Estando en el Keukenhof, mi amigo el Moreno me prestó una lente para hacer fotos con macro y he de decir que disfruté como un enano. Hasta ahora siempre había visto las fotos con la distancia que marca la cámara pero esto es casi como verlas desnudas. Todo un universo de nuevas sensaciones visuales se expandió ante mí. La foto de hoy es la primera de muchas, porque pienso seguir con este espectáculo obsceno y totalmente sexual.
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Estambres y pistilo
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Travelos
Ya no me queda mucho más que contar o al menos eso creo yo. Mi pequeño libro secreto con las palabras mágicas se ha quedado vacío. Todo está aquí o casi todo. Seguro que en el futuro encontraré otras y podré seguir con estas postales desde la infamia que retratan tan mal ciertos comportamientos que por alguna razón parece que yo solo puedo ver. Está en mi naturaleza el ver siempre el lado medio vacío del vaso, la parte negativa, ese pequeño defecto que estropea la perfección de la flor o de la mujer. Mientras otros quedan inmediatamente cegados por la belleza y no logran salir de su embelesamiento de ninguna forma o manera yo por más que lo intento siempre tropiezo con las anomalías.
Dejémonos de chorradas y centremos el asunto. Hoy quiero homenajear a los travelos, esas chicas que todos conocemos y de las que quisiéramos no acordarnos. Seguro que recuerdas aquellos años en la universidad con gran cariño o quizás aún los estás viviendo. Si fuiste lo suficientemente inteligente y no cometiste los errores que cometí yo te habrás metido en una carrera de letras o de económicas. Lo digo porque en las ingenierías la calidad de la materia femenina no es como para tirar voladores y celebrarlo con gran algarabía. No digo yo que no hayan excepciones, que me han llegado rumores que afirman que existen, yo solo digo que de haberlas, yo no las vi. Primero en Telecomunicaciones flipé con lo bajo del nivel de la carne que allí se exponía. Yo que me regalaba a mí mismo para que ellas pudiesen disfrutar de un pedazo de yogurín y a cambio lo que obtenía eran una horchatas de cuidado y eso en el mejor de los casos.
Después me pasé a Informática pensando que allí mejoraría la cosa pero por desgracia no sucedió así y descubrí con horror que la facultad estaba llena de travelos, los cuales podemos definir como hembras andróginas sobre las que tenemos dudas fundamentadas de su sexo. Muchas de las tías que estaban en clase intuíamos que eran chicas pero la duda estaba ahí, rondándote todo el tiempo. Eran unos travelos de cuidado. Algunas por tener hasta tenían nuez de Adán que siempre se ha asociado con el hombre. Digo yo que si a una tía le sale un pedazo de nuez del tamaño de una manzana es que algo de machorra debe tener. Nosotros nos movíamos en el edificio con nuestras ristras de ajos para espantar aquellos travelos que a la mínima te abordaban buscando no se sabe bien qué. Han pasado años desde entonces y aún me despierto algunas noches sudoroso con la imagen de Inma monster clavada en mi retina o la fea aquella que para mayor horror era la novia de uno de nuestros colegas. La pobre daba miedo hasta con un cartucho tapándole la cara, era más hombre que muchos de nosotros con aquellos brazotes, aquel pecho liso en el que algunos quisieron ver indicios de pelo. Era la reina de los travelos de la facultad, con aquellos labios masculinos y aquel vello en los brazos. Nuestra alienación llegó hasta tal extremo que tuvimos que montar una clasificación, ya que nuestros cerebros informáticos tendían a catalogarlo todo. Visto que allí no podíamos encontrar belleza instauramos el DOWN 40, la antítesis del TOP 40 con el que se celebra lo más mejor. La lista se llevaba en escrupuloso secreto y todo hombre que se precie de la facultad la conocía y discutía con sus compañeros para reajustarla continuamente, que algunos de aquellos travelos de vez en cuando se rapaban al cero o con el pelo muy corto y entonces sí que eran hombres de verdad. Recuerdo que en aquellos años íbamos al baño con grupos mínimos de dos personas porque siempre dejábamos a uno en la puerta por si se intentaba colar uno de los travelos, que no nos quedaba muy claro que usaran el baño de las tías.
Aún hoy día sigo viendo travelos por doquier. Son esas cuasi-hembras fuertotas, con bigotón, brazotes con músculo y pecho casi liso que visten como machos, caminan como hombres y por hacer, hasta fuman como tíos. Imponen con su presencia e intimidan a cualquier hombre de verdad que se ponga en su camino. En ellas no hay residuo alguno de feminidad y caminan andróginas por nuestras calles posiblemente convertidas en tortilleras de pro. A veces las vemos en los bares tomando cerveza y eructando como tíos y en seguida notas como todos los varones que están en el local fruncen el ceño y lamentan esa pérdida para el gremio de las hembras. Yo sé que siempre que sucede esto, en algún lugar del universo, en ese preciso instante, un ángel pierde sus alas y cae como una piedra a la tierra para mayor disgusto del Dios todopoderoso, que se molestó en crear dos sexos para que después estos travelos mancillen su obra con su mera presencia.
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Callientapollas
Seguimos con esta revisión de los diferentes comportamientos humanos desde mi particular punto de vista y hoy le toca el turno a las calientapollas, esas que todos conocemos y que tienen una conducta particularmente puñetera y frustrante para el macho masculino. Lo mejor es ilustrarlo con un ejemplo.
El otro día volvía a mi casa desde el trabajo en el tren. Por algún retraso anterior el tren venía bastante lleno. Yo siempre me quedo en los vagones especiales para bicicletas haciendo mis sudokus y escuchando audiolibros. En la siguiente parada se subieron al tren una pareja. ?l era el típico cabeza de queso de más de metro noventa, delgado como un compás y con el desgarbamiento habitual. Ella era la típica chica asiática modosita de tamaño compacto, carita de no haber roto un plato en su vida aunque sí de haber comido más miembros de los que seguramente sepa contar y con esa belleza extraña que tienen las mujeres de ese lado del mundo cuando no son cabezudas como la hermana del Chino. Yo lo vi claro desde el principio y como yo seguramente toda la gente que estaba en aquel compartimiento pero el chico parecía ciego. ?l flirteaba con aquella hembra y le mandaba señales claras y fuertes sobre sus intenciones. ?l lo que quería era mojar el churro, embragar, darle de comer a su pajarito y eso que se dice. Ni siquiera se lo estaba insinuando, se lo estaba escribiendo en el aire en letras del tamaño de farolas mientras que ella se reía, le seguía el juego, le ponía una mano encima, lo acariciaba, le daba esperanzas y cuando el chico trataba de acercarse lo bloqueaba y lo empujaba para atrás. El juego siguió durante todo el camino y lo que sabemos con seguridad es que aquel pobre de hacer algo ese día, fue con la ayuda de su mano o de la Chochona que se compró en un sex shop. En la estación la vi despedirse de él y mandarlo a freír espárragos. Si el chico no hubiera estado ciego se habría dado cuenta desde el principio y no hubiera perdido su precioso tiempo con esta calientapollas.
Están ahí, a nuestro alrededor. Llevan aquí desde el comienzo de los tiempos, son como una plaga que ha asolado la humanidad desde que tenemos memoria. Las calientapollas son esas hembras que juegan a engatusar al macho humano, le hacen albergar esperanzas y cuando ven que lo tienen más caliente que los fogones del infierno les dan la espalda y los dejan yertos, frustrados y de una mala leche legendaria. Todos las conocemos y aquellos que han sufrido con sus provocaciones han desarrollado una particular sensibilidad hacia las mismas y son capaces de verlas venir de lejos. En cada grupo de amigos siempre hay una que ostenta el título de calientapollas, una que ya se ha trabajado los machos de la manada y ha dejado su sello de frustración escrito en varios de ellos. Por suerte hoy en día todos tenemos correo electrónico y programas de mensajería instantánea y pronto se sabe que tenemos entre manos una de esas en la banda. Lo único que se puede hacer es sonreírle e ignorarla, para que así se infle a decir que eres mariquita mientras te pules a todas sus amigas para que se lo nieguen. Lo malo es que estas calientapollas tienden a ser hembras hermosas y de buen ver que además son plenamente conscientes de su poder y abusan del mismo. Nuestro idioma es bastante rico en vocabulario y pese a los intentos de los chichones por simplificarlo y convertirlo en una sombra de sí mismo, no debemos olvidar la belleza de palabras como esta que tan sabiamente describen algo.
Una de esas maldades que practicamos a menudo es la de sugerir al nuevo lobezno que llega a nuestro grupo que ella está como loca por él y que seguro que lo tiene fácil. El chaval se cegará y se lanzará como un kamikaze hacia ella completamente convencido de su éxito. No escuchará a nadie que le intente poner sobre aviso y se estampará contra la muralla de la calientapollas sin remedio. Los demás observaremos entretenidos el experimento riéndonos y comprobando como el chaval pasa por todo tipo de etapas que resultan en el incremento de su frustración una y otra vez hasta que finalmente desiste. Inicialmente tendremos alguien resentido y que no se fía de nuestra bondad y camaradería pero pasado un tiempo verá que todos han de pasar por esa experiencia y las cosas volverán a ser normales.
No hay nada malo en conocer alguna calientapollas en tanto en cuanto mantengáis las distancias y no le permitáis nada. Tarde o temprano acaban enamorándose de algún gilipollas que las humillará, ninguneará y puteará todo lo que pueda y de esa forma se restablecerá el equilibrio y ellas recibirán el premio por todo el mal que hicieron en sus años mozos. Si conoces alguna, dale un gran abrazo la próxima vez que la veas y dile que yo y todos los hombres del mundo le mandamos muchos recuerdos y que esperamos que algún día encuentren eso que se merecen.
Seguramente hay el equivalente masculino de este tipo de gente pero yo lo desconozco por razones obvias y tampoco conozco el nombre por el que son conocidos si es que hay alguno.
Y qué forma mejor de acabar que poniendo la definición del RAE para esta palabreja:
Calientapollas: Persona que excita sexualmente a un hombre sin intención de satisfacerlo
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