El final de un proyecto que ha durado años


Si has pasado con cierta frecuencia por la mejor bitácora sin premios en castellano y te has parado a leer las polladas que escribo, sabes que desde hace años, una de mis neuras más acusadas tiene relación con la información nuestra que hay en la red y como los jugadores que están en ese partido hacen trampa y te engatusan para poder joderte hasta que den arcadas cuando el rabazo te golpee las amígdalas.

Me llama la atención cuando el otro día un compañero de clase en el curso de italiano anunciaba como si fuera el advenimiento del nuevo mesías que había cerrado y borrado su cuenta en el CaraCuloLibro porque consideraba que era un lugar inseguro y que esa empresa estaba espiándote y robándote la información. Mi mirada de desprecio absoluto le tuvo que quemar la piel, siendo alguien que JAMÁS he tenido perfil en esa o en otras redes por el estilo e incluso considerándolo un criterio para evitar gente de manera activa. Recuerdo cuando hace ya dos años y medio que GooglEvil nos trataba de imponer su -1 (menosuno), esa cagada con la que pretenden terminar de atraparte y que les entregues toda tu información. Ese fue el punto de inflexión y el momento en el que comencé a desenredarme, abandonando servicios que anteriormente tomaba graciosamente de esa multinacional y substituyéndolos por alternativos. Algunos de mis amigos me miraron entonces como un caso perdido y ahora los veo siguiendo mis pasos y pidiéndome consejo. Yo me lo tomé como un gran proyecto que podía afectar a mi vida y fui poco a poco, concienzudamente, derribando puentes, estableciendo línea tras línea de defensa.

Pasé a depender de un montón de compañías. En una guardaba mis contactos, en otra mis archivos, en aquella mis fotos y no hay conexión aparente entre unas y otras, ni siquiera una contraseña común ya que la única manera de protegernos es complicándolo todo a tu alrededor, crear una cortina de humo que te vuelva invisible.

El programa de despiste incluye el cambio de número de teléfono móvil anual, un ritual que además me permite despistar a la gente que han conseguido por una o por otra vía ese número que les abre mi mundo. Descubrí que los mapas de Apple son fabulosos y los únicos que tienen la dirección correcta de mi empresa, seguramente porque están basados en los de TomTom, una compañía holandesa, tras la debacle del GooglEvil Reader y el intento de joder a sus usuarios de Feedly opté por instalar mi propio servidor de contenido RSS, al cual solo tengo acceso yo y en el que no hay ni habrá publicidad o venta de datos, abandoné el programa de mensajería de GooglEvil y lo substituí por una combinación de iMessage y WhatsApp, con conversaciones muchas veces cruzadas en las que yo hablo en una de los programas y me responden en el otro y y casi sin quererlo, la única conexión que me quedaba con la multinacional que miente y te dice que no quiere hacer nada malo era el correo, el venerable GMail. Hace ya casi medio año comencé a emigrar desde allí y tras mirar las cuentas alternativas que tengo, elegí lo que antes se conocía como Hotmail y ahora como Outlook.

Outlook

Outlook, originally uploaded by sulaco_rm.

Me encanta la interfaz de usuario y lo único que me preocupaba era el perder nueve años de historia de correos. Por suerte, cuando configuré la sincronización de cuentas POP, lo recuperaron todo, TODO, todo, desde aquel primer correo del 24 de abril del año 2004 en el que me daban la bienvenida. Fue una tarea que tomó días, sincronizando ambas cuentas de manera automática. Para cuando acabó, yo ya estaba enamorado de su servicio. Después seguí usando ambas cuentas, aunque la que lo tiene todo es la de Outlook ya que sincroniza con GMail un par de veces a la hora. Ambas fueron conviviendo mientras yo seguía derribando puentes y buscando la manera de recuperar mi libertad. El empujón final me lo dieron ellos cuando hace cosa de un mes restauré mi iPhone por completo. Al hacerlo, las notificaciones Push de GMail dejaron de funcionar. Primero pensé que había hecho algo mal pero después descubrí que GooglEvil, para forzarte a usar su propio programa, lo han hecho a propósito. Sin notificaciones instantáneas en mi correo y obviamente sin intención alguna de poner su programa, mi teléfono emigró de manera natural a mi cuenta de Outlook y ahora ya llevo dos semanas sin regresar a la otra, sin mirar la lista de correos sin leer enorme que se está acumulando allí y que en realidad si leo porque los recibo en el otro lado. Poco a poco iré cambiando mi dirección de correo y dejaré la otra como el lugar fantasma que mantengo por si me puede ser útil. Uno de estos días borraré los más de veinticinco mil correos que hay allí y dejaré lo mínimo.

Ahora sí que puedo decir que me he desenredado. Me da igual lo que hagan con la información que capturan, la mía ya no la tienen.


2 respuestas a “El final de un proyecto que ha durado años”

  1. Yo no le paro mucha bola al tema, pero si me jode un montón que manipulen mis datos, procuro no darlos para nada, solo lo imprescindible que no puedo evitar y aún así, me jode 🙁
    Salud

  2. Me da mucha pereza pensar en hacer todo eso que dices haber hecho. Aunque si encuentro a alguien que sepa hacerlo, le pediré el favorcillo; y que empiece por explicarme lo que significa todo esto. Jajaja…