Mi último día en Cork lo podía aprovechar bastante porque el avión lo tenía por la tarde y porque además, al contrario que otros que no vamos a mentar, yo no me rijo por la hora Virtuditas y a las ocho ya estaba en la calle. La previsión meteorológica de ese día anunciaba lluvia para después del mediodía, con lo que me venía muy bien. Prácticamente al lado de donde me quedé está lo que queda de la Abadía Roja, que no se llamaba así porque eran primos-hermanos del hediondo del coletas que mama dinero de Irán y Venezuela sino que era porque las piedras usadas para la misma tenían ese color. Del edificio (o conjunto) solo queda la torre del campanario, está en una placita y se puede visitar sin problemas. Obviamente, estaba solo en la calle.
Desde allí me acerqué al río Lee por su vertiente sur, ya que rodea el centro histórico de Cork dividiéndose en dos ramales e hice unas cuantas fotos muy chulas que ya habréis visto en mi Istagrame, o quizás no que no he añadido a nadie conocido salvo el Turco.
Crucé por el puente Nano Nagle y fui a ver el Monumento Nacional, que no solo conmemora que truscoluña no es nación, además recuerda las rebeliones que hicieron los irlandeses para ganar su independencia del emporio brexitano. En la zona hay una feria navideña con un tiovivo y una cutre-noria de poblacho de periferia en donde la noche anterior, había una cola de gente épica. Esos van a un parque de atracciones de verdad y mueren con las atracciones que hay en los otros. En la zona está también la fuente Berwick, que vamos, que no es de Bernini y se parece un montón a una que han en el Parque de Santa Catalina en las Palmas pero esta gente le tiene como adoración a la fuente. Aproveché para desayunar por la zona y después seguí callejeando y fui a ver la escultura de Rory Gallagher, que es como de arte moderno de ese que te pone las greñas de punta de puro terror, aunque claro, si eres culocochista igual hasta te mola.
Seguí haciendo fotos por la variante norte del río Lee, preciosas y ya disponibles en donde-tu-sabes y después entré a ver la iglesia de San Francisco, además de por la curiosidad de ver el edificio, por ver a los presuntos tocadores de niños, que haberlos, haylos en esos edificios igual que hay ratas y truscolanes en los barcos. Ya puestos, seguí a ver la estatua del Padre Mathew, que está en la calle principal y muy cerca del puente de San Patricio, uno de los más famosos de la ciudad y que actualmente está en obras. Aproveché para comprarme un par de camisetas por allí y comencé el ascenso para ir a ver la iglesia de Santa Ana, muy bonita y fotogénica por fuera, una aberración por dentro. Supuestamente se puede subir al campanario y tocar las campanas pero abrían después de la hora Virtuditas. Justo al lado está el Skiddy’s Almshouse, al parecer, el edificio habitado más antiguo de la ciudad y que es del siglo XVIII (equis-uve-palito-palito-palito). En la misma zona está la Catedral de Santa María y Santa Ana, muy sobria por fuera, es la catedral católica de la ciudad, pero les salió el ramalazo del julandrismo en el interior y está como pintada de rosa y rojo, una cosa horrenda y horripilante que aún me provoca pesadillas. Regresé a la parte baja de la ciudad por la preciosa calle Shandon.
Ya por el centro, me aprovisioné de quesos locales en un super y después fui a ver la iglesia de los santos Pedro y Pablo, para mi la más bonita de las que visité y con un interior espectacular. Mi paseo me llevó a la galería de arte Crawford, un pequeño e interesante museo de visita gratuita.
Mi deambular me llevó al otro lado de la ciudad, de regreso del lado por el que empecé, para ir a ver el Elizabeth Fort, un fuerte que al estar en alto, tiene unas preciosas vistas de la ciudad y de la Catedral de San Finbar, de la iglesia de Irlanda o sea, no católica. Estaba en esta tarea cuando cayó un chubasco que no veas y me refugié allí porque aquello era un diluvio. Ya casi era la una de la tarde y había estado del tingo al tango sin parar de moverme y me sentía tan a gustito como la compresa de una coja. Opté por ir a la estación de guaguas del centro y pillar la siguiente para ir al aeropuerto, en donde pasé el control de inseguridad sacando de todo de mi mochila y después comí algo mientras esperaba por el avión, que esta vez sí que salió en hora. Al llegar a los Países Bajos aterrizamos en la dichosa Polderbaan, en el más allá y tras llegar a la terminal veinte minutos más tarde, salí, pillé el primer tren a Utrecht y desde la estación fui en bici a casa.
Llegamos a la parte visual y tal y tal. Como esto es un experimento en múltiples niveles, se agradecerán los comentarios para saber si vale la pena hacerlo así o no. Gracias a mis orígenes gallegos y al don de mal de ojo que heredé de mi abuela y a la soltura con la que preparo las pociones, he macerado un vídeo que en realidad es una presentación con todas las fotos que hice en el telefonino (o casi todas) durante el fin de semana. He quitado las repetidas y las del paquete y del suelo, que a veces pasa y nos centramos en el lugar. Lo pasé por el Lightroom, le metí de música la canción Someone to You del grupo Banners, que es mi actual favorita y usé un bloque mágico para empotrarla en la anotación con desilusión y sin fantasía. Lo de los bloques lo explicaré un día que tenga una pájara de ideas. El vídeo nos lleva por la excursión en los acantilados y vemos muchos lugares mencionados ayer. Después llegamos a Dublín con una foto nocturna de la fachada de la Catedral de San Finbar y después sibue con las cosas que cuento en esta anotación:
Y tenemos una cosa más como decía aquel genio de la ropa negra que se murió de cáncer y dejó la empresa en manos de un julandrón que cuando hace una presentación me da un mal yuyu de que te cagas por las patas pa’bajo. En este caso es un vídeo con dos despegues y dos aterrizajes, primero el reverso nocturno desde Amsterdam a Cork y después el retorno desde Cork en el anochecer y el aterrizaje de nuevo de noche. Hasta el minuto y diez segundos no se ve una mierda pero al menos se puede disfrutar con la canción Clair De Lune en la versión de la The APM Orchestra en la película Twilight – Crepúsculo, que viene muy a cuento por el tema nocturno. El aterrizaje en Amsterdam es fabuloso, obviamente, por mi maestría en el tema:
Me sorprendió Cork y es un lugar al que probablemente vuelva pero hay que ir antes de noviembre porque una parte considerable de las atracciones turísticas, sobre todo las naturales, están cerradas entre ese mes y marzo. Por lo demás, un buen lugar para ir un fin de semana. Me da vergüenza escribir esto porque siempre he asumido que hay vida inteligente en el lado de los que leen pero ambos vídeos en la esquina inferior derecha tienen como un rectángulo al lado de la palabra llutuve que permite ampliar el vídeo a pantalla completa. Si alguno no lo sabía, por Dios, solicita la paga de retardado que te la dan pero segurísimo.
Una respuesta a “Callejeando por Cork y regreso a casa”
¡Genial!
Cada dia me gustan mas los videos nocturnos, este, a pesar de lo que tu dices de negativo, a mi me ha gustado hasta casi las lágrimas…
Gracias chaval!
Salud