Después del esfuerzo para mantener la programación de la bitácora durante estas ultimas mini-vacaciones hispanas me he quedado vacío. Son demasiados días a piñón fijo, escribiendo, planeando, saliendo con los amigos, editando fotos y viajando. Aunque algunos sigan sin creérselo detrás de todo este entramado de ordinariez y vulgaridad solo hay un ser oscuro y gris con una monstruosa incapacidad de comunicación que quiere y se deja querer por aquellos que le inspiran confianza y cuyo ego se alimenta de los comentarios que quedan en este lugar con las impresiones de los escasos lectores. Salto de escenario a escenario sin tiempo para cambiarme y en cada ocasión todos esperan una actuación única e inolvidable y aunque casi siempre lo consigo, el precio a pagar es el de la falta de sueño y de ideas.
Hoy me he levantado a las 3.30 de la mañana en Madrid y desde allí me he dirigido a mi trabajo en Hilversum usando una combinación de medios de transporte que ha incluido taxi, avión, tren, autobús, tren y bicicleta. No he dormido mucho y para rematar la faena estaba invitado a cenar en casa de un amigo y pese a que el cuerpo me pedía a gritos rechazar la invitación he optado por aceptar el ofrecimiento. No es uno de esos días en los que me siento con mi portátil y de entre mis dedos surgen 1000 palabras. De hecho y aunque no os lo creáis he escrito todo esto en mi teléfono móvil usando el Word Mobile para ganar algo de tiempo. Es un poco complicado teclear en un minúsculo teclado que se te resiste y en el que mi grado de alcohol en sangre hace estragos aunque de alguna forma me apaño y logro hacerlo. Por supuesto lo he editado antes de publicarlo para corregir las faltas ortográficas y añadir las tildes y eñes que no existen en el teléfono.
Esta mañana, al llegar a casa con el tiempo justo para darme una ducha y salir corriendo hacia el trabajo pensaba en lo afortunado que soy, en las cosas que he podido ver, las gentes que he conocido y lo bien que se ha portado el buen Dios conmigo. Mi vida está hecha de ciclos que se van sucediendo y cada cual es aún mejor que el anterior, personajes que fueron protagonistas de aventuras pasadas reaparecen y recuperan protagonismo sin esfuerzo, entran y salen nuevos caracteres fascinantes de los que aprendo un montón y que seguramente me olvidarán aunque yo los recordaré por siempre y en todo ese baile de vidas que se cruzan y experiencias que te enriquecen se nota la mano de un gran Dios que me quiere y se empeña en demostrármelo.
Una vez más, bajo los efectos del alcohol, he de agradecerle sus parabienes, detalles y su bondad por permitirme gozar de todo aquello que pone a mi alcance y quiero que sepa que aunque arisco y en ocasiones malhablado yo aprecio esas dádivas y espero que la diminuta estela que mi paso por este su mundo está dejando sea suficiente prueba de ello.
El tren se acerca a su destino y va siendo hora de cabalgar a lomos de la Dolorsi y correr hacia casa acompañado por una cohorte de ángeles que vuelan junto a mi mientras bailan al ritmo que les marcan Madonna y Fangoria y que sonríen felices porque la vida está hecha de muchos momentos distintos y algunos de ellos son tan simples y hermosos como pedalear mientras el fresco aire de la noche recién nacida acaricia tu barba de dos días y juguetea con tu cabello.