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  • Setas

    3 de noviembre de 2005
    Setas

    Setas, originally uploaded by sulaco_rm.

    El principal problema al hacer fotos de setas es que están en el suelo y es muy malamañado. Hay que tirarse en el suelo, húmedo generalmente, limpiar un poco los alrededores de nuestro objetivo y cruzar los dedos para que todo salga bien. Si hay suerte al final conseguimos una preciosidad como esta. Si no, pues a seguir intentándolo.

    Muchos de mis colegas no entienden como nos podemos ir en nuestro descanso de mediodía al bosque y pegarnos una hora buscando estas pequeñas maravillas vivas para retratarlas. Yo no entiendo como ellos pueden vivir sin disfrutar esos instantes, sin sentir la satisfacción de haber encontrado un tesoro, de saber que eso que has visto hoy puede que no esté allí en unos días o quizás ya no sea tan perfecto. Casi nunca las tocamos, ya que estas preciosidades suelen ser letales, así que mantenemos la distancia y el respeto mutuo.

    La foto de hoy es de Noviembre del 2003. Esta monería vivió en los bosques de Hilversum hace dos años y así nos la encontramos aquel día de otoño.

  • Wadlopen

    2 de noviembre de 2005

    Sigo tirando de archivo para sobrevivir estos días. Hoy recordamos algo que apareció por primera vez en Agosto del 2002 en mi lista de distribución. Aquel fue un verano legendario, lleno de curiosas actividades al aire libre.

    Cuando escuché por primera vez que había algo llamado Wadlopen, que podríamos traducir como vadear supe que teníamos que hacerlo. Es un tipo de actividad al aire libre en la que se camina en marea baja mar adentro. Tuvimos que ir a un sitio llamado Westernieland para hacerlo, bastante al norte del país.

    Como sucede con muchas cosas en este país nos tuvimos que apuntar casi cuatro meses antes, eligiendo un sábado aleatoriamente. Es una ruleta rusa porque te puede pillar un día de lluvia y frío o un día genial. Debido al peligro que presenta solo se puede realizar con guías. Un sábado bien de madrugada arrancamos el turco, el indonesio y yo. No se si lo he nombrado en ocasiones anteriores pero de turco tiene poco. Es rubio y con ojos azules. Siempre he sospechado que dice que es turco para ocultar algún terrible crimen que cometió en su país de origen y como los turcos son marrulleros y por dinero te dan cualquier cosa, pues le concedieron un pasaporte de semejante país, que no es algo que uno pueda pasear con orgullo por el mundo.

    Tras dos horas en coche llegamos allá arriba y acudimos al punto de encuentro, lugar en el que teníamos que pagar y enterarnos de como iba a ser la movida.

    Nosotros creíamos que éramos los únicos chiflados que se meten a conducir un sábado de Julio a las cinco de la mañana así que nos sorprendió encontrarnos con unas cien personas. De hecho, éramos tantos que nos dividieron en dos equipos. Teníamos que conducir hasta la costa, en donde estaba el punto de partida.

    Tras darnos unas pocas instrucciones en Holandés comenzamos a andar. La primera parte era fácil. Caminando entre campos de hierba hacia el mar. Nos habían recomendado que lleváramos pantalones cortos y botas de talón alto y una muda extra de ropa para cambiarnos al finalizar, lo cual hicimos.

    Pasados unos minutos andando por la hierba llegamos al lodo. Solo se le puede calificar de esta manera. Era una arena tan fina y tan empapada en agua que era como lodo fresco. Al meter el pie se te enterraba en ella. Andar en esas condiciones daba un poco de asco y la gente procuraba no ensuciarse. A los diez minutos descubrimos que eso no era posible. En el siguiente tramo los pies se te enterraban hasta la rodilla en aquella mierda. Algunos se caían y se cubrían de fango, por ejemplo nuestro colega indonesio. El pobre se ve que no estaba capacitado para andar por este tipo de terrenos. Yo no parecía tener mas problemas que el asco a la sustancia pero podía seguir haciendo fotos y riéndome de la gente. Lo mismo el turco, que parecía haber nacido para andar en dichas tierras. La experiencia era sacrificada pero agradable. Caminábamos mar adentro, dejando la costa atrás, rodeados de mejillones y otros bichos que nos miraban pasar con asombro.

    Tras un descanso el guía nos dijo que íbamos a pasar una zona muy dura. Comenzamos poco a poco. Íbamos los tres andando y hablando, prestando atención al suelo. Tras un rato nos damos cuenta que el indonesio no está con nosotros. Miramos hacia atrás y lo vemos como a unos 100 metros y con algo en la mano. Según se va acercando descubrimos que se le había roto la bota e iba caminando con una bota y con un calcetín en el otro pie. Traía una cara de amargura tremenda, lo cual alentó aun mas nuestra crueldad característica y nos reímos aún con más ganas de él. Más tarde me enteré que estaba amargado porque ese era el único par de zapatos que tenía junto con unas zapatillas deportivas. Nunca dejaran de sorprenderme estas razas exóticas por lo rastreras y rácanas que son. Un español cualquiera, hasta el más pobre, tiene multitud de zapatos de los cuales usa dos o tres pares y el resto los mantiene en reserva. Cualquier mujer española se mueve por encima de la decena de pares de zapatos. Y estos asiáticos con un par de zapatos sobreviven dos años. Claro, el hombre iba amargado por el estipendio que tenia que realizar por culpa de la caminata.

    Solo habían pasado 45 minutos desde que habíamos empezado y se suponía que iba a durar dos horas y media así que le preguntamos si quería volver pero nos dijo que no le importaba seguir (otra muestra clara de su racanería ya que la única razón es que ya no le devolvían el dinero por lo que decidió seguir hasta las puertas del averno si hacía falta). La naturaleza agarrada del asiático lo obligaba a seguír cargando la bota destrozada, manteniendo la esperanza de que se pudiera reparar. El turco y Yo nos partíamos la polla de risa a sus espaldas, a su lado, de frente, en cualquier sitio. El resto de los caminantes, como mayormente eran holandeses y suelen ser muy respetuosos con la gente nos miraban y no decían nada. La gente me veía regodeándome y haciendo fotos con aquel pobre desgraciado y debían pensar que soy un poco cabrón, algo que seguramente es cierto.

    Seguimos andando con el amigo cojeando a nuestro lado por unos paisajes muy bellos. La marea al retirarse deja unos inmensos campos de berberechos, almejas y mejillones. Pasada media hora más llegamos a un nuevo punto bastante problemático. De repente veo que la mujer a mi izquierda comienza a tener problemas y a hundirse en el fango. El marido en vez de ayudarla se reía de ella y la pobre seguía hundiéndose en el fango, a punto de llorar. Yo aproveché para hacerle unas cuantas fotos.

    En eso que supero la zona difícil cubriéndome únicamente de barro hasta las rodillas y veo que el turco esta enterrado en el barro hasta la cintura. Me río de él desde mi atalaya y él venga a llamarme cabrón e hijoputa. Llega donde estoy sin requerir de mi ayuda y en esto vemos que el indonesio se nos esta hundiendo, llegándole el barro casi hasta el hombro, la mano que sostiene la bota fuera del agua tratando de salvarla a cualquier precio y con una cara de penita que no puede con ella, mirando para nosotros pero sin decir nada y cada vez mas cubierto de mierda. Nos miraba con unos ojillos como los Gremlins buenos, acristalados y a punto de romper en lágrimas. En ese momento tuve que tomar una de las decisiones mas duras de mi vida y espero que Dios lo recuerde cuando lo encuentre a las puertas del cielo. Tuve que decidir si tomar una foto del pollaboba aquel hundiéndose o ayudarlo a salir del barro. Por una vez esa pequeña mancha de bondad que hay en mi corazón se impuso y decidí renunciar a la foto y ayudar al capullo. Le eché una mano y logré sacarlo de aquella mierda aunque lo obligué a tirar la bota rota en el fango, en donde desapareció engullida por la sustancia. Me queda la satisfacción de haber ayudado a un amigo y de tener unas cuantas fotos con la bota en la mano y de la pobre mujer que se vio en problemas.

    Tras semejante evento el indonesio no volvió a levantar la cabeza. Estaba claro que era uno de los peores días de su vida y uno de los mejores para nosotros, que disfrutamos enormemente con la desgracia ajena. Continuamos la caminata y tras dos horas y media paramos a descansar a dos kilómetros de la costa, en un lugar que parecía una playa sólo que mar adentro. Algunos aprovecharon para bañarse y relajarse al sol. En eso el guía pasa por nuestra zona y se para a hablar con nosotros. Viene un holandés y le pregunta que cuanto falta para acabar. El guía responde que como el día estaba bueno y a la gente parecía que le gustaba caminar había decidido prolongar la caminata y no creía que volviéramos antes de cuatro horas. El indonesio poco menos que se nos echó a llorar al pensar que tendría que seguir renqueando por hora y media más. Al holandés le entró un berrinche porque había quedado con su mujer en el punto de llegada y ahora ella tendría que esperarlo allí todo este tiempo. El guía le respondió más o menos que se la sudaba.

    Comenzamos esta etapa de vuelta con el indonesio desmoralizado y yo y el turco más felices que el Pupas. Pasamos cerca de un barco de la policía que nos vigilaba. El barco estaba atracado a más de dos kilómetros de la orilla. Supongo que lo hacen por si sucede algo. En esta segunda parte tuvimos que cruzar unos vados en los que el agua nos llegaba hasta los hombros. Fue mi bautismo en el mar del Norte. Te metías en el agua a vadear y veías como el agua iba subiendo peligrosamente de nivel. Primero hasta los tobillos y poco a poco alcanzaba los huevos, luego cuando ya habías renunciado a salvar la camisa y mantenerla seca te concentrabas en que la cámara no se mojara. Algunas de las mujeres gritaban como bellacas porque hay que reconocer que el agua estaba fresquilla. Salías de cada vado con los huevos del tamaño de M&Ms y temblando como un pajarito.

    El trayecto de vuelta transcurrió entre vados y en el tramo final de nuevo en el lodazal donde el indonesio rompió el zapato. Cuando llegamos a tierra firme descubrimos que los abrevaderos de ovejas que había en aquel sitio eran los lugares de aseo prometidos por la organización. Así que espantamos a las putas ovejas y nos pusimos a limpiarnos como podíamos oliendo la agradable fragancia de la mierda de dichos bichos. El indonesio entre lágrimas tiró la otra bota a la basura. El turco, que no se había traído una muda extra de zapatos limpios, andaba amargado porque tendría que conducir descalzo todo el camino de vuelta así que le presté mis zapatos deportivos para que condujera y yo volví descalzo. Nos metimos en el coche apestando a barro (que tiene un olor similar al de las cloacas) y a mierda de oveja y comenzamos el retorno a casa. En el camino, como dábamos asco, nos daba un poco de cosa entrar en algún restaurante a comer y terminamos en un MacAuto, lo cual nos permitió comer en el coche.

    El indonesio decidió no volver a realizar ese tipo de actividades y en la actualidad se ha vuelto a comprar otros zapatos en una tienda de ofertas de baja calidad.

  • Setas en otoño

    2 de noviembre de 2005
    Setas en otoño

    Setas en otoño, originally uploaded by sulaco_rm.

    Y ya que estamos en otoño, rindamos un homenaje a nuestros pequeñas amigas las setas, que nos acompañan desde hace unas semanas por todos lados. La de hoy reside en Hilversum, en Anna’s Hoeve, un parque lleno de encanto situado cerca del edificio en el que trabajo. Nos la encontramos un día durante el paseo de mediodía.

  • Otoño con veranillo

    1 de noviembre de 2005

    Este pasado fin de semana el gran Dios nos ha regalado un clima de verano. Hemos estado por encima de los veinte grados, con un sol impresionante y un calorcito que nos permitía pasear en camiseta por las calles. Esto sería normal si no fuera porque estoy en los Países Bajos y estamos en Noviembre. Está claro que el clima no anda muy centrado. En mis seis otoños neerlandeses, es la primera vez que sucede algo así.

    Hace un par de años teníamos algo de nieve por estas fechas y ahora las carreteras de acceso a las playas se colapsan. Ando con la ropa de verano y la ropa de invierno fuera, porque hoy me pongo un chaquetón y mañana me voy en camiseta. Es una situación extraña, algo anormal. Me imagino que serán las consecuencias del cambio climático, ese que aquellos que no quieren firmar el protocolo de Kyoto se niegan a reconocer. Unos se abrasan y padecen sequías, otros reciben huracán tras huracán y a los que quedamos nos toca un veranillo en noviembre.

    Lo que aún no cambia es el problema de la luz. Ya se notan los días muchísimo más cortos. El sol gandulea y le cuesta alzarse sobre el horizonte. Por las mañanas me voy a trabajar a oscuras y por las tardes llego a casa de noche. En poco más de mes y medio habremos tocado fondo y comenzarán de nuevo a alargarse los días.

    La naturaleza no se termina de creer esta tregua y se prepara para el invierno. Los árboles están soltando lastre a marchas forzadas. Las calles están llenas de hojas, células productoras de energía que han agotado su ciclo vital. Los colores ocres y rojos predominan, es el tiempo más hermoso en estas tierras lejanas, cuando la luz juega y crea sombras y tonos no vistos el resto del año. Las setas asoman orgullosas por cualquier rincón, volviendo cada año a los mismos sitios y repitiendo su ciclo de la vida.

    Sólo nos queda prepararnos y esperar. Tarde o temprano llegarán las heladas, el frío, los aires gélidos y añoraremos estos días pasados. Serán los previos del invierno.

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