A lo largo de nuestras vidas puede que no haya una multitud de grandes momentos y lleguemos a pensar que en realidad nuestra existencia transcurre en un paisaje gris y monótono. El color está dentro de nosotros y hay un millar de grandes instantes que suceden cada día y que no notamos porque estamos obsesionados con los GRANDES momentos. Ese pequeño pájaro que mordisqueaba una manzana y que vimos desde la ventana puede ser el gran momento del día o aquella señora anciana a la que ayudamos a cruzar la calle. Todo es un problema de percepción. Yo construyo mi propia película y la música que acompaña a esos momentos especiales suena cada rato, no espero ganar la lotería todos los días o acabar en la cama con una supermodelo. Eso sucede en el cine. De todos esos instantes especiales que vivo elijo uno o un par de ellos cada día para dejar por aquí. El conjunto forma el diario de mi vida, un diario público y que reúne aquellas cosas que quiero recordar y que estoy seguro se me irán de la cabeza en poco tiempo. Por supuesto mi mente es calenturienta y perversa y escribo un montón de boberías pero esa es otra historia. No vamos a volver a repetir el mantra porque todos los que leen esta bitácora lo conocen pero tened en mente que Nada es lo que parece y toda historia tiene tantas aristas como protagonistas y todas esas caras pretenden ser las ciertas.
Tras esta introducción demos un salto cualitativo y viajemos al mundo mundano. No sé si he comentado que llevo semana y media de cursos. Son cursos para la gente que ayuda a los vendedores de nuestra empresa, eso que se denomina en inglés Sales Support. No tiene nada que ver con mi trabajo pero me resulta útil para ver los productos que vendemos desde otra perspectiva y quizás comprender porqué se toman unas decisiones y no otras. Desde un punto técnico mi conocimiento sobre las posibilidades de nuestra cartera de productos es impecable, conozco casi todas las aplicaciones a un nivel tan profundo que a veces me asusta y mi mente analítica ayuda a detectar y resolver fallas sin hacer mucho esfuerzo. Sin embargo nunca había acudido a uno de estos cursos y ahora entiendo por qué en ocasiones me hacen preguntas tan tontas y se obcecan en vender soluciones intrínsecamente malas. Ya he iniciado la cadena de cambios que ayudará a mejorar este tipo de cursos en el futuro y seguiré haciéndolo. No es exactamente mi trabajo pero lo que cuenta es el resultado y si queremos vender más y mejor debemos tener los mejores en todos y cada uno de los puntos de la cadena porque un enlace débil jode el modelo completo y sobre todo cuando ese enlace está en la parte que trata con los clientes.
En los cursos de la semana pasada y de esta semana he compartido clase con un grupo de suecos y daneses. Mira que son gente rara estos nórdicos. Todos rubios, altos, guapísimos pero de alguna forma que no puedo describir muy claramente son anómalos. No hay mujeres porque el mundillo tecnológico es casi en exclusiva competencia de hombres, lo cual sigo sin entender. Terminas asumiéndolo bien pronto, sobre todo cuando entras en clase en la universidad con las legañas aún cerrándote los ojos y te topas de frente con Inma Monster y te tienes que tragar ese grito de terror que casi se te escapa. La pobre, espero que haya encontrado una media naranja aunque sea podrida porque en cinco años en la facultad no logró deshacerse de aquellas cinco mil pesetas que siempre llevaba encima por si le pasaba algo. Nunca encontró un tío con estómago suficiente para cogerlas ….
Centrémonos de nuevo que ya desbarro. Yo siempre llego tarde a los cursos y me tengo que sentar en la última fila. Es el problema de trabajar en el mismo edificio. Mientras los demás solo están allí para seguir un curso yo mantengo la noria en movimiento y además voy a clases. El primer día ya estaban todos en la clase mirando con los ojos como besugos al profesor cuando entré. Todos me recorrieron con la mirada de arriba abajo y se fijaron en los detalles claves. Soy español y eso se nota, soy latino, tengo un crucifijo enorme en el pecho que cuelgo por fuera de la camisa para provocar o defenderme según me interese y mi reloj CASIO no es precisamente discreto. Me senté con dos suecos (y esta vez utilizo la palabra correcta 😉) y comenzó el espectáculo. En estas tierras de gente fría y desapegada yo parezco una supernova en continua explosión. No hay nada que pueda hacer para evitarlo. Tras dos horas el curso era un tú-a-tú entre el profesor y yo. Ambos conocemos el producto al dedillo y nos complementábamos dando explicaciones y ejemplos. Yo lo sé todo sobre mi compañía, conozco a todo el mundo en la sede central y todo el mundo me conoce a mí, el único español entre trescientas y pico personas, el elegido o como yo prefiero: Master of the Universe. Cuando alguien preguntaba algo que escapaba a nuestro conocimiento hacía una llamada y en un cuarto de hora teníamos al jefillo de turno o al programador que escribió el código explicándonos las claves que se esconden tras la presentación. Soy consciente que mi leyenda crece en estas actuaciones y lo mismo sucede con mi jefe, que me deja hacer porque esto nos da crédito frente a las distintas organizaciones nacionales. Tras unos días y varios cursos esa gente me preguntaba directamente a mí y creían lo que yo les contaba. El viernes casi todos se volvían a su país pero uno de ellos se quedaba en Amsterdam para pasar el fin de semana con colegas. En media hora le hice una lista de los sitios que debía visitar y las nociones básicas para moverse en la ciudad. El lunes el tío me besaba las uñas de los pies en agradecimiento. Quedé con todos ellos para ir a cenar ayer, una actuación única y exclusiva en el famoso Café Cartouche, el mejor lugar para comer costillas de Europa. Hay un par de holandeses en el curso pero por supuesto no vinieron porque para organizar algo con ellos hace falta sincronizar las agendas con al menos tres meses de antelación. Allá ellos ….

Lo demás es historia. En un par de horas conseguí más información sobre nuestra organización en Suecia y Dinamarca que mi jefe en tres visitas. No solo eso, la química se nota enseguida y uno de ellos seguramente entre en el círculo de confianza, ese grupo de gente al que presto una atención especial. Nos hartamos a beber cerveza Leute y en esta ocasión le hice una foto al vaso, el más bello que he visto nunca y que en la foto anterior podéis ver en formación de ataque y en la foto siguiente lo sujeta alguien y se observa perfectamente la base del vaso.

Los suecos me intentaban explicar su modelo de vida, el por qué no hacen amigos cuando dejan la universidad o la escuela, como pueden trabajar con alguien durante treinta años y compartir despacho y jamás visitar su casa o conocer a su esposa o marido y yo venga a repetirles que son bichos raros. Yo de sociable y persona abierta y estos bichos se sientan contigo y si no les hablas se pueden pasar tres horas sin decir ni pío mirándote mientras comen. Ellos se descojonan cuando les muestro lo erróneo de su actitud pero estoy convencido que no cambiarán. Algo que me pone de los nervios es que les encanta ir a mear en grupo y hablar mientras mean. Es algo enfermizo. Lo mismo pasa con los holandeses. Uno hizo amago de querer ir al baño al mismo tiempo que yo y lo invité a sentarse y esperar mi vuelta bajo riesgo de partirle la cara, que aunque sea más grande y más corpulento que yo, la patada en los huevos seguro que lo desmonta en un instante.
Todos comimos costillas y justo después de terminar de comer nos trajeron café y yo estaba seguro de no haberlo pedido que mi holandés será cutre pero no tanto. Imaginé que alguno de los otros dio la orden mientras iba al baño y seguimos la tertulia y a la hora de pagar descubrimos que se habían equivocado y no nos los cobraron. En mi caso invitaron los nórdicos que se negaron a que yo pagara mi parte. Salí de allí a cuatro patas, como era de esperar con una cerveza que tiene 7.5% de alcohol y llegué a casa gracias a la Macarena la cual está a punto de morir a no ser que encuentre un taller en el que la reparen y ya van dos que la han rechazado …. ….
… Más tarde: me acabo de dar cuenta que me estoy autocensurando esta semana esperando que pase el efecto Borjamari y pueda volver a hablar de las boberías que trato habitualmente. Mañana igual evalúo la simplicidad del cultivo de tomate en campos de flujos hipersensoriales o algo parecido para mantener un perfil bajo.