El gran viaje de regreso a casa


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Después de veintipico días durmiendo en hoteles y moteles, comiendo en restaurantes y en donde se tercie y visitando lugares exóticos, el gran regreso a casa es algo que apetece. Al haber elegido una compañía que volaba por Hong Kong, mi regreso constaba de dos etapas y en total, incluyendo los tiempos de espera en aeropuertos y demás, rondaba las veinte horas.

En el hotel me permitieron dejar la habitación tarde, algo que es de agradecer. Me levanté temprano, como parece ser la costumbre por aquí y bajé a desayunar. En el restaurante estábamos unos pocos europeos y un grupo de hindúes. Estos parecía que estaban en la ?ltima Cena. Eran como una banda de langostas que cuando atacaba la zona de comida, la vaciaba, llevándose platos a reventar de los que no se comían todo pero que dejaban para traer otros nuevos a su mesa. El resto los mirábamos con curiosidad, diversión y desprecio a partes iguales. Por supuesto que se quejaron y querían hablar con el gerente el cual no les hizo caso porque él también es hindú. Mi desayuno fue bastante frugal ya que viajando te atiborran a comida y no me apetecía estar todo el día como un globo. Ese día me tomé la última pastilla para la malaria o el Cólera, la rabia o el tifus o la lepra, ya no lo sé. Tras el desayuno subí a coger mi cámara y me acerqué de nuevo a las Torres Petronas. El cielo tenía un color azul intenso y quería hacer unas cuantas fotos de día con el objetivo gran angular. La noche anterior la esposa de Mr. Hyde me había dicho que hay un túnel entre el Centro de Convenciones y la torres y traté de encontrarlo. Este es el descubrimiento del milenio ya que hace que salvo por unos cien metros hagas todo el recorrido bajo la bendita influencia del aire acondicionado y eso, con treinta y pico grados se agradece. Entré en el centro comercial Suria que está en la base de las torres por el sótano y después salí a la calle e hice más o menos el mismo recorrido que la tarde/noche anterior y posiblemente las mismas fotografías, solo que en esta ocasión con luz diurna.

Al ir a la parte delantera del edificio los taxistas me gritaban como poseídos tratando de llamar mi atención para pegarme la clavada y estafarme. Yo iba con mis auriculares haciéndome el loco y ninguneándolos hasta el infinito y más allá. Una vez terminada mi aventura fotográfica, regresé al hotel e importé las imágenes en mi portátil para elegir la que iba a enviar a la familia y amigotes. Tras esto, repartí todo sobre las camas, me puse el bañador y salí corriendo para la piscina para pasar allí las dos horas siguientes. Parte de la piscina estaba a la sombra de los edificios enormes que rodean el hotel y en ese lado se concentraban los chinos, que huyen de los rayos del sol como de la malaria. Los europeos nos agrupábamos en el que un sol de justicia nos regalaba su luz y su calor.

Alrededor del mediodía subí a la habitación, me duché y comencé a hacer el equipaje. En mi bolsa a prueba de agua metí toda la ropa sucia incluyendo el bañador mojado. El resto fue ocupando su sitio y en menos de quince minutos tenía mis dos bolsos llenos con todo y con los cepillos de dientes que regalaban en el hotel, los champús y todo los productos de higiene minúsculos que me vienen perfectos para pequeñas escapadas. Cuando estaba por bajar a la recepción me llamaron para informarme que mi limusina ya había llegado. En Malasia tienen un concepto de los taxis muy relativo. Si son específicos y no de los que van por las calles normalmente los llaman limusinas pero sigue siendo el mismo coche Protón a gas. Bajé y en recepción me indicaron que un tipo que parecía un ogro de grande era mi conductor. El hombre tenía un cuello más grande que mis muslos.

Subí al coche y los siguientes tres cuartos de hora los pasamos hablando y explicándole que hoy en día, las marcas comparten las fábricas y de las mismas salen varios modelos. No se lo podía creer y llamó a su primo para que escuchara mi explicación y así restregarle que en realidad sus lavadoras eran de la misma factoría. Me contó que es de Melaka y que su familia vive allí. Le alegró mucho el saber que me ha parecido una de las ciudades más bonitas de Malasia y me dijo que la próxima vez que vaya tengo que llamarlo y él me enseña un montón de rincones que seguro que no vi. Por supuesto que esto nunca pasará porque ni siquiera tengo su teléfono. El coste total del viaje al aeropuerto, el cual está a unos 75 kilómetros de distancia fue de 64 ringitt o unos dieciséis euros. A medio camino paramos en una gasolinera para repostar gas y aluciné porque no para el motor para hacerlo. Unos seis litros de gas le costaron 4 ringitt. Desconozco la distancia que podrá recorrer con esa cantidad de gas ??

Al llegar al aeropuerto los mostradores de facturación todavía estaban cerrados así que aproveché las máquinas para sacar las tarjetas de embarque y dejar para más tarde lo de facturar la mochila. Los asientos los elegí a conciencia. En el viaje a Hong Kong voy en la primera fila para tener más espacio y mover las piernas y lo mismo en el viaje a Ámsterdam.

El Aeropuerto Internacional de Kuala Lumpur (KLIA) es espectacular y muy agradable y además tiene Wifi gratuito por todos lados así que la espera se me hizo muy tranquila navegando por internet y matando el rato. Al ver que las empleadas estaban tomando posiciones me puse en la fila, el primero. Una china se plantó delante mía haciéndose la lolaila y mandó llamar a su marido con tropecientas mil cajas y maletas. Yo mantuve el contacto de ojos con la empleada del mostrador y cuando empezó a trabajar mandó a tomar por culo a la china y me pidió que fuera el primero. La China echaba fuego y humo por las orejas de rabia pero no pudo hacer nada y más sabiendo que se pasó por el forro de la pipa del coño la línea que se había formado.

Tras facturar, hice unas cuantas fotos en el aeropuerto, cambié parte de la moneda local a euros y me comí una micro-hamburguesa porque tenía algo de hambre y eran las tres y pico de la tarde. Después crucé el primer control de seguridad, el control de pasaporte en donde el empleado me recordó que España es el país que ganará el mundial de fútbol (me pregunto si seguirá en la lucha para cuando aparezca esto publicado o incluso si habrá ganado) y después de añadir un nuevo sello a mi pasaporte crucé el segundo control de seguridad, en el que todavía te dejan pasar líquidos.

Tras este estás en la terminal de salidas propiamente dicha y tomé el tren que me llevaba hacia la terminal remota desde la que salía mi avión. Ya la conocía del año pasado y tengo que reconocer que la han reformado y han puesto un montón de tiendas nuevas en las que por supuesto no compro nada porque son libres de impuestos pero con precios abusivos. Llama la atención que en las tiendas de ropa y complementos para señoras atienden unos callos malayos de vomitar de asco, unas musulmanas de esas que se ponen el trapo de limpiar el piso alrededor de la cabeza y que parecen sacadas de una aldea de orcos o mismamente de Vecindario en Gran Canaria. Había una que pedía a gritos un bozal porque parecía un Pittbul. Imagino que las eligen así, del lado de los orcos para que las tías que compran no se sientan intimidadas ya que en las tiendas de ropa y complementos para caballeros ponen unas pencas increíbles que te la ponen dura solo aleteando las pestañas, unas tías que más que vendedoras parece que están allí para que les taladres el potorro y sudes un poco con ellas. Me reía por lo bajini con mis pensamientos barriobajeros cuando llegué al lugar en el que hay unos asientos que permiten tumbarte y con una buena conexión Wifi. Me puse a enviar correos y a lanzar hacia el universo de Distorsiones todas las anotaciones de los días anteriores que no aparecerán hasta el veintipico de junio cuando un grupo de empleados del aeropuerto hindúes llegaron al lugar y uno de ellos se sentó a mi lado directamente a mirar la pantalla, en un acto de violación de intimidad que merece un juicio y pena de muerte. El hijoputa apestaba a sudor hasta niveles que no se pueden cuantificar y le tuvo que tocar un montón los güevos verme ignorarlo completamente y seguir escribiendo porque eso era lo que estaba haciendo y en la pantalla solo habían letras y palabras en español que no podía comprender. En un momento determinado se aburrió y se volvió al árbol del que debe colgar en la selva. Quiero recordar que después de los cabezudos de los coreanos, los hindúes ocupan la segunda posición en mi lista del eje del Mal y no seré yo el que llore por ninguna de esas sub-especies si algún Dios decide un día erradicarlas del universo y restaurar el equilibrio.

Me despisté y para cuando me di cuenta ya casi era el momento del embarque así que recogí mi chiringuito y me acerqué a la puerta. Lo bueno de llegar tarde es que no había cola. Pasé el control de seguridad y me pusieron en un pasillo de la sala de embarque. Lo tienen muy bien organizado y van abriendo pasillos según la zona del avión con lo que evitan a los que se quieren colar y se hacen los tontos cuando llaman a otras filas. Al ir andando al avión una señora china que está más cerca del reino de los muertos que del de los vivos corrían despatarrada como si le fueran a quitar su asiento. Mi teoría sobre el porqué andaba con las patas abiertas es que se endiñó por la pipa del coño la botella de agua para que no se la quitaran y no quería sacársela hasta estar en la zona segura del avión.

A mi lado se sentó una pareja con dos niños pequeños y me imaginé que una vez estábamos en vuelo les pondrían la cuna para que al menos uno de ellos pueda dormir, lo cual no me preocupaba ni lo más mínimo porque quería aguantar despierto hasta el segundo vuelo y así ir adaptándome al horario europeo. Crucé los dedos y deseé que los chiquillos lloraran con ganas las tres horas para así no caer en la tentación del sueño.

Cuando iban a explicar las boberías de siempre, lo de los salvavidas y las puertas de emergencia, una de las azafatas se vino junto a nosotros y lo dejó todo en el suelo. Al agacharse para recoger el cinturón por culpa de la micro-falda que usan de uniforme y la dirección de sus piernas, ante mí quedo expuesta su almendrilla. Creo que ella se dio cuenta y miró para mi y sonrió. Al levantarse me fijé en la chapa con su nombre y vi que se llamaba Almendra, lo cual le viene como anillo al dedo. La señorita Almendra se portó conmigo como una campeona y se deshizo en atenciones durante todo el vuelo.

A la hora de la comida, los dos niños estaban con el mal de San Vito y no se paraban quietos. Yo a esas alturas ya había deducido que eran gemelos. La chiquilla estaba con la madre sentada a mi lado y las azafatas le pusieron la cuna pero la niña no entraba allí ni con calzador, estaba ya un poquito talludita para una cuna de bebé. La azafata sacó mi mesa del brazo del asiento (os recuerdo que iba en la primera fila) y al hacerlo le trilló los dedos a la puta niña que no dejaba de moverse. Ahí sí que comenzó a gritar y llorar y empezó la fiesta. En las siguientes dos horas los chiquillos no pararon de correr por el avión, gritar, saltar al asiento de detrás y hacer todo lo que les vino en gana mientras el padre pasaba olímpicamente y la madre controlaba uno y se le escapaba el otro.

Al aterrizar el niño casi se va corriendo por el avión mientras tomábamos tierra. Una vez en el aeropuerto de Hong Kong, pasé por un mini control de seguridad y entré en la mega-hiper-terminal. Está claro que este aeropuerto lo hicieron pensando en los pasajeros. Además de increíblemente agradable es práctico y lo encuentras todo fácilmente. Me pregunto porqué no le pagaron un viaje al pollaboba que hizo la nueva terminal de Madrid Barajas para que aprenda algo.

Tenía veintitrés dólares de Hong Kong de mi paso por allí (unos dos euros) y los usé para comprarme un helado y un trozo de tarta de manzana. Después me acerqué a uno de los numerosísimos puntos con enchufes para que puedas recargar tus aparatos electrónicos, me conecté al Wifi gratuito del aeropuerto y maté dos horitas navegando y charlando con lo amigos.

El embarque de los Boeing 747 de Cathay Pacific es alucinante. Lo hacen en un periquete. Yo estoy acostumbrado a la hora larga que les toma a los de KLM hacer la misma tarea y todavía no me termino de creer que puedas hacer lo mismo en quince minutos pero es cierto, lo he vivido dos veces. De nuevo tenía una fila sin nadie delante, con más espacio para las piernas y con una buena separación del tipo de al lado ya que en esa fila la mesa está en el reposabrazos.

Despegamos y nos trajeron la cena casi al momento para que la gente se acueste a dormir. Yo me tomé cuatro pastillas para el sueño, me puse la almohada del cuello y el antifaz para los ojos y así maté las siguientes seis horas. Me desperté todo doblado porque dormir en los asientos de los aviones es criminal. Después seguí dormitando un par de horas más, a ratos despierto y a ratos dormido. Me levanté, paseé, comí galletas y chocolatinas que dejan en varios puntos del avión para los pasajeros y también me dediqué a ver episodios de las series que tenía conmigo.

Dos horas antes de llegar comenzaron a despertar a la gente, abrir las ventanas y a servir el desayuno. Después vinieron las maniobras de aterrizaje y el Gran Pájaro se posó en el aeropuerto de Schiphol alrededor de las seis y cuarto. Como estaba en la parte delantera no tardé mucho en salir y mientras leía mi correo me acerqué al control de pasaportes y después fui a buscar mi mochila, la cual eligió salir pronto y así, a las 7.58 estaba en un tren Intercity que me llevaba a Utrecht y a las ocho menos cuarto entraba en mi casa después de veinticinco días fuera. Largué los bolsos, me di una ducha, me vestí, cogí mi bicicleta y me fui a trabajar y así acabaron las vacaciones y el relato de las mismas.

Fin.

,

12 respuestas a “El gran viaje de regreso a casa”

  1. Lo sabe el del control de pasaportes, lo sabe el pulpo Paul, lo sabemos todos… convéncete, mañana caras largas en Holanda. 🙂 Y sigo impresionado con lo tuyo de llegar e irse a currar directamente, tras un viaje largo a mi no hay quien me quite un día por medio o no soy persona.

  2. Pos eso de ir seguido a trabajar me parece una autentica heroicidad, yo necesitaba varios días para mentalizarme de la tragedia inevitable…
    JC tiene razón, la tristeza os embargará el Domingo.
    Vale, ya se que a ti te la trae floja, pero yo voy a disfrutar como un enano, aun en el supuesto negado de que perdamos……
    Salud

  3. Emo, estoy en ello. Genín y Jc, no pierdo un día de vacaciones por nada del mundo. Y lo del trauma de volver si me llega a suceder, prefiero vivirlo en la oficina

  4. Ahora a pensar en el próximo viaje. Todo el mundo va a Japón, no has pensado en ir por allí?

  5. Montse, trabajo para japoneses, tenemos decenas en nuestras oficinas y he aprendido a despreciarlos tanto como ellos a nosotros y a fuerza de ver lo peor de esa gente, no me llama la atención el ir a su país. Iré pero aún no sé cuando. Se puede decir que vivo entre japoneses porque paso 8 horas al día, cinco días a la semana tratando con ellos.

  6. Ya veo que el cariño es mutuo.
    Sobre el futbol te diré que no es lo mismo ser un español en holanda que un holandés en españa. Los últimos seguro que tienen juerga asegurada.

  7. A mi la T4 me encanta. Me parece preciosa, espaciosa, bien señalizada…. las tiendas igual de caras que las que tú dices, pero para mi, el pollaboba ese que la diseñó (Rogers) merecía aún más premios que el RIBA y todos los otros que ya le dieron, aunque yo no he estado en el de Hong Kong, claro.

  8. Virtuditas, mis padres se han perdido una hora en la T4 y ni un puto empleado estaba allí para ayudarles. Yo la he tenido que correr entera y está mal diseñada, no se encuentran las cosas, es poco intuitiva y como pasajero te convierte la experiencia del tránsito de un vuelo a otro en una pesadilla. Si tu destino final es Madrid entonces no la sufres.

    Cuando viajo en Navidad prefiero evitar Madrid para no tener otra experiencia traumática en ese aeropuerto. Es el único del mundo que intento evitar siempre que es posible.

  9. Madrid es muy pocas veces mi destino final, siempre es escala, desde Coruña no hay otro remedio, en mayo a Roma, teniendo que coger el inter-metro-raro-lanzadera ese que tienen, y aún así, sin problema. Otra cosa es como funcione Aena y las compañías aéreas y la madre que las trajo…. pero cada uno tiene su experiencia, eso está claro.

  10. La terminal satélite es odiosa y si vienes de España y vas hacia Europa a veces tienes que volver a pasar los controles de seguridad, sin tiempo para el transbordo, con colas del tercer mundo y corriendo porque se les olvidó que los humanos no damos pasos de 5 metros e hicieron terminales monstruosas.

    Como nota anecdótica, la única vez que he ido al baño en esa terminal estaba hediondo a más no poder y en la puerta las dos limpiadoras restregándose el coño con las fregonas y no haciendo su trabajo.

    En diciembre cuando vaya por navidades iré con KLM/Air Europa y por suerte no pasaré por la T4. Iré a la antigua y eficiente T2

  11. Yo me he gozado la T4 varias veces y está claro que es la Embajada de Satán en la tierra. Es uno de esos casos claros en los que el arquitecto dio preferencia a la forma frente a la función: es muy bonita, espaciosa y todo eso, pero funciona MAL y la primera vez que la sufrí me juré que procuraría que fuese la última. Rebaños de viajeros en transbordo recorriendo kilómetros de un lado a otro porque nos cambiaron DOS veces la puerta, bajar y subir escaleras, ascensores, rampas, pasillos y tomar trenes, dos controles de seguridad en los que ancianos respetables tienen que descalzarse y quitarse cinturones bajo los gritos de unas verduleras de uniforme, los de los escáneres tratándote como si fueses un criminal convicto… LO PEOR. Sólo he pasado por ahí cuando no me ha quedado más remedio, pero prefiero mil veces la T2 con sus sencillos dos niveles en línea y sus distancias normales. El diseño si no funciona es una mierda, y en un edificio que debería facilitar las cosas es un crimen.