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  • Tostadas francesas en el club de las 500

    12 de noviembre de 2009

    Recuerdo que a comienzos de este año hubo una racha de recetas que yo uso habitualmente para desayunar. En febrero vimos la de las Tostadas francesas e incluso tuvimos algo de polémica porque inicialmente yo las llamaba torrijas y al parecer no lo son. De cualquier forma, foto ha ido acumulando visitas y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500. Este es uno de mis desayunos favoritos para los domingos, sobre todo ahora con el frío. Se prepara en un momento y están riquísimas.

  • Segundo día. Una orgía de águilas

    11 de noviembre de 2009

    El relato comenzó en Los preparativos y el comienzo del viaje a Polonia

    A las siete y diez de la mañana del segundo día en Stepniczka abrí los ojos y lo primero que hice fue mirar por las ventanas para comprobar el tiempo que hacía. El cielo era de un azul limpio y no se veía una sola nube en el horizonte. El agua parecía un plato y fijándome en los árboles vi que casi no había viento. Eran las condiciones perfectas para hacer fotos. Entre los árboles un montón de pájaros saltaban de rama en rama siguiendo intrincadas pautas. La habitación comenzaba a caldearse así que deduje que habían añadido madera a la chimenea. Fui al baño y estaba ocupado. Esperé un poco y cuando se abrió la puerta salió la única chica de nuestra expedición, la cual ni siquiera se quedaba a dormir en nuestra planta. Se puso completamente colorada y me dijo algo que no entendí. Como debió ver mi cara de confusión me explicó que el retrete estaba hecho un desastre pero que no había sido ella. Le sonreí y entré en el baño. Efectivamente, alguien había literalmente explotado jiñando y había dejado la cerámica del retrete como un cuadro impresionista. El agua del tanque de la cisterna no parecía ser capaz de llevarse aquel material. Hice lo único que se puede hacer en esas circunstancias: jiñé tranquilamente y después de dejar mi aportación al producto nacional bruto de Polonia bajé la cisterna y me metí en la ducha. Tras las abluciones matinales fui a la habitación y desperté al Moreno el cual me preguntó inmediatamente por el tiempo. Su cara de alegría cuando le dije que estaba soleado no tenía precio. También le advertí que tuviera cuidado en el baño porque la chica había entrado a cagar y la cabrona será mona, pero jiña como un caballo con diarreas. El me miró asombrado y se fue pensando que estaba bromeando. Me dediqué a preparar mi mochila, quité unos cuantos objetivos que me había llevado el día anterior y que no usé y opté por ir solo con la cámara y el 400mm además del Sigma ojo de pez y el 24-70mm para hacer algunas fotos en el muelle. Me aseguré de coger las dos baterías y toda la memoria que había llevado y que consta de dos tarjetas Compact Flash de dieciséis gigas, una de ocho y otra de cuatro. Cuando el Moreno volvió aún estaba alucinando con lo del retrete y no se podía creer que había sido la chica, lo cual le juré por mis uñas negras de los pies. Al rato bajamos a desayunar con nuestros termos y nos encontramos que ya estaban allí varios de los compañeros. Estuvimos hablando y felicitándonos por el día tan excelente que comenzaba y cuando bajó la chica el Moreno le lanzó un par de puntas y ella me acribilló con una miradas de odio intenso mientras yo me reía.

    El desayuno fue tan copioso como el día anterior y mientras estábamos en plena faena el jefe de los pescadores llamó para decirnos que uno de los barcos saldría con algo de retraso porque aún no había llegado al puerto. Al igual que el día anterior, salimos cargados como mulas y cruzamos la playa camino del puerto con todo nuestro equipo. El pescador que se había retrasado era el nuestro así que los otros dos barcos se fueron y a nosotros nos dejaron tirados. Además, como el día anterior vimos un montón de águilas por el lado derecho, hoy los otros dos barcos salían en esa dirección y a nosotros nos tocaba el castigo de ir por la izquierda. El Moreno estaba echando pestes. Estuvimos esperando una media hora en la que aproveché para hacer fotos de los pescadores, de un gato que se comía un pescado que le habían tirado y de los barcos atracados. Finalmente llegó nuestro barco, uno con matrícula número 11 y tras descargarlo y limpiarlo un poco nos montamos y salimos. Con unas condiciones tan buenas de luz no teníamos que incrementar demasiado el ISO para conseguir una buena velocidad. Volvimos a poner los ajustes en -0.3 para oscurecer un poco las fotos y en mi caso opté por prescindir del punto central para enfoque y me arriesgué con el autoenfoque de mi cámara, la Canon EOS 50D. Conviene explicar que el Moreno tiene una Canon EOS 1Ds Mark III, que viene a ser el Ferrari de la fotografía digital y la chica que decora retretes tenía una Canon EOS 1Ds Mark II. Ella llevaba un objetivo 300mm al que añadió un extensor 1.4x y mi amigo usa su 500mm, un cañón enorme. En esas dos cámaras el sistema de enfoque es mucho más sofisticado y se puede configurar para que use una selección de puntos e incluso los alrededores de uno de ellos, algo que en mi cámara no es posible. Por eso opté por extender el enfoque y hacerlo automáticamente, con la esperanza de tener más suerte a la hora de pillas las águilas enfocadas.

    Hicimos unos disparos de prueba con las gaviotas que nos seguían y pronto vimos el primer águila. Salió de entre los árboles, se fue acercando lentamente y cuando vio un pescado que le gustó se lanzó a cogerlo. Nosotros alucinábamos y hacíamos fotos. Según se fue llegó otra águila y también se lanzó a por pescado. A esta le siguieron otras, repitiéndose todo el tiempo las maniobras y las acciones. Nosotros disparábamos sin descanso nuestras cámaras, casi sin tiempo a comprobarlas, aunque en alguno de los momentos de pausa pude ver que ya tenía algunas fotos que prometían. Durante cuarenta minutos vimos unas treinta águilas de las que al menos quince se lanzaron a coger pescados. La palabra alucinante no le hace justicia a lo que vivimos. Los tres estábamos excitadísimos ya que en ese tiempo habíamos conseguido más y mejores fotos que en todo el día anterior. Yo comencé a preocuparme porque de seguir la cosa así iba a tener problemas con las baterías ya que con dos no llegaría muy lejos, sobre todo porque la que llevo de repuesto la compré por cuatro perras gordas y ha salido mala con ganas y tras unas doscientas fotos se descarga.

    Después de pasar junto a un faro en construcción pasó el frenesí de las águilas y a partir de ese momento no vimos ninguna otra salvo algunas posadas en los árboles.

    El relato continúa en Segundo día. No veas la suerte que hemos tenido

  • Lasaña de carne en el club de las 500

    11 de noviembre de 2009
    Lasaña de carne

    Lasaña de carne, originally uploaded by sulaco_rm.

    Posiblemente la receta que llevo cocinando durante más años es la de esta Lasaña de carne. Inicialmente la anotación con la receta tenía otra foto no tan apetitosa y con unos colores extraños por culpa de un despiste mío en la definición del espacio de color y si tenéis algo de memoria en enero de este año sustituí la foto por esta otra. Han pasado poco más de nueve meses y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.

  • Primer día con las águilas – Segunda parte

    10 de noviembre de 2009

    El relato comenzó en Los preparativos y el comienzo del viaje a Polonia

    Nos habíamos quedado en que comenzamos a fotografiar águilas. Desde ese momento tuvimos águila tras águila y vas aprendiendo poco a poco de tus errores y rectificando hasta que le coges el truquillo. Primero descubrí como seguir a las águilas mientras vuelan e incluso hacer fotos de las mismas en el aire que estaban más o menos enfocadas. Después, según se lanzaban a coger la presa en el agua, procuré seguirlas y capturar el momento, ese que todos queremos en el que el águila pilla el pescado y remonta el vuelo. Casi todas me salieron desenfocadas pero como llegan tantas y hay tan poco tiempo para mirarlas no fue hasta esa tarde cuando al revisarlas me di cuenta. Durante las tres horas que estuvimos en el barco vimos más de treinta águilas e hicimos más de quinientas fotos. Aquello era un festival de aves que venían, se acercaban, nos sobrevolaban y se lanzaban a por la presa para después marcharse a comerse el pescado en algún lugar tranquilo. El pescador que llevaba nuestro barco era muy bueno y sabía como colocarlo para que nosotros pudiésemos hacer las fotos sin que el sol estuviera detrás del animal. Esto que parece tan trivial es un detalle importante ya que a muchos les ha pasado que por una mala ubicación del barco cuando el animal se lanza las fotos son de siluetas, sin color aparente y definitivamente desechables por culpa del exceso de luz.

    Navegábamos bordeando la costa y en un punto determinado enfilamos hacia una isla. En ese momento nos cruzamos con uno de los otros botes y les hicimos algunas fotos desde el nuestro. No sé como me las apañé pero no salgo en ninguna, al menos no claramente, así que no tendré que pedir que las retiren de la red (y ya están publicadas en algún lugar que no especificaré). En la isla tuvimos un momento mágico con tres águilas que nos siguieron y buscaron comida, algo increíble. Dos de ellas eran mayores. La edad de las águilas marinas de cola blanca se puede conocer más o menos por su cola y sus ojos. Inicialmente la cola es del color del resto del águila y conforme van pasando los años se va volviendo blanca y sus ojos adquieren un color amarillo intenso. Aunque las jóvenes son animales esbeltos tengo que reconocer que personalmente me gustan mucho más las que tienen más de cinco años y ya lucen su preciosa cola blanca.

    Volvimos al puerto con nuestras cámaras cargadas de fotos y con un subidón de adrenalina increíble. No vimos a los demás así que le pagamos al pescador y le dejamos una propina de diez euros, algo que para nosotros no significa mucho pero que para un hombre que gana unos doscientos euros al mes supone un dineral. El precio del barco por hora es de treinta y cinco euros así que cada uno pagó esa cantidad. De ese dinero el pescador le da una parte a uno o dos mediadores así que no sé cuanto le quedará en limpio. Si vais a Noruega a hacer fotos de águilas, allí el precio por hora del barco es obscenamente caro, creo que alguien me dijo que por las tres horas pueden ser unos quinientos euros. Volvimos a la pensión y allí nos encontramos con uno de los grupos y según nos dijeron para ellos había sido un desastre, no habían visto casi ningún águila y las que se cruzaron con ellos no se lanzaron a coger comida y no pudieron hacer fotos. Al llegar el otro grupo nos contaron la misma historia así que pese a vernos obligados a tomar la ruta mala, parece que la suerte estuvo de nuestro lado. Todo el mundo se dedicó a copiar en ordenadores y discos duros externos las fotos para tener una copia de seguridad y un poco más tarde nos organizamos para una salida por la zona. Salimos andando en dirección opuesta al muelle y nos adentramos en una zona con una densidad de vegetación bastante grande en la que pudimos ver la casa de un castor (o una familia) con los troncos que van cortando e incluso vimos algunos árboles recién cortados. El sitio era increíble.

    Después fuimos con los coches hasta un lugar desde el que pudimos ver ciervos, una especie de reserva natural. Más tarde estuvimos en otro lugar en el que vimos algunas aves y para cuando quisimos darnos cuenta estaba anocheciendo y al regresar paramos en un rincón entrañable para hacer fotos de la puesta de sol. Los pueblos que cruzamos se veían muy pero que muy pobres y la gente nos miraba desconfiada. Se ve que no tienen ningún tipo de infraestructura para el turismo y muchos ni siquiera comprenden lo que se nos puede haber perdido por allí.

    Una vez en la pensión nos dedicamos a seleccionar las mejores fotos y a las seis y media estábamos en la mesa esperando la cena, la cual fue copiosa y muy sabrosa. Comenzó con una sopa, algo que se repitió todos los días y después vino un plato de carne y dos tartas para postre. Tras la cena el fotógrafo que organizaba el curso montón un proyector y nos dedicamos a ver las fotos que cada uno había seleccionado y a escuchar la opinión de los demás. Allí todo el mundo solo criticaba en positivo y eso es algo que no me gusta mucho porque la única forma de aprender es que te restrieguen tus errores para corregirlos. Algunas de las fotos eran muy mediocres y yo alucinaba escuchando como los demás le doraban la píldora al que las había hecho y le decían lo excelente que eran y bla, bla, bla ?? o eso o mi holandés es tan pésimo que ni siquiera sé distinguir cuando te vapulean.

    Mis fotos tampoco eran nada del otro mundo pero al menos conseguí unas pocas con las águilas cerca del agua que estaban muy bien y también algunas muy buenas en el aire. Las de mi amigo el Moreno eran simplemente espectaculares, sin lugar a dudas las mejores de ese día.

    Después de la sesión nos quedamos charlando, bebiendo y mirando otras fotos que había hecho el fotógrafo en África. Todos admiraban enormemente a Felix Rodríguez de la Fuente y allí todo el mundo parecía saber perfectamente quien fue y qué hizo. Al menos dos de ellos han estado en algún lugar de Cáceres en una zona que al parecer está llena de aves y no dejaban de hablar del lugar. Tendré que enterarme mejor porque en España yo juego con ventaja ya que hablo la lengua autóctona y conozco las costumbres locales.

    Cerca de la medianoche nos fuimos a dormir y nuestra habitación era un infierno por culpa de la chimenea. Sin exagerar la temperatura era de más de treinta grados y tuvimos que dormir con las ventanas abiertas para que se enfriara un poco. Así acabó nuestro segundo día.

    El relato continúa en Segundo día. Una orgía de águilas.

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