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  • Un paso más allá del puto requetequete amo

    16 de septiembre de 2016

    Todavía no se ha secado la tinta digital de los monitores de los cuatro lectores del mejor blog sin premios en castellano con aquella anotación que me confirmaba como El puto requetequeteque amo. Sin vivir en una ciudad, GooglEVIL me ponía cómodamente entre la élite de sus atletas más para-limpios. La cosa no quedó ahí y la semana pasada fue el despiporre total. El viernes trabajaba desde casa pero eso no quitó para que por la mañana me hiciera una pequeña sesión de seis kilómetros y pico corriendo y por la tarde me iba a Viena, capital de Austria y viaje del que espero poder hablar un montón la semana que viene. En los dos días siguientes sucedió lo de siempre, la razón por la que la gente que osa ir conmigo a algún lugar de turismo, acaban lloriqueando. Yo no me meto en un avión y me hago un montón de kilómetros para hacerme un Virtuditas y levantarme después de que el sol casi haya llegado al punto más alto. Yo viajo para apatrullá el lugar e ir de pé a pé más pá.

    Ni las muñecas de Famosa cuando van juntas abortar

    Como mi androitotorota está siempre a mi lado, lo van apuntando todo y el lunes flipaba con mi progresión de pasos semanales. Superé los ciento doce mil pasos de lunes a domingo, una cantidad ingente de kilómetros y gracias a eso quemé los filetes esos empanados tan típicos de Austria que te ponen de tamaño enorme que no cabe en el plato y la multitud de helados que me tomé en los dos días ya que me hice un recorrido por las mejores heladerías de la ciudad y así tratar de compensar los veintinueve grados que había por allí.

    Con una cifra tan escandalosa, los de GooglEvil me han encaramado a lo más alto de Houten y soy el ser humano que más camina en el lugar sin ni siquiera vivir allí, que eso tiene más mérito. De propina, también me informan que el plan maestro de correr diez kilómetros dos veces a la semana está a puntito de dar sus frutitos y si todavía no lo he logrado es porque todas las rutas que trazo me dejan a unos cientos de metros y aquellas que sé que lo conseguirían, se pasan en un kilómetro o más de lo que busco y no me interesa. Mi máximo son ahora mismo cincuenta minutos corriendo y espero bajarlos a cuarenta y cinco o menos y en ese tiempo quiero hacer la cifra bonita de 10000 metros, con alguno más o alguno menos.

    Récord tras récord

    Este fin de semana supuestamente era de esos en los que descanso pero va a ser que no, vienen unos amigos a cenar a mi casa y los voy a reventar. Once platitos, una cifra modesta y sencilla. Espero que me hayan hecho caso y ya estén en ayunas.

  • El templo en la sala de asambleas Phuc Kien

    16 de septiembre de 2016
    El templo en la sala de asambleas Phuc Kien

    La parte de la sala de asambleas Phuc Kien en la que está el templo parece más bien el despacho de un político corrupto que no veas. Esas sillas para sentarte con esas mesitas camillas con pedrolo de piedra como la que tenía mi tatarabuela en su keli, esa araña terrorífica en el techo que yo no pongo en mi casa ni aunque me ofrezcan millones y esos conos rojos con textos que están hechos de tiras de incienso o algo así y que la gente compra y deja con su promesita (y que imagino que después de unos días, retiran el papel y lo vuelven a vender). Yo estuve por dejar uno pero al final opté por lo más simple, arrancar una nota y reemplazarla con la mía, oración devota y sentida de corazón: JESUSITO DE MI VÍA TU ERES JULAY COMO YO POR ESO TE QUIERO TANTO Y QUE T-R-U-S-C-O-L-U-Ñ-A NO ES NACIÓN. El detallazo de los dos extintores caducados a los lados de las columnas es fantástico. Los vietnamitas se emocionaban hasta las lágrimas allí. Imagínate como se pondrían si entran en cualquiera de las Basílicas de la iglesia de los presuntos tocadores en Roma.

  • Una semana en el infierno

    15 de septiembre de 2016

    Como pille a cualquiera de esos negacionistas que dicen que no hay cambio climático, aparte de escupirle es que le meo encima. Esta semana, hasta según dicen esta noche, los Países Bajos han sido una sucursal del infierno. El martes fue el día trece de septiembre más caluroso de la historia del universo conocido por aquí. Nunca antes hubo tanto calor tan entrado el mes que supuestamente da la bienvenida al verano. Se produjo una paradoja difícil de creer, hacía más calor en Holanda que en España, Portugal, Grecia o Turquía, destinos a los que va la gente de por aquí cuando quiere calorcito. Las casas, mayormente de hormigón, comenzaron a absorber todo ese calor y se convirtieron en hornos, como la mía, en la que las paredes parecen tener calefacción integrada porque las tocas y lo notas. Ese día, tuve la feliz idea de ir a correr por la tarde, con treinta y tres grados y vi hasta el vestíbulo que hay después de la luz al final del túnel. Quería hacer diez kilómetros pero después de seis mil trescientos metros lo dejé porque estaba totalmente cubierto de sudor, que caía como lluvia al suelo.

    Al día siguiente, el miércoles, la temperatura subió aún más y el récord del día anterior, que rompió otro que venía de 1964, duró UN DÍA antes de caer. Al salir del trabajo, el calor se respiraba, el aire era como el que se puede obtener con un secador de pelo. La temperatura, mezclada con una baja humedad es tan molesta, que no te apetece ni sentarte en la calle. Salí de la oficina y ni siquiera podía usar el cine, como hice el día anterior, para protegerme. El martes me fui a ver una película por aquello del aire acondicionado gratuito que tienen en la sala. El miércoles, por desgracia, era imposible. Ese día, todas las portadoras de potorro holandesas se sincronizaron y para que después digan que los chamos somos los raros, todas, todas, todas, decidieron ir al cine juntas y mezcladas al pre-estreno de la nueva película de Bridget Jones. Pagaron un precio más alto por la entrada que les daba derecho a vaso de plástico con vino barato-de-lo-malo-lo-peor y además recibían una bolsa con morralla regalada por cadenas. Se vendieron TODAS las entradas para TODAS las salas de cine disponibles en Utrecht y en cualquier otra ciudad de los Países Bajos. Todos los cines en un miércoles por la noche, en el día más caluroso de septiembre de la historia de la humanidad, todas llenas con potorros sudados. Sin cine, me refugié en mi casa a sobrevivir como pude. Después por la noche, cuando comenzaba a refrescar, aproveché para regar el jardín y regarme a mí mismo. Por la noche, creé una corriente artificial en la casa obligando el aire a entrar por el dormitorio y salir por la parte de atrás de la casa empujado por un ventilador a la máxima potencia y por suerte, dormí de un tirón, pero algunos colegas hoy tenían caras demacradas después de malvivir en una noche infernal.

    Hoy dicen que no llegaremos a los treinta grados, que SOLO habrá unos veintinueve, como si eso fuera una bendición. Hoy sí que saldré del trabajo diez minutos antes para pillar el tren adecuado y pirarme al cine a hacerme una sesión triple y hasta después de las diez y media de la noche no pienso volver a casa. Como ladilla agarrada a güevo en el cine, chupando aire acondicionado y viendo algo de cine. Nos han jurado y prometido que el fin de semana tendremos máximas por debajo de los veinte grados, algo más normalito para esta época del año. Mañana trabajaré desde mi casa para comenzar el largo y arduo trabajo de enfriamiento del hormigón, la última vez que pasamos por esto, me tomó casi dos semanas conseguir que la casa no fuera un horno por la noche.

    Lo único bueno que he sacado de este calor es que por primera vez, las uvas de mi parra son dulces y te las puedes comer pillándolas directamente de la misma. En años anteriores, ni los pájaros tenían redaños para pillar una uva ácida de esas que te puede crear una úlcera en el estómago por el ácido tan grande que tenían.

    Si este es el cambio climático, ya veo que Genín terminará con chilaba y camellos en su duna y yo tendré que quitar el césped del jardín y plantar palmeras, olivos y naranjeros, que son más apropiados para los calores.

  • Otra fuente en la sala de asambleas Phuc Kien

    15 de septiembre de 2016
    Otra fuente en la sala de asambleas Phuc Kien

    Seguimos con las fuentes en la asamblea Phuc Kien, aunque esta gente estira el concepto de fuente un poco ya que son más bien pocetas con figuras cerámicas, ya que allí no hay agua que se mueva y con el agua estática, son más bien lugares de cultivo de mosquitos del tamaño de pirañas, aunque si lo visitas como yo a la hora de los cuarenta y dos grados, ni los mosquitos son capaces de volar con esas temperaturas y te dejan tranquilo con tus sudores. El círculo y dos de los zurullos están por detrás de la fuente, en la pared, pero gracias a mis dotes asombrosas para encuadrar la imagen, todo parece parte del mismo conjunto arquitectónico.

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