El precio de la belleza


Una fina lluvia caía sobre el césped. El intenso verde de la hierba resaltaba con el agua que lo empapaba. Extrañamente, en el cielo se podía ver un precioso sol y un arco iris que abría una puerta hacia algún lugar desconocido.

Dejó las herramientas en la caseta y se acercó a mirar las hortensias. Acarició con cariño una de las flores y quitó las hojas secas. Las plantas respondían a sus cuidados dando lo mejor de ellas mismas, iluminando su jardín con su belleza.

Siguió caminando y llegó al final del mismo, a un lugar en el que no crecía nada, un rectángulo de tierra húmeda y revuelta. Se le torció el gesto e hizo como si no lo miraba. Esa era la única aberración de su hermoso mundo, un lugar que necesitaba pero en el que no quería pensar. Estaba allí porque incluso en el más perfecto de los universos existe el mal y aquí, en este rincón dedicado a exaltar y elogiar la belleza, el mal lo encarnaban sus vecinos. Ninguno de ellos parecía comprenderlo, todos lo saludaban y pensaban que no se daba cuenta de sus miradas, silenciosos reproches porque sabían que él estaba detrás de todo.

Sonrió. El bien siempre triunfa, igual que en las películas. ?l los había advertido, les dio suficientes oportunidades para que lo arreglaran pero ellos no querían comprender. Al final pasó lo que pasó y nadie lo podía culpar por ello. Si uno deja una puerta abierta es porque quiere que curioseen en el interior o porque desea que algo que posee y quiere con vehemencia escape. Y así sucedía. Salían de las casas y algún imán los mandaba directos a su jardín, su posesión más preciada y arañaban, destrozaban y deshacían su precioso trabajo.

Llegaban incluso más lejos porque esos malditos gatos soltaban sus excrementos entre sus rosas, junto a sus hortensias o sobre el césped. No les importaba que fuera una propiedad privada y parecían ignorar el cartel que prohibía la entrada. ?l no dejaba la puerta abierta y el muro de casi dos metros debería servir de advertencia.

Así que pasó al contraataque. Primero vino el alambre electrificado rodeando su perímetro. No sirvió de mucho, los gatos siguieron entrando, saltando sobre la trampa. Ese fue el último aviso que dio. Si querían guerra, la iban a tener. Compró el veneno y con el mismo impregnó el cebo. Era como pescar, pero en casa. Lo dejó en un rincón que sabía que frecuentaban y un día más tarde allí estaba una de esas bestias malditas, tirada sobre la hierba, inmóvil, con un poco de espuma saliendo de su boca.

Abrió la zanja al final del jardín y lo enterró allí. Dejó pasar unos días. No podía evitar sonreír al ver los carteles pegados en las farolas en los que el descuidado dueño solicitaba ayuda para encontrar a su gato. ?l sabía que nunca lo harían.

El segundo en caer fue una semana más tarde. Una bestia enorme y peluda que a veces, cuando la descubría en el jardín, se enfrentaba con él. Lo enterró en la misma zanja. En las farolas ambos gatos compartían protagonismo. Por este hasta ofrecían recompensa. Los otros dueños intuyeron que algo iba mal y por unos días no dejaban salir a sus animales de casa. Por desgracia la gente siempre olvida. ?l no quería hacerlo pero no iba a permitir que estropearan su jardín. Hubo un tercero, un cuarto, un quinto y un sexto. Después llegó la calma. No quedaban gatos en aquella calle y él no los echaría de menos.

Por eso los vecinos lo miraban. Conocían su odio por los gatos e intuían que él los había eliminado. Ninguno de ellos se atrevió a preguntarle. Mejor así. Pronto llegaría el otoño y empezaría a preparar el jardín para el invierno.

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9 respuestas a “El precio de la belleza”

  1. «Por eso los vecinos lo miraban. Conocían su odio por los gatos e intuían que él los había eliminado. Ninguno de ellos se atrevió a preguntarle. Mejor así. Pronto llegaría el otoño y empezaría a preparar el jardín para el invierno.»Conclusión primera: Los vecinos eran gilipollasPensamiento único:  Los gatos no tenían la culpa , ergo el tipo era un cabrón.Salud

  2. Hurra por el cazador de bestias inmundas. Seguro que un montón de vecinos te lo agradecerán. Yo que tengo tu mismo problema, aún no me he decidido por «La solución definitiva». Aunque creo que algún vecino ya ha empezado a hacerlo, noto menos afluencia de esos bichos.

    ¿qué empleaste que te los dejaba tiesos tan rápido?

  3. Yo no los elimino. Prefiero el condicionamiento clásico. Tengo una pistola de agua que alcanza diez metros y se van a casita bañados cuando osan entrar en mi jardín. Como además lo tengo todo lleno de tela metálica, quedan arrinconados y yo me doy el gustazo de darles el tratamiento completo antes de que se vayan. Después, en caso de tener mierda de por medio, la recojo y como conozco las casas de los que vienen, se la tiro en su jardín para que no se quejen y me acusen de apropiamiento indebido. Y por último, uso posos de café en los sitios en los que no hay hierba y al parecer los gatos lo odian y si caminan sobre ellos, se llevan el café en sus garras y ensucian las casas y los muebles de sus dueños. Es el tratamiento integral para los amantes de los gatos y de la mierda en propiedades ajenas.

  4. aprenden mejor y  más rápido la lección con la pistola de agua que con cualquier palabra o reja electrificada que metas. Cuidado si usas lejía, la adoran, y no hacen más que mearse en donde la has echado (te lo digo porque cometí el grandísimo error de limpiar mi patio trasero con lejía y no veas la cantidad de veces que vinieron a marcar el territorio). Eso si, durante unos días tuve conectados unos aspersores con un detector de movimiento y mano de santo!

  5. Tengo gato y certifico lo de la lejía. Es ambrosía para ellos. Empieza a pensar en la solución deifinitiva para que no entren en tu jardín: ten perro. (me alegro de que uses la manguera, por un momento pensé que los eliminabas en serio y abonabas el jardín con ellos…)Saludos

  6. Virtuditas, buena idea lo del sensor pero me da la impresión que sería complicada y además, me podría afectar a mí también porque yo entro en mi casa por el jardín.

    Inés, es un relato. Por desgracia ya no entran muchos gatos en mi jardín y la pistola de agua está aburrida en un rincón. Todos los que no tienen gatos en el barrio los odian porque entran en sus casas a cagar. Yo debo ser el único que cuando pasa con la bici junto a las casas de los dueños, de cabrón les tiro la mierda dentro para que les peguen palizas a sus bestias. Si alguno de esos bichos realmente me llegara a joder, no dudaría ni un solo segundo en liquidarlo. Hago un caldo de pescado, largo dentro una esponja, después de un rato cogiendo saborcito la meto en el horno para que se seque y se encoja y después se la dejo en el jardín para que se la coma y los jugos gástricos hagan el resto. Mano de santo, por lo que me han contado no falla nunca y además, el bicho la diña en su casita. Uno de mis vecinos ha puesto unas alambradas como las de Ceuta y Melilla para que no se le cuelen y me contó que ya ha visto rastros de sangre en ellas. El hombre está contentísimo del resultado.

  7. eso es una animalada. y lo de las alambradas no me lo creo, y si hay sangre no será de gato, los gatos son muy inteligentes y ni la rozarían al pasar (A no ser que haya perro o algo que los asuste y los haga salir pitando, que entonces no controlan). Pero repito, lo de la esponja, las palizas y no se que más, es de juzgado de guardia, y no se quien es más animal, el gato o el que tiene esas «ideas».

  8. De estas cosas no se habla, la gente se las calla. En la playa de Puerto Rico, en donde los gatos son legión, se hacían unas limpiadas que no veas, desaparecían decenas de gatos y eso lo he visto yo que viví allí año y medio. En Hilversum, en la calle en la que yo vivía, hubo unos meses en los que los carteles con fotos de gatos desaparecidos eran siempre tres o cuatro en las farolas.

    Y si quieres te hago fotos y te las mando del que tiene una reja electrificada rodeando el perímetro de su casa para electrocutar gatos. Paso junto a ella todos los días cuando salgo a caminar a la hora del almuerzo. Después que el colega de mi barrio puso el alambre de espino, una de las dueñas de gatos ha instalado una cuerda que recorre sus veinte metros de jardín y el gato está amarrado a la misma. Puede andar por todo su jardín pero no escaparse. Supongo que el de ella es el de la marca de sangre.

    Yo sigo con mi café que me gusta como huele y encima es efectivo. Antes de ayer me trajeron la bolsa con diez kilos de posos de café para echar por todo el jardín, los pondré el sábado.

  9. Ya me extrañaba que lo contaras tan claramente, aún así pensé que era verdad, lástima. Lo de la pistola de agua es buena idea, pero lo malo es que nunca los veo cuando vienen a mi casa. !! Aspersores con sensor de movimiento ¡¡ ¿se venden ya montados como las luces de jardín o super sesión de bricolaje?