Días de sol y playa en Kuta


El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur pasando por Abu Dhabi

Al regresar a Bali para mi etapa final de las vacaciones, tenía bien claro que iba a disfrutar de un montón de sol y playa. En mi primer día completo en el lugar, me despertó el barullo en el puerta de mi habitación. Eran las siete de la mañana y parecía que tenía un zoco en la misma puerta. Me asomo por la mirilla y resulta que el hotel usaba esa zona como restaurante para servir los desayunos, todo muy friki. Cuando salí a desayunar también aluciné porque tenían desayuno asiático, el cual evita esas cosillas que comemos en Europa y las substituye por sopas, arroz, fideos, pollo y otros platos de comida, así que en lugar de mis habituales dos tostadas con mantequilla y mermelada, huevos revueltos, plato de frutas tropicales, vaso de zumo y café, tuve un plato de arroz y fideos, vaso de zumo y café.

Después me puse el bañador y salí para ir a la playa. Quería ver la zona y quería andar así que volví a jugarme la vida como gran torero que no soy cruzando la autovía. El tráfico era endemoniado y llegar al otro lado pasando por cuatro carriles (dos en cada sentido) y la mediana solo me tomó QUINCE minutos. Ahí mismo decidí que Nunca mais. El resto fue fácil, si prestas atención y caminas mirando para el suelo para evitar los cráteres que te conducen directo a las alcantarillas y que parecen ser tan del agrado de los indonesios. Por supuesto, cada taxi que pasó a mi lado o en sentido opuesto me pitó porque yo deseo y quiero tomarlo, cada persona que estaba en la calle en mi ruta me ofreció Taxi, Marihuana, Excursiones o Putas y el que no me ofreció nada, seguramente estaba muerto y se habían olvidado de enterrarlo.

Mi objetivo era el tramo final de la playa de Kuta, la parte cercana al aeropuerto. Esta playa tiene varios kilómetros de longitud pero esa zona es la menos comercial y de hecho, en una zona de un kilómetro éramos seis o siete personas, con lo que había distancia suficiente entre todos. Pasé unas horas tomando el sol y refrescándome. Creo que he puesto algún vídeo en ese lugar que todos conocéis. Cuando el calor era insoportable y el sol como un cuchillo afilado, decidí moverme y fui paseando por la playa (y posteriormente por el cutre-paseo marítimo) a la parte en la que miles y miles de turistas tratan de tomar el sol mientras una procesión interminable de gente les vende refrescos y otros esperan que vayan al agua para intentar robarles sus pertenencias, algo que al parecer es muy normal por allí. Después de beber un litro de líquido y comerme un helado mastodóntico aproveché para visitar una tienda de la zona famosa por sus precios «fijos», ya que si hay algo que yo odio es lo de negociar precios. De alguna manera logré pasar todo el día en la zona y antes de regresar cené.

Al día siguiente tenía de nuevo el zoco en la puerta a las siete de la mañana y me quejé, algo que solucionaron instantáneamente cambiándome al otro lado del hotel, justo junto a la piscina, en la que además tenía pensado pasar parte del día. Mis amigos holandeses me habían avisado que cambiaron sus planes y se venían a Kuta ese día para su última jornada antes de regresar a Holanda, así que quedamos que iríamos juntos a ver la puesta de sol y posteriormente cenar. Después de acabar con mi sesión de piscina me fui a un pequeño centro comercial que pertenece al hotel y en el que están todos los recuerdos que hay en el centro de la ciudad (o casi todos) pero cinco veces más baratos y allí compré las cosillas para regalar. Un rato antes de la hora a la que quedé con los holandeses pedí un taxi (por supuesto de la compañía Blue Birds Group, que es la única en la que sus taxistas usan el taxímetro) y me llevó hasta la puerta de su hotel. Ya todos juntos, fuimos al paseo marítimo y nos juntamos con la plebe, una muchedumbre que también estaba allí para ver la puesta de sol, aunque la naturaleza no parecía compartir el optimismo imperante y el cielo estaba encapotado. Por supuesto, miles de personas nos ofrecían toballas, souvenirs, marihuana, gafas de sol, putas y como no, taxis y Spa. Nosotros hablábamos como si estuviésemos en un lugar abandonado del universo y fuéramos los tres últimos seres humanos, ignorando a toda esa gente y no reaccionando a sus propuestas, algo que los irrita y nos complace en proporciones similares. No hubo puesta de sol pero hice algún vídeo y además tomé la única foto que existe en el universo e incluso en el mundo en la que estoy con los holandeses y que por supuesto no veréis jamás. Era muy pronto para cenar así que nos fuimos a un bar de copeo y nos tomamos unos mojitos antes de ir al restaurante que yo había elegido para cenar. Como suele ser habitual, primero vino la cena de uno, para cuando estaba terminando llegó la de otro y finalmente la del tercero, con lo que estuvimos dos horas cenando pero cada uno en su momento. Seguimos de tertulia, jurándonos amistad eternamente efímera y después caminé con ellos hasta su hotel para las efusivas despedidas antes de tomar un taxi que me llevó al mío.

Al día siguiente había contratado un curso para aprender a cocinar algunos platos de la cocina balinesa así que corto el relato aquí y dejamos eso para otro capítulo.

El relato continúa en Un curso de cocina balinesa y el regreso a Kuala Lumpur

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5 respuestas a “Días de sol y playa en Kuta”

  1. Huitten, tengo y llevo conmigo varias bolsas «Waterproof» (¿impermeables?), incluyendo la mochila de playa. Me llevo una conmigo en la que puedo poner el iPhone, el dinero y la tarjeta que abre la puerta de mi habitación en el hotel y si es necesario, me baño con ella, aunque teniendo un número tan reducido de gente para un kilómetro de playa y no habiendo ni un solo local en ese kilómetro, te podías bañar sin problemas dejando tus cosas en la arena. La que lleve a la playa está preparada para enganchar al brazo o para llevarla colgando del cuello. Por tener, tengo una que protege el iPad y que usé al subir y bajar de los barcos que me llevaron y trajeron de las islas Gili. En el hipotético caso de que mi mochila caiga al agua en el embarque / desembarque, mi dispositivo mágico y maravilloso no sufrirá ningún daño.

  2. No puedes ir a Asia y viajar a islas en plan Robinson sin bolsas impermeables. La de playa protege la cámara y flota. La usé cuando fui a bucear alrededor de las islas Gili y por supuesto, la he llevado conmigo siempre que he ido a la playa (aunque en esos días no llevaba la cámara en su interior). Al regresar traía en su interior toda la ropa sucia y limpia, cerrada completamente y nada más llegar lo metí en la lavadora y lavado a 60 grados para matar cualquier bicho que pueda haberse pegado a la ropa.

  3. Tienes suerte de que toda tu ropa se pueda lavar a 60 grados. Yo también soy maniática con esas cosas…y cada vez que vuelvo de un viaje (sea de donde sea), tengo que lavarlo todo (aunque esté limpio); incluso a veces le doy varios lavados seguidos. Y luego están las maletas; a las que les pego un repaso que no veas… Todo eso es lo que llevo peor de los viajes; pierdo la cuenta de las lavadoras que tengo que hacer (y la plancha posterior). Y lo peor de todo es que no todo lo puedo lavar a esas temperaturas; por lo que la cosa se me hace eterna.