Este martes era la penúltima oportunidad para ir al cine en Utrecht antes del dramático embargo de cines que dura unos diez días y cuya culpa la tiene el Nederlands Film Festival, el festival de cine holandés por excelencia y que por desgracia se celebra en esta ciudad y secuestra todas las salas de cine disponibles. Como lo de la Sneak preview o película sorpresa es algo que llevo haciendo prácticamente desde que comenzó el verano, aproveché para ir al cine aunque gracias a mi superior coeficiente intelectual y a mis dotes supremas, ya sabía que la película iba a ser Don’t Breathe, la cual parece que se estrenó en España al principio de septiembre con el título de No respires.
Unos julays entran en la keli de uno de la once pa’robarle y no veas la mala leche del ciego
Un macarra, su novia chupapollas y el amiguito que también quiere coger a la zorrilla hasta que pote lefa van a una barriada abandonada de la ciudad para robar a un capullo que es ciego. Resulta que el minusválido es una versión repelente de Terminator, que por llamar, podemos llamar Cieguinator y en aquella keli se monta un pitotel del copón cuando el ciego los empieza a eliminar uno a uno y hacerles todo tipo de putadillas.
La película es del director Uruguayo Fede Alvarez, que parece estar especializándose en el cine de tensión máxima. La historia empieza en modo pachanguero, presentándonos a los tres jóvenes protagonistas y a sus traumas personales y más o menos tratando de justificar el por qué hacen lo que hacen, algo que no hacía falta. Después vamos por la zona del escenario principal y una vez entramos a la keli para cometer el robo, ahí es donde verdaderamente empieza la película y te agobias con tanta desgracia. Los tres chavales van de mal en peor y es que parecen tener el don del cagadorcio porque la cagan a conciencia en todas y cada una de las decisiones que toman. La chama resulta ser la más espabilada de los tres pero aún así, hace cosas que no tienen una explicación lógica. La tensión funciona muy bien cuando ambos bandos están a la gresca pero falla en los interludios y deja cabos sueltos en muchas ocasiones, como el uso del perro del ciego en una escena crucial y su desaparición de la línea argumental para el resto de la peli. Está bien hecha y entretiene, pero no da miedo. Se limita a la angustia, que no está mal pero no es tan poderosa como el terror absoluto. Por suerte, la peli dura hora y media y no te llega a dar tiempo para aburrirte.
Puedo imaginarme a los miembros del clan de los Orcos con sus hembras en el cine aullando como cabras mientras ven la película. Obviamente, carece del pedigrí necesario para los sub-intelectuales con GafaPasta.
Estando en Hoi An alquilé en un par de ocasiones bicicletas para moverme por la zona. Ya se que vosotros sois más bien culoCoches y lo de pedalear no os mola pero en mi caso, ir de un lado a otro a la velocidad que te lleva la bici es un gustazo. Una de las bicicletas parecía un modelo expuesto en tienda, estaba casi nueva, muy bien equipada y hasta con su cojincito en el asiento de atrás, ya que en Vietnam, las bicicletas son vehículos para transportar al menos dos personas. En la cesta llevaba una especie de cadena con candado pero que se veía muy frágil y estoy convencido que se abría solo con que le gritaras.
En el patio de la sala de asambleas Quang Trieu había un panel enorme que parecía un cuadro, con su marco y todo, pero que estaba hecho en el muro. Creo que contaba alguna historia épica de como en su día, mil millones de años antes de la creación de la Tierra, los truscolanes, esa miasma asquerosa y repelente, fueron a reclamar su tres por ciento de mangoneo y la gente se rebeló contra ellos y los hechó de Vietnam antes de que el país existiera o algo parecido.
El fin de semana pasado era el del encochinamiento máximo en mi casa ya que venían a almorzar/merendar/cenar un grupo de amigos que cuando son ellos los que organizan te ponen tres platos en su casa y es todo hambre y miseria y cuando vienen a la mía, yo ya les mando desde días antes una exención de irresponsabilidad informándoles que es conveniente y deseable que comiencen con la huelga de hambre desde el día antes o en su defecto, que se hagan un DosDedos, también conocido como la dieta Leididí o el truco de Anjeli-na para llegar a mi casa con el sistema digestivo preparado para la que le está por caer.
Fue entrar en mi casa, repartir los regalos, porque a mí siempre me traen regalos y eso que nunca he salido en los anuncios navideños del turrón aquel con una especie de perro que muerde y hace ruido y comenzó el flujo constante de comida a la mesa del jardín.
Es importante una buena base y que mejor que queso de oveja y salchichón ibérico. Como la gente se inventa alergias por tocarme los güevos, he optado por quesos que no llevan carne de vaca para así cerrar el piquito a los que se revuelcan en las quejas, que haberlos, hay-los y yo los tengo identificados.
Después de romper el hielo, lo siguiente es mantener el ritmo y que no descansen y seguimos por un clásico de toda la vida que por más que mis amigas las obesas en España me digan que ha pasado de moda, a mí me mola un montón y los hago varias veces al año. Son los dátiles con beicon anteriores, que salieron del horno y fueron directos a la mesa.
Gracias a mi máquina para envasar la comida al vacío yo hago una tortilla de papas con cebolla y un cuarto me lo jinco, otro cuarto lo guardo para la visita y la mitad restante la almaceno también al vacío para el día que voy a casa del Rubio invitado a cenar llevando la cena, concepto que mi más-mejor-amigo tiene muy evolucionado porque al parecer la comida que hago no es que sea muy rica, es riquísima. Por supuesto, la tortilla no estaba recalentada, crimen capital que debería ser castigado con pena de muerte instantánea o en su defecto, exilio en truscoluña, que a día de hoy sigue sin ser nación.
Mientras hablábamos, en mi cocina se hacían unas gambas al ajillo y que hoy en día te vienen preparadas y sin el intestino, que cuando yo era pequeño nos comíamos sin saber que aquel hilito tan sabroso que tenían las gambas y langostinos por la parte del lomo era su cajita de la mielda. Compré una barra de pan porque todos sabemos lo que sucede cuando se acaban las gambas y ciertamente, me dejaron el recipiente de cerámica limpio y listo para guardar sin lavar.
Volvimos a cambiar a comida fría y este fue el plato más complicado porque si hay algo en lo que yo soy puñetero como mosca cojonera, es con los aguacates. A mí me puedes contar todas las batallas que quieras que yo, si los aguacates no son de Gran Canaria, Perú, Méjico o Venezuela, no los como. La aberración que viene de Sudáfrica, de Israel o de cualquier otro país no es ese fruto maravilloso e increíble. Tuve que visitar cinco supermercados hasta que encontré los adecuados, en esta ocasión, peruanos. El relleno es super-complejo, salsa de cóctel (según los holandeses), para mí salsa rosa de color chungo, trocitos de piña en almíbar y gambas (hervidas un par de minutos previamente).
Después vino el único plato que requería mi presencia en la cocina, unas berenjenas rebozadas y presentadas con pimiento rojo caramelizado y queso de cabra. La receta es un flipe y la pillé en un periódico español y quiero ponerla en el blog pero todos sabemos que para que no la pille quien todos-sabemos, hay que probar tácticas evasivas y sigo esperando a ver si se presenta la oportunidad. He hecho la receta en cuatro ocasiones y estoy frito por prepararla en casa del Rubio cuando me inviten a cenar. Estoy seguro que su Primera Esposa va a flipar en colores con esto.
Había que oscilar nuevamente hacia lo frío y llegamos al único plato que no había cocinado nunca antes en mi corta vida. La receta llegó a mis manos también a través de un periódico y aunque no es algo que mole para hacer con frecuencia, sí que es perfecta para ocasiones especiales. Estaba muy bien y además, todos sabemos las ventajas primordiales de los garbanzos, que los comes hoy y te ríes gracias a ellos mañana cuando te empiezas a tirar peos y no puedes parar.
Todo lo anterior eran los entrantes que nos conducían al plato principal, hecho posible gracias a piñas de millo que compré en el aeropuerto de Viena seis días antes. Un caldo de millo siguiendo la receta que lleva en mi familia desde por lo menos dos meses, quizás tres. Lo bueno del caldo es que al tener líquido, baja llenando espacios. Los obligué a repetir hasta que les daban arcadas. Camino del postre, que venía en dos velocidades, nos dividimos en dos grupos. Los que beben té y la élite que prefiere el café preparado en frío siguiendo mi receta secreta y que macero durante veinticuatro horas con café molido para alcanzar la perfección más absoluta. Desde junio creo que no he tomado café elaborado con el método tradicional en mi casa. En su lugar, siempre tengo una botella con café en la nevera.
Por supuesto, la bebida se acompañaba con unas bolitas hechas con garbanzos molidos y chocolate puro-casi-purísimo, segunda vez que hacía la receta y punto de inflección en la misma, ya que en la tercera ocasión, que hoy presento a mi amigo el Rubio, su Primera Esposa y las tres Unidades Pequeñas, he mejorado un montón la cobertura y ahora son unos preciosos bombones con sorpresón en el interior y el regalo adicional que obtienes al día siguiente cuando te tiras los peos.
No les hice foto porque tengo muchas pero también puse en la mesa unos lacitos de hojaldre porque me divierte ver lo rastrera y competitiva que es la gente cuando sabe que se acabarán pronto y pierden toda la dignidad del mundo y se pelean por el último.
Antes de marcharse, cada uno recibió un tarro de la inigualable mermelada de moras que se produce en mi jardín gracias a los más de diez kilos que coseché este año. Como el cambio climático nos ha traido calores extremos, este año es particularmente dulce.
El domingo, pasé de desayunar y para cenar me monté una pizza de sobras, con lo que me quedaba del salchichón ibérico y la piña en almíbar. En enero creo que volverán a pasar por mi casa para un nuevo ágape.
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