Mi amigo el chino ha decidido por sí mismo y sin ayuda de nadie más que mi éxito en la empresa y mi capacidad para sobrevivir se debe a que a mí me conoce todo Dios menor de la compañía y ha optado por laparme hasta el infinito y más allá y pegárseme como un grano a un culo peludo. Hoy había quedado con mi amigo el manager (gerente en español) para irnos al cine y el chino se nos enquistó sin remedio. No había nada en cartelera digno de ver así que modifiqué los planes y lo convertí en una salida de copas. Es increíble como todo el mundo me consiente. Yo debería ser político y dedicarme a llenarme los bolsillos con dinero negro, blanco o del color que sea e involucrarme en todo tipo de corruptelas y posicionar amigos y familias en todo tipo de puestos de alto sueldo y bajo trabajo pero por desgracia mi impaciencia me puede y no soporto la falsedad más allá de lo justo y necesario. Es una lástima porque mis dotes para convencer a la gente son gigantescas e inexplicables.
Con el chino y el otro de acuerdo para ir a beber convencí a mi compañero de despacho para que se nos uniera. El hombre este del que no hablo por respeto es más raro que un trebol de treinta y cuatro hojas. Compró a su mujer en un catálogo, una rusa con hija que por venir con descendencia tenía descuento. La rusa le salió super-mega-hiper ingeniera de complejos hiper-mega-maxi-super secretos y la tía sabe leer, escribir, chuparla y gemir sin que se note que simula. El hombre está contentísimo con esta familia de catálogo de tres euros y ya ni se acuerda de aquellos tiempos en los que estampaba su lefa contra las páginas de las revistas del corazón mientras una gota de sudor le resbalaba por la cara. Ahora folla de gratis (o no si consideramos que tuvo que comprar la familia para poder hacerlo). Posiblemente madre e hija lo dejen en el momento en el que consigan el pasaporte y la nacionalidad holandesas pero hasta entonces que les quiten lo bailado.
Con el equipo formado nos fuimos al Café Dudok, otro lugar legendario muy vinculado a mi vida. Nos pedimos cervezas de trigo belga y nos pusimos a hablar de temas mundanos y a especular sobre nuestro futuro más inmediato. Sobre el chino pesa una gran responsabilidad porque él es uno de los tres últimos chinos que quedan en la empresa y ellos han de mantener el pabellón de su país muy alto. Sobre mí pesa aún una responsabilidad mayor porque yo soy el ?LTIMO representante de España y la gran comunidad Lationamericana. Cuando yo salga por perder en alguna de las próximas rondas de nominaciones el español desaparecerá como lengua de esos edificios, ya no habrá sangre latina que alegre la vista de las rubias calentorras ni se podrán escuchar los Coño, joder, mierda e hijo de la gran puta que ahora suenan como música celestial por el complejo de edificios. Yo no quiero pensar en el tema para no agobiarme, que ya sabemos todos que soy muy sensible a estas cosas.
El chino aún no me ha perdonado que haya puesto una foto de su regalo en mi bitácora. El hijoputa pretendía que lo mantenga oculto y que yo me sienta muy orgulloso de tremendo regalo y yo no me canso de recordarle que es una mierda del copón. Encima esta semana le dio otro de esos trajes horrorosos de botella de vino al holandés que camina conmigo y el hombre en su inocencia se lo regaló a su hija. La chiquilla se agarró una perreta del quince con aquella mierda y ahora el colega anda resentido con el chino por haberle dado esa bazofia de regalo que no sirve ni para contentar a una niña de cuatro años.
Estuvimos dos horas tomando cervezas a un ritmo de tres por hora y he terminado un poco inestable, así que tendréis que excusar mis faltas gramaticales y ortográficas porque mis dedos avanzan solos por el teclado sin que pueda pararme a mirarlos, que esto de tener una velocidad de más de trescientas pulsaciones por minuto puede ser una maldición en ciertas circunstancias como la de hoy. Frente a mí se encontraban dos rubias en una mesa tomando cerveza y juro solemnemente que eran más putas que la gallina turuleta, se pegaron todo el tiempo abriendo las piernas para que les viera esas bragas micronésicas y esos coños peludos después de un invierno sin saludar al señor Gillette. El chino les daba la espalda y se pensó que me reía de él cuando me llevaba la mano a la boca y hacía una risilla en plan Pierre Nodoyuna. Las tías también se reían, se miraban entre ellas y al cabo de un rato volvían a hacerlo. No sé por qué me da la impresión de que si hubiésemos querido a esas dos les limpiábamos las cañerías y les dábamos cuatro biberones de buena leche. Ya sé que yo tengo un atractivo animal para cierto tipo de mujeres, particularmente las ciegas y las inmaduras pero tampoco es plan que se me exciten de esa forma. Hay que tener un poquito más de dignidad y procurar cerrar las piernas, queridas, que el mundo está lleno de muy mala gente y algunos hasta tienen bitácoras en las que lo cuentan todo.