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  • Yo, Robot – I, Robot

    7 de agosto de 2004

    Este verano está resultando nefasto. Tras el susto del pasado domingo, temía volver al cine, pero es mi sino el tropezar repetidamente. Me dejé convencer por mi amigo el chino para ir a ver el nuevo superéxito taquillero yanki. I, Robot (Yo, Robot en cristiano) es una de esas películas de ver y olvidar. ¿Cuántas veces miré la hora durante los 110 minutos que dura? Pues no lo sé, pero tranquilamente unas treinta veces. En algunos momentos me aburría tanto que pensé en coger mi ipod mini y ponerme a escuchar música.

    Voy a tratar de ser un poco objetivo, cosa difícil para alguien que se ha leído toda la obra de ciencia ficción de Isaac Asimov. No creo que merezca la pena comparar la películas con los cuentos cortos y las novelas de este hombre, porque los sinvergüenzas que la rodaron ya lo anuncian al principio al decir que está ?inspirada por??. Básicamente respetaron el enunciado de las tres leyes, algún que otro nombre de personaje, la palabra positrónico y sanseacabó. Lo demás es una nueva película de acción de Will Smith, con sus bromas estúpidas, sus gilipolleces habituales, y con la novedad de que sale dos veces en calzoncillos (intuyo que el director pierde más aceite que el Titanic) y que ahora trabaja para la teletienda. Hay empotrados en la peli varios anuncios de teletienda. Will Smith vende zapatillas deportivas, equipos de música, coches, motos y lo que se le ponga a tiro. Todo ello con sus correspondientes segundos de elogio hacia el producto. ¡Vergonzoso!

    El guión es de juzgado de guardia. Dudo que tenga más de cinco páginas y en caso de que así sea, será porque usaron un tipo de letra grande. Lo resumiré en dos líneas: Panoli mongólico y retardado que odia los robots ve más conspiraciones que George Bush y es capaz el solito de salvar el universo universal, enamorar a la calentorra de turno y destruir muchos coches. ¿os suena familiar? Espero que sí, porque de estas el Will Smith tiene varias.

    Como película de acción no vale nada. Es totalmente previsible. Se ven venir las cosas con veinte minutos de antelación cuando menos. En los momentos culminantes te rascas la barriga, te miras las uñas, haces ejercicios musculares con tu cuello y esperas que la tortura acabe pronto.

    Del director, Alex Proyas, mejor no hablar. Me ha decepcionado profundamente. No me puedo creer que el mismo tío que hizo Dark City y El Cuervo haya parido semejante mierda. Espero que arda en el infierno muchos años por esto.

    Resumiendo. Iros a la playa y pasadlo bien, que esto no merece la pena. Si queréis más información en español, haced clic aquí
    gallifantegallifante

  • La mano en el fuego

    6 de agosto de 2004

    La mano en el fuego
    Cuando le dijo que se iba a casa a descansar porque estaba un poco cansada su corazón perdió el ritmo. Había esperado que todo fuera distinto, que no hubiera otra vez. Pensaba que si dejaba el tiempo correr todo pasaría, que no tendría que afrontarlo. No fue así. Ahora, sólo en el despacho, con los ojos llenos de lágrimas, pudo ver el abismo insoportable que se abría a sus pies y sintió una pena infinita por lo que acababa de perder. Se limpió los ojos y se puso la chaqueta de forma mecánica.

    Sin fuerzas, arrastrando los pies por el suelo, salió del edificio y fue a buscar su bicicleta. Mientras caminaba, trataba de convencerse de que todo era un loco desvarío, un capricho tolerable, pero mientras se escuchaba a sí mismo se daba cuenta de que no podía seguir ese juego, de que si lo hacía renunciaría al cielo, y sin cielo no hay amor.

    De camino a la casa trataba de poner su cabeza en orden, buscar sentencias con las que condenarla, no quería improvisar y mucho menos arrepentirse de algo de lo que dijera. Cruzaba las calles desiertas a esa hora, mientras una fresca brisa le daba en la cara. No se daba cuenta de nada de lo que sucedía a su alrededor. Sólo había un destino y un cerebro atormentado que pensaba que el mundo era ese día un lugar muerto. Cuando llegó cerca a su casa, aparcó la bicicleta con la de ella y las ató juntas con su cadena, como hacía siempre, un acto reflejo.

    Entró en el portal y pensó en dar la vuelta. Su otro yo, la vocecilla que le gritaba desde hace semanas lo obvio, lo que él se negaba a creer, le susurraba que no habría otra vez, que era hoy o nunca, que fuera un hombre e hiciera lo que tenía que hacer. Volvió a dudar al llegar a la puerta. Los ojos se le estaban volviendo a llenar de lágrimas. Se quedó allí quieto, sin tener conciencia del tiempo, con la llave en la mano.

    En un momento dado algo despertó dentro de él. Abrió la puerta sigilosamente y entró. No se molestó en cerrarla. Cruzó por el salón. Ni siquiera notó que había música puesta, que su disco favorito, el disco de Fangoria, sonaba en esos momentos. ?l sólo tenía ojos para la puerta del fondo. Ya antes de llegar los pudo oir. Eran ruidos guturales, susurros marginales que le quemaban los oídos.

    Abrió la puerta de golpe. Ellos se volvieron con la sorpresa pintada en el rostro. Por una fracción de segundo sintió una pena infinita, por él, por ella, por ambos, por lo que pudo ser y no sería, por el camino dejado atrás y la autopista que nunca se construiría en el futuro. Se dió cuenta de que se estaba quemando por ella. El instante pasó y la ira lo ocupó todo. Los miró a ambos, lentamente, con una expresión de odio infinito en su rostro. Su ira le dilató las venas del cuello, le provocó un temblor en la mano, en la que seguían las llaves.

    Ellos lo miraban sin saber como reaccionar. Ella fue la primera que comenzó a moverse. Trataba de coger la sábana y taparse. El otro seguía allí, intentando adivinar sus movimientos para poder esquivarlo. Cuando por fin salió un sonido de su garganta, fue una negación cargada de dolor. Un «No» largo y sentido que barrió su cuerpo de una punta a la otra. Ya no era suya y él no quería que fuera de nadie más. Levantó la mano para atacarlos, pero justo en ese instante vio que de hacerlo sería segurles el juego.

    Con gran dignidad, los miró a ambos y le dijo a ella: «No quiero volver a verte«. Se dio la vuelta y cuando avanzaba hacia la puerta la oyó como le gritaba que no era lo que parecía. Cerró la puerta al salir.

    Salió a la calle. El cielo tenía un azul intenso. Decidió que prefería caminar de vuelta al trabajo. Tenía que despejarse.

    … no lo hago solo por ti
    y no me voy a arrepentir …

  • Las Brujas de Mayfair – The Witching Hour

    5 de agosto de 2004

    Las Brujas de Mayfair, nombre por el que se conoce en cristiano al libroThe Witching Hour The Witching Hour de Anne Rice es el primer tomo de las historias de una saga de brujas que viven en Nueva Orleáns.

    Revisitar este libro es siempre un gusto. Es posiblemente el mejor de la serie. En esta ocasión en que encima reconozco los lugares de los que hablan por haberlos visto, el gusto es mayor. En mis vacaciones en Nueva Orleáns pude ver la casa sobre la que gira todo el libro, así como varias de las zonas que se mencionan.

    Para aquellos que nunca hayan leído nada de Anne Rice, es una escritora bastante prolífica y con frecuentes altibajos. Su saga más conocida es la de las Crónicas Vampiricas, de la que se han llevado dos de los tomos al cine.

    Hablando un poco del libro, trata de una mujer que descubre que es bruja y que desciende de una dinastía de brujas y brujos. Aunque la trataron de apartar de la familia para evitar su sino, al final el destino la alcanza. La mujer se tendrá que enfrentar a un espíritu que ha acompañado a la familia durante cientos de años y que parece ser que les otorga el poder que tienen.

    Como en la mayor parte de los libros de Anne Rice, hay un fuerte componente sensual y una velocidad narrativa bastante suave, si la comparamos con otros escritores de super-éxitos. Definitivamente recomendado si os gustan las historias de misterio en plan ligero, la brujería y similares.
    gallifantegallifantegallifante

  • Miro la vida pasar

    4 de agosto de 2004

    Miro la vida pasar
    Desde mi ventana miro la vida pasar, lentamente, poco a poco, sin esperanza ni ilusión. Todo cambió el día que te dije no. Recuerdo que era una mañana soleada de invierno, con un cielo totalmente limpio. Recuerdo que había nieve sobre el tejado, sobre los coches y sobre la acera. El humo salía de las chimeneas de las casas y el silencio sólo lo rompían los coches al pasar. No habían pájaros volando, no habían flores, sólo tonos neutros que el contraste con el cielo resaltaba aún más. A lo lejos se veía un ciclista tratando de no caerse en el hielo de la calzada. De su bicicleta colgaban varias bolsas en las que llevaba comida.

    Si hiciera un poco de esfuerzo podría recordar muchísimos más detalles de ese día. El día que se detuvo mi mundo, o el día que me bajé del tuyo. Estabas ahí, sonriéndome, haciéndome carantoñas y yo me dejaba llevar. Para ser tan temprano estabas muy activa. Eso tendría que haber disparado las alarmas, pero no lo vi venir. Me dejé llevar y te seguí la corriente. Respondí a tus insinuaciones, yo también te hice carantoñas, jugué contigo.

    Cuando llegó la pregunta me cogió totalmente desprevenido. Ni siquiera me dí cuenta de la respuesta que había dado hasta que vi la cara que se te puso. Fue como si la luna eclipsara al sol y toda la luz se fuera de golpe. Tu sonrisa se torció lentamente, tus ojos se fueron cerrando poco a poco y las aletas de tu nariz se comenzaron a convulsionar, al principio lentamente, luego ganando velocidad. Tus ojos se tornaron vidriosos y no debieron pasar más que unos segundos cuando empezaron a derramar las lágrimas. Lo siguiente fue tu mano. Salió disparada contra mi cara y me la cruzaste con dos bofetones. Yo aún estaba en el modo cariñoso y divertido y sin venir a cuento me vi en el medio de una batalla. Los gritos tuvieron que despertar a todo el vecindario. Por un instante pensé que habías perdido la cabeza mientras yo me encogía y mi corazón dejaba de latir.

    Yo traté de hablar, traté de encauzar la discusión por un camino más pausado pero no fue posible. Lo siguiente que vi fue como sacabas la maleta y empezabas a guardar tus cosas, llorando, moqueando y lanzándome esas miradas de odio que acuchillaban mi corazón. Pese a mi indiferencia natural fui capaz de darme cuenta de que habíamos llegado al final de un ciclo, que la rueda había girado, que ya nada sería lo mismo.

    Saliste dando un portazo y ese fue el punto final. Nunca más supe de ti. Nunca más respondiste a mis llamadas, nunca más permitiste que te viera. Pasados los días noté el cambio. Todos los amigos comunes pusieron tierra de por medio. Todos cerraron sus puertas. Nadie quiso seguir a mi lado. Creía que estaba curtido en mil batallas y nada me afectaría pero no fue así. Tu estrategia surtió efecto. Me borraste del mapa. No pude más que retirarme, derrotado.

    Pasado el tiempo todo sigue igual. Siempre he sido fuerte aunque a veces he dudado si la suerte no se ha reído de mí. He acabado en esta casa, mirando por esta ventana y recordando lo felices que fuimos. No soporto que te nombren y ello me ha vuelto arisco, insociable. No puedo aceptar que no volverás. Miro cada mañana en la cama y espero verte ahí, sonriéndome, pero ya no estás.

    Alguien me dijo que todo podría ir a peor pero yo lo dudo. Ya estoy en el fondo así que desde aquí sólo se puede subir, aunque cuando estás aquí abajo todo se ve tan negro que cansa y te sientes sin fuerzas para empezar a nadar hacia arriba y salir a la superficie. Espero tener el valor suficiente para hacerlo algún día.

    Mientras tanto miro la vida pasar
    y no sabes cuánto cuesta creer que no volverás …

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