Aunque tengo cientos de fotos con los caballos Konik, va siendo hora de seguir el paseo por el parque y conocer algunos de sus otros habitantes. Igual volvemos al final a disfrutar con sus tiernas miradas y esa elegancia que lucen. En esta foto los vemos al llegar al lugar en el que se encontraban y verlos por primera vez.
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A toda velocidad con el iPhone
Al parecer hay solo dos países en el universo que tienen una red 3G decente y yo vivo en uno de ellos. A veces leo en otras bitácoras los problemas que tiene la gente con sus conexiones ADSL, con sus teléfonos y las velocidades que padecen cada día mientras navegan por Internet y no me siento nada identificado porque en mi caso la velocidad de mi conexión en casa son unos escandalosos 19Mpbs reales y en mi iPhone la velocidad es de 2.92 Mbps.
Hace ya más de tres años que vivo en Matrix, conectado las 24 horas al día a través de cualquier dispositivo que tenga cerca. Por eso ya casi no uso el teléfono para hablar, prefiero los correos electrónicos como forma de comunicación y de los ciento cincuenta minutos de voz que tengo para gastar cada mes, en los últimos treinta días he usado treinta. El resto se acumularon a los nuevos ciento cincuenta que recibí y ahora me siento culpable porque me tengo que deshacer de doscientos setenta.
Mi visión de la tecnología es que está para servirnos a nosotros y no al revés. Por eso emigré al universo apple, por la facilidad de usar sus dispositivos sin preocuparte del sustrato técnico que los sustenta. Yo soy un simple usuario y saco el máximo partido de los aparatos sin esfuerzo, sin grandes sesiones de aprendizaje y sin acabar renunciando al uso de la tecnología por pura frustración.
Mi iPhone me ha dado todo lo que siempre había querido tener en un teléfono y mucho más, ya que ahora llevo el iPod también conmigo a todas partes.
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El Niño
Este sábado me levanté con ganas de ir al cine pero no me apetecía viajar hasta Amsterdam, así que después de mirar la cartelera decidí volver a ver WALL-E en Utrecht, una película que es todo un clásico. Me fui al centro de la ciudad con tiempo suficiente y me dediqué a rastrear las tiendas habituales a la búsqueda de alguna chorrada innecesaria pero chula que comprar. También me comí mi ración habitual de papas en el Mannekken Pis, los puestos que han ganado el premio a las mejores papas fritas de Holanda y sin lugar a dudas de la Vía Láctea. Hay un antes y un después claramente separados por el día que por primera vez comes papas fritas allí. Aún disfrutando de los múltiples orgasmos que tuve mientras las comía me acerqué al cine y compré mi entrada. Me esperaba una sala abarrotada de niños y padres deseosos de descansar un par de horas pero la realidad fue muy distinta. Todos éramos adultos que íbamos a ver una película de animación. Los niños estaban en la sala de al lado en la que daban la misma película doblada al holandés.
Al salir del cine y mientras paseaba hacia la estación en un delicioso atardecer cuasi-otoñal me llamó mi amigo el Niño y quedamos para vernos al día siguiente en Amsterdam e ir al cine juntos y cenar en algún lugar. El Niño fue el becario de nuestro equipo durante la primera mitad del año. El día que nos conocimos lo adopté, se mudó a mi despacho y a partir de ahí el trabajo que tenía que hacer durante sus seis meses fue rodando sin problemas. Pese a la escandalosa diferencia de edad nos llevamos muy bien y aunque ahora está trabajando en otra empresa no hemos perdido el contacto.
El niño me llama a mí el Enano porque no le llego ni al sobaquillo. Cuando nos movíamos por la empresa parecíamos el Gordo y el Flaco y yo era el que hacía el papel del Gordo. Nos lo pasamos genial puteando jefillos y creo que le abrí los ojos bastante sobre el entorno de trabajo y como moverte por el mismo. Se pueden escribir varias bitácoras sobre la fauna que hay en cualquier multinacional y si no lo creéis, leed las tiras de Dilbert. Se convirtió en fan declarado de mis magdalenas y aún ahora, siempre que nos vemos le llevo media docena que se lanza a devorar sin ningún pudor. Su novia es una delicia de chiquilla que me recuerda a Karen Allen
en la primera película de Indiana. Parece tan frágil y delicada y sin embargo cuando nos ponemos al tajo y competimos en los bares, la cabrona se baja las cervezas con más facilidad que nosotros. Dentro de un par de semanas hemos quedado para emborracharnos juntos en la Haya y supuestamente me van a llevar por todos los cutre-pubs de la ciudad. Después repetiremos experiencia en Utrecht, en donde ya estamos en la lista negra de algunos pubs.
Los meses que pasamos como compañeros de oficina dejaron además un montón de historias que me contó y que me autorizó a distorsionar. Es una saga fantástica con la que llevo riéndome desde febrero, una especie de culebrón de adolescentes con todo tipo de giros absurdos. Según me lo iba relatando yo lo iba alterando y manipulando y después nos partíamos de risa con mis versiones totalmente absurdas que por supuesto, no tienen mucho que ver con la realidad. Algunos ya habéis escuchado capítulos sueltos cuando nos hemos visto y se me dispara el modo payaso. Han pasado los meses y la historia sigue sin salir, está en la alacena, macerándose y esperando el momento oportuno. Hay gente que cree que esto de desvariar es algo sencillo y directo y en mi caso no es así. Unos días las cosas vienen directamente del caudal de eventos de ese mismo ciclo solar y en otras ocasiones las historias que quiero escribir pasan semanas, meses o incluso años hasta que están listas. Yo ya he aprendido que no hay que forzarlas, que salen cuando quieren y de la forma en que lo desean. Las historias del Niño serán parte de la línea de este otoño/invierno porque presiento que están casi listas.
Estad atentos porque un día de estos, el Niño comenzará sus andanzas en Distorsiones.