Chocho mojado de septiembre


En esta ola terrorífica de calor nórdico en la que estamos, ayer lunes, aprovechaba yo a las doce para salir a pasear en Bolduque y normalmente voy alrededor de una charca de agua llamada Noorderplas, que traducido al español sería algo así como el charco del Norte o quizás si queremos ser muy precisos, truscoluña no es nación. Es una masa de agua de alrededor de medio kilómetro de largo y de ancho, aunque no es circular, tiene tres cuartas partes de una circunferencia. A su alrededor hay kelis y en la zona que falta el agua es un parque y hay búfalos sueltos por allí que se comen la hierba y viven plácidamente, algo que seguramente los que miran los estados de mi güazá han visto fotos de los animales, que siempre que paso y están cerca los retrato. En ese lago o charco no puedes bañarte y hay poca profundidad.

Regresando al tema, que me difuminé, el lunes salí a dar mi vuelta por ese charco del norte y elegir hacer el circuito en sentido contrario a las agujas del reloj, que me lleva primero por la parte en la que están los búfalos y el parque. Según comencé, de frente, veo a una pava en el camino, una chama ya postmenopáusica total, fácilmente en la segunda mitad de sus sesenta años. Pelo blanco, tetas a la altura del ombligo y una toballa con la que se cubría, ya que al parecer acababa de salir del agua de ese charco en el que no puedes bañarte y en el que la calidad del agua ni se controla y probablemente es malísima. La pava no me vio venir y en un momento determinado, abre la toballa completamente y allí, a unos metros escasos de mí, apareció ese chocho mojado de septiembre, con los pelitos ya ralos y escasos, que la pava ya no se los afeita y que parecía sonreír a los pezones que prácticamente lo miraban desde encima. Yo seguía avanzando hacia ella y después de un par de segundos, la chama como que registró en su cerebro, seguramente muy dañado por la bajísima calidad del agua, que estaba enseñando el potorro y dio un grito y procedió a cubrirse con la toballa, pero con la tensión y la velocidad del acto, lo único que consiguió es que se le cayera la toballa y se tuvo que agachar a recogerla, momento en el que otro chamo que venía por el otro lado tuvo una imagen estremecedora del chocho mojado de septiembre visto desde atrás y yo me preocupé por si los pezones tocaban el suelo, que por allí pasan cientos de perros a diario meando y cagando. Después de que la recogió, procedió a taparse rápidamente y al mismo tiempo, el rojo de la vergüenza se propagó por su cara y por todo su cuerpo, vergüenza aumentada al notar que por detrás también la habían evaluado y juzgado.

Ya para cuando se había tapado, yo pasaba por su lado con la mejor de mis caras expresando el clásico un poquito de por favor, mientras en ese momento, otra chama salía del agua en pelota picada y cuando escuchó el grito y vio lo que sucedía, abortó la maniobra y regresó a las plácidas aguas ciertamente insalubres del charco del norte. Tremendo avistamiento para cerrar la temporada, con este tendré pesadillas para el resto del otoño y quizás hasta en invierno.


4 respuestas a “Chocho mojado de septiembre”

  1. A este tipo de potorros, ya veteranos, probablemente cargados de experiencia y sabiduría, yo les guardo mucho respeto… 🙂
    Salud

  2. Que felicidad la señora ahí, ventilando. Aquí ya es raro ver una teta de más de 50 años, pero el potorro? ni de coña, así que olé por tu holandesa.

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