En esta época del año y gracias a las dosis masivas de castañas que como, estoy que parezco un profesional trabajador de una orquesta a cargo del trombón. Me paso el día lanzando gases que aspiran a destruir la capa de ozono y en su camino, asfixiar al que pillen. Entre las maldades, las clásicas, como dejar el regalo en los ascensores, contaminar el tren al salir o aterrorizar a la gente en el vestíbulo de la estación de tren. Cuando me junto con el Rubio, las batallas son épicas, aunque siempre de tapadillo sin que nos vea su mujer, la cual, cuando casualmente pilla alguno, acusamos a las Unidades Pequeñas y le echamos la bronca por su mala educación. Si a las castañas unimos un buen plato de judías, el resultado es terrorífico.
La foto la hice en uno de los paneles de publicidad de una parada de guaguas y creo que el producto que anuncian no existe y solo servía para llamar la atención de la gente hacia la página de la compañía que vende ese espacio publicitario.
