Mil campanas suenan en tu corazón
que difícil es pedir perdón
ni tu ni nadie, nadie
puede cambiarme
Se miraban mientras cantaban el estribillo a pulmón abierto. Pese a llevar años escuchando y cantando esta canción no se cansaban nunca de oírla. Es un clásico, superó la barrera de lo efímero y entró en el paraíso de las canciones que perdurarán por siempre. La canción continuaba sonando y ellas seguían cantando, ahora con la conductora más atenta al coche. Eran amigas desde siempre o al menos eso les parecía. Juntas atravesaron los años turbios del instituto y la universidad, se graduaron con honores y ahora trabajaban en la misma empresa. Lo sabían todo la una de la otra, no tenían secretos ni querían tenerlos. Son amigas, las mejores, amigas para siempre.
Seguían cantando cuando vieron a un joven en la cuneta de la carretera haciendo autoestop. Levantaba el dedo y a sus pies tenía una mochila. Debía ser siete u ocho años más joven que ellas. Tenía buen aspecto.
? ¿Lo recogemos? ? Preguntó María José
? Sí ? dijo María Jesús
Frenaron sacando el coche ligeramente de la calzada y el chico agarró la mochila y comenzó a correr hacia el vehículo. Venía sonriendo. Abrió la puerta trasera y lanzó en el interior la mochila, entrando tras ella. Era alto, más alto que ellas, de pelo castaño y con unas gafas de pasta que le daban un aspecto como de intelectual. Tenía un hoyuelo pronunciado y sus ojos parecían brillar con luz propia, una luz verde e intensa que hipnotizaba. Su chaqueta moldeaba una figura de deportista y sus manos grandes y con unas uñas muy hermosas y cuidadas lo situaban fuera del entorno de los trabajos manuales. Cerró la puerta del coche y saludó:
? Hola, me llamo Javi. Gracias por parar y recogerme
? Yo me llamo María José ? dijo la conductora ? pero todo el mundo me llama María
? Y yo soy María Jesús y también me puedes llamar María ? le dijo la chica que iba en el asiento del acompañante.
? Si a ambas os tengo que llamar María seguro que nunca se sabe a cual me refiero ? les dijo medio en broma, mirando a una a través del espejo retrovisor y a la otra a la cara.
? No te preocupes. Nosotras lo sabremos ? respondieron al unísono
El coche estaba arrancando y reincorporándose a la carretera. No había tráfico ninguno, era un camino que a otras horas del día tenía mucho tráfico pero no al anochecer, cuando la gente ya ha vuelto a casa y descansa esperando el día siguiente.
? ¿Hacia dónde vas? ? Preguntó María José
? A Madrid ? dijo Javi
? Es tu día de suerte, nosotras también vamos hacia allí. Haremos el viaje juntos ? le dijo María Jesús
? Genial
Subió el volumen del equipo de música y comenzó a sonar la canción de Mil campanas y ambas se pusieron a cantar como si él no estuviera allí. Era un tanto surrealista ir en aquel coche, con aquellas mujeres que daban la impresión de estar volviendo de una excursión, tan felices y dicharacheras y tan entregadas a la canción. Al terminar pasó un segundo y volvió a comenzar la misma canción y ellas volvieron a cantarla, como si fuera la primera vez, como si no la hubieran escuchado unos instantes antes. Cuando acabó volvió a comenzar y de nuevo volvieron a cantar, siempre haciendo los mismos gestos, siempre volviendo las caras a mirarse en el mismo instante, estaban empezando a parecerle un disco rallado pero no dijo nada.
Diez minutos más tarde y tras otras tres tandas de la canción las interrumpió. Hasta ese momento ellas parecían ignorarle, cantaban sin parar y al terminar la canción se reían y volvían a cantar al comenzar de nuevo. Justo estaba acabando en ese instante cuando les dijo:
? ¿Siempre escucháis la misma canción?
? ¿Por qué? ¿No te gusta? ? le dijo María algo, no se acordaba si María José o María Jesús. Comenzaba a darle la impresión que el viaje iba a ser muy largo y duro hasta Madrid. No le costaba dinero pero aquello sería como una jornada en el purgatorio, con aquellas dos cantando todo el tiempo la misma canción.
? Sí me gusta pero es extraño que solo escuchéis una canción. No sé, no es lo habitual. Es más normal que la gente escuche la radio o tenga alguna selección de canciones o el disco de un grupo pero no una única canción ? les dijo tratando de parecer amigable y comprensivo.
? A nosotras solo nos gusta esta canción y por eso solo la escuchamos. Además, es uno de los éxitos del momento ? dijo María Jesús
? Fue un éxito hace veinte años por lo menos, no es una canción nueva. Ese grupo ya ni existe. Se separaron. Carlos Berlanga murió y Alaska y Nacho Canut formaron un grupo nuevo, Fangoria. La época de Alaska y Dinarama quedó hace mucho tiempo atrás ? trató de no sonar pedante y procuró enfocarlo desde el punto de vista informativo. Esto era historia de la música española y aunque muy anterior a su época, lo sabía ya que forma parte del conocimiento urbano, son casi una leyenda.
El coche comenzó a detenerse de nuevo. María Jesús y María José parecían estar enfadándose. La música ya no sonaba. En el coche la temperatura estaba descendiendo rápidamente. Al hablar de nuevo, se formó una pequeña nube de humo.
? Quizás sea mejor que me baje. Gracias por recogerme. Seguiré andando ? dijo mientras comenzaba a tirar de su mochila para sacarla del coche.
? Te odiamos ? dijeron al unísono
El coche comenzaba a desvencijarse, el asiento en el que estaba no era más que un manojo de muelles oxidados, el volante y la radio desaparecieron, también el cristal delantero y el trasero. Ellas comenzaron a perder trozos de carne y el pelo se les caía transformándose en fantasmas horribles. En su lado no había puerta y aterrorizado buscó salir lo antes posible. Dejó la mochila atrás y al girarse se cortó con algún saliente. Recogió la mano instintivamente y la protegió con su pecho. Inmediatamente comenzó a sangrar abundantemente. No se detuvo ni a mirarla. Siguió intentando salir. Las jóvenes ya no existían, eran dos figuras horrorosas que lo miraban con cuencas de ojos vacías. De nuevo comenzó la música aunque en esta ocasión venía de ninguna parte, parecía estar en el aire. Estaba aterrorizado. Cayó fuera de lo que parecían ser los restos de un vehículo que había sufrido un accidente en aquel lugar y vio que seguía en el mismo sitio que lo habían recogido, únicamente unos metros más adelante, en el lugar en el que había visto los restos del coche.
Se levantó como pudo y se echó a correr por la carretera, alejándose del lugar. La música seguía sonando en su cabeza, cada vez más alta.
? Detente ? escuchó también dentro de su cabeza. Frente a él estaban los dos espíritus y no quiso dejar de correr. Quería escapar, huir de aquel lugar y no volver a mirar atrás. Vio las sombras comenzar a moverse en su dirección y no pudo hacer nada por evitar que lo alcanzaran.
Lo golpearon con saña. Embestían y con sus golpes iban desgarrándolo, provocándole heridas, mientras él gritaba y les pedía que lo dejaran en paz. Después de un rato se quedó quieto, callado, muerto, tirado en la cuneta con una expresión de pánico en su cara y uno de sus ojos al lado del cuerpo. Ellas volvieron al coche y la música sonó de nuevo. Cantaban felices y en unos instantes el coche fantasmal se puso en movimiento y desapareció.
Una respuesta a “El autoestopista”
Recuérdame que nunca pida ser protagonista de ninguno de tus relatos….