Siempre que voy a la Playa de la Garita, me llevo una funda que proteja al teléfono del agua porque de cuando en cuando, llega una ola con ascendencia truscolana y te puede dar un disgusto. También me sirve por si se me cae el teléfono cerca del agua o el mar me moja cuando camino una hora y media por la playa. En este viaje usé la dichosa funda de dos leuros para llevarme conmigo mi fabuloso teléfono güindous de cien leuros e inmortalizar mi primera entrada en el mar, el océano Atlántico, en el año 2016. El agua estaba relativamente cálida, habían olas pero nada dramático y éramos cuatro gatos en la playa. El vídeo anterior (que está aquí) está compuesto por dos vídeos unidos. En la primera parte tenemos la entrada al mar reproducida al doble de la velocidad que sucedió y después hice un segundo vídeo desde el agua metiendo el teléfono en la misma. El segundo lo usé para mandárselo por el güatzap a los colegas en los Países Bajos y tocarles los mondongos y no me falló, todo el mundo respondió con un odio infinito por la envidia tan grande que les entró.
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Barquilla junto a islote
Estamos en el tramo final de esta serie y básicamente es más de lo mismo pero es que las fotos son tan bonitas que no puedo resistirme. Aquí tenemos otro islote, este no habitado y con un acceso difícil a la parte superior por las rocas y como siempre, cubierto por todos los lados con arbustos y plantas.
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Ida y vuelta a Gran Canaria durante la Semana Santa
Escribir sobre tus viajes es una especie de ejercicio de exhibicionismo. Cuentas detalles que aunque no parezcan importantes, lo son y explicas cosas que forman parte de la zona reservada de tu vida. Desde hace la tira de tiempo, si hay algo que yo hago con frecuencia es viajar, por placer. No tengo una bola de cristal ni estudié para pitoniso así que no puedo saber lo bien o mal que estará al futuro así que procuro apurar al máximo el presente. Cada viaje es único en mil y un detalles y recorrer más de tres mil cien kilómetros para dar un gran salto desde Utrecht hasta el municipio de Telde en Gran Canaria puede estar lleno de sorpresas. Mi viaje a Gran Canaria el miércoles de Semana Santa comenzó como lo deben hacer todas las aventuras, con un buen desayuno, en mi caso un chocolate con Churros. Después, empaqueté e hice todo lo que tenía que hacer y cerca de las nueve de la mañana me alejé del destino final yendo hacia el norte, hacia la estación de tren de Utrecht Centraal en bicicleta. Allí tomé un tren que iba al sur del país y que me llevó en unos cincuenta minutos a Eindhoven, estación en la que cambié de transporte público y continué en la guagua número 401 al aeropuerto, que es su última parada. Me imaginaba que tras lo que sucedió en Bruselas la seguridad la habrían incrementado en el aeropuerto y así era, con soldados con ametralladoras patrullando y una cola que no recuerdo ni en las pesadillas de borracheras para pasar el control de seguridad en el que estaban teniendo una tolerancia cercana al cero absoluto a la hora de procesar a los pasajeros.
Cuando ya estaba en la teóricamente parte segura del aeropuerto aproveché para hacer el vídeo anterior (y que está aquí) en el que estoy en un extremo del aeropuerto y se puede ver lo pequeñito que es, con su única tienda, su única cafetería y las zonas de embarque. Aún así tiene detalles como los sillones para esperar en diferentes configuraciones que se pueden ver en la imagen y una abundancia increíble de enchufes por si quieres recargar algo. El avión llegó en hora y el embarque se produjo en el momento esperado.
Cuando estábamos en pista esperando para entrar al avión todavía salía gente del avión, algo que quedó retratado en la imagen. Yo fui el primero de los que no tenían prioridad y gracias a eso entré en el avión prácticamente el primero ya que todos los prioritarios hacían cola en la puerta delantera y yo fui como un príncipe por la puerta trasera y tomé mi puesto en el pasillo. En esta ocasión no tenemos fotos ni vídeos porque había gente a mi lado. El avión despegó en hora e hizo la ruta en algo menos del tiempo previsto con lo que llegamos a Gran Canaria unos diez minutos antes.
Dejamos en el limbo lo que sucedió en mis vacaciones, aunque muchos de esos momentos aparecerán en anotaciones posteriores y saltamos al jueves treinta y uno de marzo, el día del retorno. El avión salía de Gran Canaria a las siete y cuarto de la mañana así que sobre las cinco me recogió un taxi y me acercó al aeropuerto. El control de seguridad fue coser y cantar y ni siquiera objetaron nada con mis kilos de queso canario, jamón de cerdo ibérico y demás y tras el mismo, me compré un cafelito en la terminal y lo complementé con las cosillas que llevaba conmigo y que compré en el supermercado por cuatro perras gordas.
Igual que vimos el aeropuerto de Eindhoven, en el vídeo anterior tenemos un paseíllo por la gigantesca terminal del aeropuerto. Se pueden ver los baños con la calidad de las letrinas del Pachichi y un hedor perenne a meados que hace imposible usarlos mientras respiras. Cerca del final del vídeo paso junto a las máquinas expendedoras de botellas de agua, en las que puedes comprar medio litro por un leuro y cuarenta céntimos y ahorrarte una pasta gansa. Por supuesto, lo de rellenar la botella con agua del grifo en Gran Canaria es algo para masoquistas, el agua no es venenosa pero el sabor a lejía te puede matar todas las papilas gustativas. Comenzó el embarque sin problemas y cuando estamos esperando en la rampa para entrar al avión, el tiempo pasa y pasa y que no nos dejan entrar. Por supuesto te temes todo lo peor y que el avión va a desaparecer o estamparse en algún lugar del océano atlántico, sobre todo cuando nos dijeron que teníamos que volver a la terminal. Un chamo nos dijo que había huelga de los josdeputa controladores de tráfico franceses, la mayor escoria del universo europeo y una chusma y gentuza que habría que lanzar desde aviones sobre Siria e Iraq y a los que les deseo todo lo peor, siempre, por siempre y para siempre. Al parecer nuestro avión no tenía permiso para cruzar esa cagada de nación. De repente les dieron una ventana de veinte minutos y se lanzaron a hacer el embarque pero si hay algo que todos sabemos es que con tan poco tiempo y un avión lleno hasta la bandera y una sola puerta para entrar es una tarea imposible y efectivamente, perdimos nuestra ventana de despegue.
Yo iba sentado en la última fila del aparato, la treinta y tres y en el medio, aunque al final cambiaron a la pava que iba a mi izquierda, la de la ventana se sentó en el pasillo y yo me quedé con la ventana. En la foto anterior se puede ver el avión desde la punta de atrás. Al perder la ventana de despegue tuvimos que quedarnos allí y despegamos con dos horas de retraso. Mientras llegaba ese momento sucedió algo junto a mi ventana y que quedó registrado en el siguiente vídeo:
Son cienes y cienes los seres humanos que se han preguntado alguna vez si truscoluña es nación, algo que siempre se responde negativamente y también si pueden recular los aviones, lo cual queda confirmado en el vídeo anterior y en el que se puede ver un Binter yendo para atrás como los cangrejos y sin ayuda alguna.
Cuando por fin nos dieron permiso, con dos horas de retraso y que mayormente pasamos sentados en el avión, el piloto salió por patas. En toda la historia del universo y del mundo conocido y por conocer han habido muy pocos documentos como el vídeo anterior, la secuencia completa del despegue, desde el momento en el que comenzamos a andar por la pista. Esta obra ciertamente no maestra de algo más de dos minutos y medio en realidad condensa casi ocho minutos. Una gran parte de la acción está reproducida al cuádruple de velocidad, hay también tramos al doble de la velocidad de rodaje y a ocho veces la velocidad original, además de un pequeño instante a velocidad real mirando en el interior de la cabina. El avión avanza por la pista, tenemos que esperar un rato a que aterrice un Binter, después vamos a la segunda pista de despegue, esperamos por el permiso y finalmente nos lanzamos a correr para saltar al aire. El piloto nos dijo que tardaríamos casi cinco horas y algo no cuadraba. Ni siquiera con miles y miles de secadores de pelo apuntando contra el avión y aún más viento en contra el trayecto entre Gran Canaria y Eindhoven dura tanto. Por lo general, subimos en línea recta por España, saltamos a Francia, pasamos sobre París y Bruselas y bajamos a Eindhoven. En esta ocasión, en Huelva ya comenzamos a desviarnos a la derecha, rondamos Madrid, el piloto se disculpó por tener que llevarnos por encima de truscoluña y recomendó que procuraran no respirar a los que no estén vacunados contra la peste porcina, el comemierdismo y la mierda más asquerosa y desde allí fuimos hasta ITALIA, subimos a SUIZA, seguimos por ALEMANIA, bordeamos BÉLGICA para evitar que los terroristas musulmanes de mierda que incuban nos ataquen y finalmente llegamos a los Países Bajos.
Todos sabemos que más de dos van a decir que exagero así que os dejo un pantallazo con la ruta del avión según flightaware, en la duración que ellos ponen no incluyen el tiempo andando por pista en Gran Canaria ni el tiempo en Eindhoven, con lo que en total, rondamos las cinco horas. Fue una puta pesadilla y me acordé de todas y cada una de las zorras que parieron a los controladores aéreos franceses y les deseé a todas tremendos cánceres que las revienten como burbujas de jabón y a los hijos, que los enculen caballos y los revienten por dentro. Por supuesto, HE FIRMADO LA PETICIÓN para reinstaurar la pena de muerte cuando se trata de controladores aéreos franceses y que se haga con juicio ultra-mega rápido.
El aterrizaje quedó registrado en el vídeo anterior en el que podemos ver al avión acercándose al aeropuerto y tomando tierra. Llegamos con un montón de retraso y el día prácticamente perdido. Lo bueno de estar al final del avión es que sales el primero y con el aire acumulado durante el vuelo, puse el turbo y llegué a la guagua con tanta suerte que la que estaba en la parada, según entré, cerró las puertas y se fue y era la línea 400 que no hace paradas y YO ERA EL ÚNICO PASAJERO, ya que el conductor tiene que respetar los horarios.
Por supuesto, las lenguas más venenosas de los que comentan por aquí dirán que es una trola mía así que os dejo una foto hecha desde la parte trasera de la guagua sin nadie. Al llegar a la estación, encajé la combinación perfecta y fue subir al andén, llegar el tren y seguir para Utrecht y allí pillé la bicicleta y me fui a mi casa. Salí de la casa de mi madre a las cinco de la mañana y llegué a mi casa en Utrecht a las cinco de la tarde (una hora menos en Canarias). En total, once horas de viaje. Con tres horas más, te pones en el centro de Kuala Lumpur, en Malasia. Como decía al comienzo de esta anotación, no hay dos viajes iguales.
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Islotes y más islotes en la bahía de Ha-Long
Aunque en la foto los islotes parecen pequeños, si alguno se fija en la imagen a la izquierda hay un barco y comparándolos con éste, son bastante grandes. Recuerdo que el animador del crucero a cada islote le tenía un nombre que casi siempre, era el de algún animal u objeto al que se parecían. Yo por más que miraba solo veía islotes por todos lados y en mi tremendo cabezón no hacía la conexión entre lo que él decía y lo que yo veía.