que se quiso ir a la Guerra, había resultado agraciado como ganador del sorteo del día anterior. Como esos correos no me los mandan nunca, siempre que ganamos un par de leuros nos los ingresan directamente en nuestras cuentas corrientes, supuse que por fin podría ir al mameluco que le suministra las cadenas de oro macizo a Virtuditas y comprarme dos de esas de dos kilos y quizás hasta tres, para que la gente sepa que tengo leuros a punta pala y me respeten. En el correo me informaban que a las doce de la mañana de ese lunes me ingresarían el dinero en mi cuenta corriente.

    Yo por supuesto fui a correr, desayuné y me piré a la playa y casualmente, a las doce de la mañana estaba en el agua del Océano Atlántico en la playa de las Canteras, que es el lugar más probable para cualquiera que me busque a las doce por una cuestión simplemente logística. Puedo entrar al agua todas las veces que quiera siempre que la última de la mañana sea para salir como mucho sobre las doce y diez y la explicación es que de hacerlo así, mi bañador se secará por completo antes de la una y media, momento en el que voy a la keli de mi madre a almorzar. Al salir del agua, hago el ritual del secado, con ducha incluida, que a mí lo de volver con el salitre tampoco me mola y ni me acordé de que soy uno de los ganadores de la lotería neerlandesa y probablemente multi-híper-mega millonario. Seguí tomando el sol y escuchando mis podcasts y a la una y media, cuando iba a regresar, veo que tengo una notificación de mi banco, solo que como yo tengo un Androitotorota que son infinitamente superiores y hasta se pueden programar para que se apaguen y se enciendan automáticamente, algo que al parecer a Steve no se le ocurrió antes de diñarla y ahora el pusilánime que lleva la multinacional de la manzana podrida no se atreve a copiar de los otros, bueno, regresando al relato, que veo que hay notificación del banco pero por seguridad, a menos que desbloquees el telefonino no se pueden leer, así que con el mismo dedo que me hurgo la nariz a conciencia, desbloqueo el telefonino y veo algo raro, quizás rarísimo, así que entro en el programa del banco y efectivamente, me han hecho un ingreso como el gran ganador de la lotería nacional neerlandesa que soy.

    ¡Me ingresaron setenta y cinco céntimos de leuro!

    Es decir, jugué quince leuros, me mandan un correo informándome que soy un ganador y lo que gano no da ni para una mamada en las putas sin dientes de Ámsterdam, que son las más feas y económicas. Estoy por cancelar lo de la lotería y dejar de jugar. Esto es un atraco. Sobre todo si lo comparamos con la lotería del código postal, que en los diez meses que he jugado, ya he ganado varias cosas, incluyendo un cuponcito de veinte leuros en el super, un kit de restauración de hembras ajadas y estropeadísimas, unas cremas para las manos de cincuenta leuros, un adorno típico neerlandés y alguna cosilla más.

    Que mal que está el mundo cuando ahora te llaman ganador por ganar setenta y cinco céntimos de leuros a la lotería.

  • Segunda inmersión en Sardina en junio, segunda parte

    13 de marzo de 2024

    Llegamos al tramo central de esta segunda inmersión y en la imagen de portada del vídeo tenemos a unos cuantos salmonetes que estaban socializando y comiendo en la arena. La música para este vídeo es la canción Zombie de The Cranberries.

    Pasamos entre rocas y seguimos buscando morenas y anémonas. Por este lado de la inmersión hay viejas y otros peces que les gusta más este tipo de fondo y vemos muchísimas viejas hasta encontrarnos con la escuela de Sefiadas y tras ellas, tenemos las grandes planicies de arena, en donde no hubo mucha suerte con chuchos, aunque de cuando en cuando veíamos en la arena la forma que queda cuando han estado posados allí. Casi llegando al segundo minuto y medio tenemos una gorgonia amarilla solitaria y la arena es de la chama que iba con nosotros y que no era una buena buceadora. Sobre el tercer minuto nos encontramos con los salmonetes, que pasaban muchísimo de nosotros y llegando al cuarto minuto tenemos una anémona en un hueco y después una segunda anémona por otras rocas, está en un sitio mucho más abierto y así termina este segmento.

  • Doce horas para saltar y regresar a África

    12 de marzo de 2024

    Llegamos a otra de esas anotaciones con el registro de lo que sucede en esos días en los que salgo de mi keli y llego a otra keli a miles de kilómetros de distancia. En este caso eran tres mil seiscientos kilómetros para llegar a Gran Canaria. El día comenzó a las seis y media de la mañana, que no quiero ser gandul como otros y me levanté a esa hora para salir a correr, algo que sucedió ocho minutos más tarde, con cuatro grados de temperatura. Hice mis seis kilómetros y al regresar a mi keli, ducha y corriendo a prepararme mi chocolate con churros, que fue un desastre porque el temporizador con imán que pego en la campana para controlar el tiempo en la freidora de los churros sufrió un luctuoso accidente cuando lo golpeé y cayó dentro de la freidora, jodiéndome la segunda tanda de churros porque los plásticos y metales que lo componen pasaron a formar parte del aceite a ciento ochenta grados. Sin tiempo para nada, opté por comprar algo por el camino, saqué la basura, desenchufé todos, todos, todos los aparatos eléctricos, programé la calefacción y salí por patas para la estación con una de mis bicis. Una vez allí, como tenía tiempo, me compré algo para complementar el desayuno y bajé a tomar el tren hacia Eindhoven, que esta vez volaba desde la ciudad del sur de los Países Bajos. El tren para en Bolduque, en donde trabajo y después sigue veinte minutos más hasta la ciudad con aeropuerto, al que se llega tras un viaje en guagua desde la estación de tren, también sin incidencias. Había reservado hora para pasar el control de seguridad pero llegué 4 minutos después de que se hubiera cerrado mi ventana de acceso y también vi que no había casi gente pasando el control de inSeguridad, así que fui por el caminito normal y no tardé ni tres minutos.

    Una vez en el aeropuerto, llené mi botella de agua y a esperar el avión, uno de Transavia, con lo que lo más importante es ponerte de los primeros en la cola para que tu equipaje vaya en cabina, algo que cambiará en mayo cuando habrá que pagar por llevar la maleta en cabina, como en casi todas las aerolíneas de supuesto bajo costo que no lo es. El embarque se retrasó como diez minutos pero una vez empezó, fue bastante rápido y como que se las traía al fresco lo de comprobar que la identidad de los pasajeros era la indicada en las tarjetas de embarque, así que puedo confirmar y confirmo que a ninguno nos controlaron. En este aeropuerto no hay pasarelas y en su lugar existe un complicado sistema de acceso a los aviones por un laberinto vallado y como mi asiento era en la parte trasera del avión, entré por detrás. La flota de Transavia es de aviones Boeing, que son los que pierden puertas o se estampan y yo ya he sufrido un aterrizaje de emergencia en uno de esos, con lo que siempre te persignas por lo que pueda pasar. El chófer dijo que saldríamos más o menos en hora y que llegaríamos a Gran Canaria en hora. Despegábamos hacia el norte y eso supone recorrer toda la distancia de la pista de despegue hasta el punto más alejado del aeropuerto. A propósito, este aeropuerto lo cerrarán más de dos meses en verano porque van a volver a asfaltar la pista y van a hacer una pista de rodadora adicional, que ahora solo tiene una por un lado y eso significa que los aviones siempre han de cruzar la pista de despegue y aterrizaje, con el peligro que eso conlleva.

    No había nubes, así que el despegue fue muy lindo, llegamos hasta Best, al norte de Eindhoven y allí giró y supongo que algún día muy lejano veremos ese vídeo, que como todavía estamos en junio del año pasado, tardará. Tras el despegue me centré en mis series en el AiPá y en mi juego y se me pasaron las cuatro horas literalmente volando. Al llegar al destino, daba la impresión que el avión iba a aterrizar desde el norte pero finalmente no lo hizo, llegó por debajo de Vecindario, capital de Mordor y aterrizamos como siempre, algo que podemos ver bien porque estaba por el lado izquierdo del avión. No nos engancharon a las pasarelas y tuvimos que esperar a que nos sacaran de allí con las guaguas y una vez en la terminal, salí por patas hacia las paradas de las guaguas y pillé la primera que bajaba a las Palmas de Gran Canaria y tras un trayecto de veinte minutos, me dejó a menos de quinientos metros de la keli de mi madre, a la que vine llegando unas doce horas después de levantarme, que es el tiempo que toma el ir desde allá arriba en Utrecht hasta la ciudad de las Palmas de Gran Canaria incluyendo salir a correr seis kilómetros.

    Esta semana, mucho sol y playa, algo de buceo y poco más. No hay ni películas españolas en cartelera con lo que ni pasaré por el cine.

  • Segunda inmersión en Sardina en junio, primera parte

    11 de marzo de 2024

    Tras un descanso de una hora en superficie para soltar todos ese nitrógeno que acumulamos bajo el agua, volvimos a entrar en el puerto de Sardina del Norte y esta vez la ruta nos llevará por otro lado, con lo que veremos otras cosillas, aunque seguro que hay repeticiones. Esta inmersión, junto con la del Cabrón, es una de mis favoritas en Gran Canaria. La música es de la banda sonora del peliculón Backdraft, la canción You Go, We Go compuesta por Hans Zimmer.

    Volvemos a comenzar tras saltar al agua desde el muelle y esta vez vamos por las rocas pegadas a las escolleras del muelle. Vemos alguna fula negra solitaria y nos acercamos a un sitio en el que hay uno o varios caballitos de mar y sobre el minuto y medio vemos uno amarillo, precioso. Lo malo es que la corrriente se los lleva y después de unos días, no lo vuelven a encontrar. Disfrutamos del caballito durante un rato y hasta lo vemos comer algo antes de seguir la ruta. Cruzamos un arenal y hasta hay momento selfie y por el arenal vamos buscando chuchos y angelotes. Sobre los tres minutos, en la arena, vemos una mantelina, perfectamente camuflada con la arena. Después seguimos a un grupo de sargos picudos y llegamos a otra zona de la escollera del muelle y por allí también hay sargos y salmonetes. Y aquí nos quedamos.

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